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¡Hola! ¡Hola!

Perdón por la tardanza. Me disculpo uwu. He estado con unos horarios bastante penosos en el trabajo y casi no tenía tiempo.

Ahora estoy de vacaciones hasta el día 30, así que me puse las pilas y terminé este capítulo.

Como prometí en el anterior capítulo, este tiene bastantes momentos Senhaku. De hecho, solo salen ellos dos, mayoritariamente.

Este capítulo lo he escrito en varios días. Usualmente suelo estar 2-3 días en hacerlo, pero este me ha costado bastante debido al trabajo y debido también a que estoy enferma. He tardado casi 15 días mas o menos. No recuerdo cuando empecé.

En fin, espero de verdad que os guste este capítulo, y como siempre...

¡Nos leemos abajo!

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Capítulo 8

X

- ¡¿No te ha bastado el obligarme a mí a casarme, que también quieres hacerlo con él?!

La demandante voz de Kohaku se escuchó por todo el lugar.

Tras la inesperada noticia, la rubia muchacha caminó a paso rápido hacía su hogar donde creyó que estaría el idiota de su padre. Dentro de ella esperaba poder recibir una clara explicación del porqué de sus actos, más sabía que la furia que sentía en esos momentos era tan grande, que de allí saldría cualquier cosa menos una pacífica conversación.

- ¡Kohaku!

La voz de la joven sacerdotisa se escuchó en la lejanía, y tras unos segundos, entró a su hogar acompañada por Ukyo. Este último aun no entendía del todo que ocurría.

- ¡No te atrevas a meter a mis amigos en esto, viejo! – prosiguió la más menor de las hermanas con la mirada fija en su padre.

Kokuyo, quien parecía más sereno de lo que acostumbraba a estar, alzó la vista de su escritorio, y observó a su hija.

Quiso regañarla una vez más por su gran falta de respeto hacia él, pero las palabras que le había soltado la noche anterior seguían hiriendo su corazón, por lo que, ignorando su presencia y su feroz mirada, posó la vista sobre el muchacho peliblanco, y pronunció:

- Hablemos.

El oji-verde asintió en silencio y antes de que Kohaku pudiera impedírselo, le dedicó una pequeña sonrisa en un intento por tranquilizarla. Mentiría si dijera que no estaba acojonado, pero la chica ya había discutido lo suficiente con su padre. No quería que ese odio que sentían en esos momento el uno por el otro se extendiera aún más hasta el punto de no poder volver atrás. Sería muy triste.

- Debemos irnos, Kohaku. – pronunció Ruri. – Ukyo estará bien.

Estaba claro que Kokuyo no iba a hacerle nada al joven, sin embargo sabía que la conversación que pudieran tener era absurda. No iba a casarse con él, así que lo único que estaba haciendo era que Ukyo perdiera el tiempo. Y no le gustaba.

Vio el rostro del muchacho girarse en su dirección y no pudo evitar suspirar. De nuevo le estaba dedicando una de sus sonrisas que indicaban que todo iba a estar bien, que no se preocupara. Y de nuevo aquella paz que su ser brindaba, funcionaba.

Asintiendo con la cabeza en su dirección, Kohaku dio media vuelta y salió del lugar acompañada por su hermana.

- Kohaku. – la llamó ella.

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