La llamada perdida

10 4 0
                                    

-Oli, despierta...
-Mmm... un rato más...
-Vamos, no quiero que llegues tarde por mí culpa.
-Está bien, está bien, pesada...
-Me gustaba más cuando me llamabas hermana favorita.
-Pues déjame dormir.
-Ni hablar.
-Pues allá tú.
-Venga, si te levantas ahora, te duchas y desayunas, a la vuelta tocamos algo.
-Eso es chantaje, ¿lo sabías?
-Obviamente, ¿qué pensabas?
-Ya voyyyy.

Me reí, pero me hizo caso al menos.
Yo hice lo mismo, cada uno en su cuarto de baño.
Una vez listos bajamos a la cocina donde nos estaba esperando nuestro papá.

-Buenos días.
-Buenos días papá.
-Sí, buenos días hijos, ¿cómo durmieron?
-Muy bien.
-Casi bien, si no me despertaras estaría perfecto... -dijo esto último mirándome con los ojos entornados.

Yo, por supuesto que me reí, él al final se me quedó mirando unos segundos y también se empezó a reír.

-Solo lo hace por tu bien Oliver. Ahora desayunad algo.
-Sí, papá -respondimos al unísono.

****

10:40 a.m.
Instituto Panteras Negras
Tercera hora.
Música.

No me habían dejado asistir a clase, ya que mi plaza ya estaba ocupada por un chaval cuyo instrumento era más grande que el pero bueno... Quién soy yo para juzgarlo.
Había pasado lo hora caminando sola de un lado a otro por el recreo pensando en cómo recuperar mi plaza.
Una vez que tocó el timbre me apresuré a correr hasta llegar al aula de música. La profesora estaba cerrando la clase, menos mal...

-¡¡Señorita Reynolds!!¡¡Señorita Reynolds, espere, por favor!!
-Olivia, querida, ¿qué ocurre?
-Por favor, no me quite la plaza, déjame volver, por favor, se lo ruego...
-Oh, lo siento mucho Olivia, pero yo no puedo hacer nada. Yo sé que tiene mucho talento, muchísimo, eres mi mejor alumna. Bueno eso último no lo debería de haber dicho. Mira el caso es que yo solo sigo órdenes.
-Pero...
-Es una lástima Olivia, puedes llegar muy lejos. Tu voz y cómo tocas el piano... bueno qué se le va hacer, solo te puedo animar a apuntarte a otro taller.
-Por favor, yo...
-De verdad que lo siento. Hasta otra querida.
-Sí, adiós señorita Reynolds.

Genial.
¿Y ahora que iba a hacer?
Mi única idea fue hablar justamente con la directora Wilson.
Qué remedio...
Tuvo que ser en el recreo porque aún me quedaba una clase antes.

****

Con los nervios a mil, no sé cómo toqué la puerta del despacho de la directora.

-Pase, por favor.

Abrí la puerta y allí estaba. De pie con su uniforme colocando un libro de ciencias en la estantería.

-Hola señorita Wilson, soy yo Olivia Cáceres.
-Ah, qué sorpresa. ¿Qué deseas Olivia?¿Puedo ayudarte en algo?
-Emm, me preguntaba si, no sé... si sería posible que pudiera volver a la clase de música...
-Me lo temía. Siéntese, por favor.
-Claro.
-¿Es cierto que no tocas desde hace un año?
-En efecto.
-¿Por qué te tendría que dejar volver, entonces?
-Verás, yo... si es cierto, puede que no toque desde hace un año para ser exactos. Porque hace un año murió mi madre, y no era capaz de tocar ni una sola pieza, porque ese era su mundo, el mundo que ella misma me enseñó, donde la magia y la creatividad si existe, donde nunca termina. Pero cuando se fue... mi mundo se vino a bajo, no fue, ni es nada fácil. Y esto me ha enseñado mucho. Ayer he vuelto a tocar por primera vez, estoy intentando poco a poco pasar página, porque lo necesito. No quiero seguir así, no quiero, no puedo.
-Entiendo, es muy difícil, pero ¿usted me entiende a mí?
-¿A qué se refiere?
-A que sí, la vida es muy injusta y muy dolorosa a veces, pero hay que seguir adelante. ¿Qué pasaría si cada vez que la vida nos da dónde más nos duele, o que algo que no queremos pase?
Las normas son las normas, y están por algo. No nos podemos retrasar por culpa de un alumno.
¿Lo entiendo así?
-Sí, pero déjeme decir que la vida me enseñó algo que yo no puse en práctica; y por eso estoy aquí, y es que, si no luchas por lo que quieres, no ganas, si te rindes pierdes, no hay otra. Por eso estoy aquí, pidiendo una segunda oportunidad, porque todos merecemos una segunda oportunidad, ¿no cree?
-Y lo entiendo perfectamente, pero las reglas son las reglas, ya se lo he dicho. Lo siento mucho Olivia. Si eso es todo, puede retirarse, gracias, que tenga un buen día.

Y así me fui, destrozada, con rabia, con mucha rabia.
¡¡Qué injusto!!
Yo nunca pedía nada, siempre ayudaba a los demás, pero una vez que lo hacía, así me la devolvían.
¡¡Qué injusto!!

****

El día se me había hecho eterno, estuve planeando un plan para recuperar esa maldita plaza aunque fuera lo último que hiciera, eso sí, sola. Ya que tras la muerte de mi madre me fui quedando sola, sin amigos.
Me dolía pero me solo con ese gesto pude descubrir quién era realmente mis amigos de verdad, ya que la mayoría estaban conmigo para conocer a mi mamá, ya que al viajar conoció a varios famosos. Interesados.

Al final me rendí, porque no tenía cómo.

Las normas son las normas.

Malditas normas, ¡no tenían sentido! Todos tenemos derecho a equivocarnos y a tener una segunda oportunidad.
Pero al parecer no.

Cogí el autobús, llegué a casa e hice lo "normal". Qué era estudiar, hacer los deberes y cambiarme. Creo, ya no se lo que significa "normal", no me gusta esa palabrita.

Era la hora de cenar.
Había venido mi tía Fiona.
La cena transcurrió como siempre, hablamos y nos reímos un poco. Ya estábamos en el postre cuando...

-Voy a por el postre.
-Te ayudo papá.
-Esta bien.

Se trataba de un bizcocho que había traído la tía. Estaba en la encimera, al lado de la nevera.

-Livvie, te has dejado el teléfono, ten.
-Pensaba que lo había perdido, jeje.
-Toma anda.

Lo cogí, y cuando lo encendí...
tenía una llamada perdida de un número desconocido... era de esta zona.
Qué raro, en fin.

La niña del piano Where stories live. Discover now