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— Ah, no importa cuánto tiempo pase, siempre amaré la comida de tu mamá

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— Ah, no importa cuánto tiempo pase, siempre amaré la comida de tu mamá.

Seokjin anunció con una enorme sonrisa, alegremente satisfecho después de comer la deliciosa cena que hizo la señora Min especialmente para él. Tenía una expresión de felicidad en la cara y el estómago lleno. ¿Y cómo no estar feliz? Si Yoongi se había puesto mimoso en un giro agradable; se dedicó a atenderlo, limpiándole el mentón si se manchaba, atento a la conversación que el mayor inició, escuchando todo, pero concentrado en su comida al mismo tiempo. Dejó que Seokjin le acariciara la mano sobre la mesa, que se inclinara a darle un besito en la mejilla incluso estando la señora Min presente. Durante todo ese dulce momento se sintió en verdad querido, en casa, como si fuese el único lugar correcto donde pertenecía.

Yoongi se convirtió en ese lugar.

Caminó por la habitación del menor y dejó en la mesita redonda la bolsa donde llevaba la botana que el menor le había pedido, para luego mirar el lugar con curiosidad.

Era espacioso y práctico, con una cama en la esquina pegada a la pared, un escritorio cerca de la puerta, dos burós a los costados de la cama y un armario mediano. Había una ventana a un lado de la cama y estaba abierta, por lo que la luz de los faros de la calle iluminaba las sábanas de color vino. Olía bien, a limpio y a Yoongi, a ese perfume que siempre se ponía que tenía aquel olorcito a lavanda. No tenía nada más que todo eso, no había ninguna figura de decoración, o algo totalmente suyo. Había un par de maletas cerca del armario y seguramente seguían llenas de sus pertenencias, porque según recordaba, Yoongi dijo que habían ido a la capital en primer lugar con un único propósito y que él no se quedaría mucho tiempo. Pero de eso han pasado un mes o dos por lo menos.

— Bonito... aunque habría esperado algo más tuyo — siguió observando, interesado en el nuevo lugar desconocido para él —. No veo ningún libro o có-

Cuando el corto chasquido del seguro de la puerta hizo ruido, Seokjin se giró de inmediato, observando al menor alejándose de la madera con una sonrisita plasmada en su cara que le dio cierta desconfianza. Yoongi de pronto se transformó en aquel cazador que gustaba de acechar a la presa que se sentía Seokjin cada vez que ese par de ojos fieros se volvían traviesos.

— No... no íbamos a ver ninguna película, ¿verdad?

Yoongi negó, todavía acercándose y la sonrisa ampliándose. — Puedes ser el hyung, pero a veces eres tan inocente — susurró, alzando las manos para rodearle el cuello y obligarlo a inclinarse un poco, teniendo que pararse de puntitas para rozar su nariz con la ajena.

Seokjin tragó saliva, de repente hipnotizado por esos labios que cada vez estaban más cerca de los suyos. — No es mi culpa... que juegues con mi mente.

— Te extrañé.

Finalmente, Yoongi cerró su boca alrededor del carnoso labio inferior ajeno. Hubo una caricia suave y lenta, saboreando la esponjosidad de los labios de su novio antes de alejarse solo un poquito, todavía sonriente. Sentía las mejillas calientes y cosquillas en el estómago, admirando de cerca la manera en que la cara del mayor comenzó a colorearse también. Ni siquiera abrió los ojos después de haber roto el beso, y su cuerpo estaba inclinado hacia él, como si Yoongi fuera un imán.

IN ; jinsuWhere stories live. Discover now