Capitulo 2 Prejuicio.

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Alyssa

(Bueno, mi nombre real es “Brittany”…)

—Las mentiras siempre alcanzan a la gente al final. ¿Por qué la gente no entiende eso?

Eso es lo que decía el mensaje de texto de Thoreau esta mañana.

—¿No crees que algunas mentiras son justificables?—le envié un mensaje en respuesta.

—No. Nunca.

Dudé.

—¿Así que, nunca me mentirías?

—¿Por qué lo haría?

—Porque apenas nos conocemos la una a la otra…

—Sólo porque me mantienes a distancia.—me envió otro mensaje antes de que pudiera responder—¿Te gustaría saber mi nombre real y donde trabajo?

—Prefiero nuestro acuerdo de anonimato.

—Por supuesto que sí, y nunca te mentiría. Confío en ti por alguna extraña razón.

—¿Alguna extraña razón?

—Muy extraña. Te hablaré más tarde.

Arrojé mi teléfono en mi bolso y suspiré, dejando que esa sensación familiar de culpa me invadiera.

Nunca pretendí seguir hablando con ella, convertirme en su amiga fuera de Chat de Abogados, pero estaba demasiada involucrada, y no quería dejarla ir.

Meses atrás, cuando vi la invitación a la exclusiva red sobre el escritorio de mi mamá, me juré que sólo la usaría cuando tuviera que hacer preguntas para mis clases de pre-ley.

Utilicé su código de acceso para entrar, construí un perfil falso, y me aseguré de que todas mis preguntas estuvieran hiladas de tal manera que nadie sabría que eran para las tareas escolares.

Por desgracia para mí, el programa de pre-ley en Duke era diferente a cualquier otro programa en el país.

Consistía en más clases prácticas, tutorías individuales de los abogados en ejercicio, y se encargaba de que cada estudiante encontrara un puesto de interno para los últimos cuatro semestres. Además de eso, esperaban que leyera e interpretara los archivos de casos como si ya fuéramos abogados.

Si hubiera sabido que pedirle a Thoreau tantos consejos para la tarea llevaría a una amistad real, podría haber dejado de hablar con ella antes.

Por otra parte, al igual que yo era su única amiga, ella también era mi única amiga.

Era abierta y honesta cada vez que hablábamos, y sólo deseaba poder hacer lo mismo, sobre todo desde que parecía tener la costumbre de decir: “Odio a los jodidos mentirosos” cada vez que una de sus citas lo engañaba.

Maldita sea…

Suavizando el tejido de tul de mi tutú, tomé varias respiraciones profundas; podía pensar en mi amistad con Thoreau después, ahora mismo necesitaba enfocarme.

Hoy era el día de la audición para una producción de El Lago de los Cisnes y era un manojo de nervios; apenas había dormido la noche anterior, me salté el desayuno y me presenté en el teatro cinco horas antes.

—¡Por favor, despejen el escenario, señoras y señores!—gritó el director desde abajo—¡Las audiciones oficiales comenzarán en treinta minutos! ¡Por
favor, despejen el escenario y vayan a las alas!

Antes de dirigirme detrás del escenario, miré hacia el público. La mayoría de las caras eran familiares, mis compañeros de clase, profesores, unos cuantos directores de la compañía de ballet para la que trabajé el verano pasado, pero las caras que necesitaba ver no se encontraban ahí.

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