☆★ 0 3 ★☆

929 87 16
                                    

CAPÍTULO TRES 

ZAFIROS Y ESTRELLAS

Como los pétalos de una fragante rosa en primavera, la angustia floreció en el cordial corazón de Muliphein

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Como los pétalos de una fragante rosa en primavera, la angustia floreció en el cordial corazón de Muliphein.

Transcurrió una hora desde que su alumno cayó desmayado, y aún no parecía anunciar el vestigio de su despertar.

El joven Longbottom yacía apacible sobre una de las camillas pertenecientes a la enfermería; su armoniosa respiración provocaba un tranquilo y sosegado ascenso en su pecho.

Con los labios color algodón de azúcar ligeramente entreabiertos en una rendija, allí donde se asomaban unos prominentes incisivos que le otorgaban la apariencia de un tierno conejito.

Las luces incandescentes del ocaso comenzaron a pintar los opalinos cristales de las ventanas.

La intensa reflexión naranja ilustraba relámpagos diminutos sobre la textura oscura y tersa de la melena del joven Longbottom, así como en sus pestañas, espesas y negras.

Ante la luminosidad del atardecer, la constelación de pecas que salpicaban su fina nariz se percibía más nítida.

La enfermería rebosante de crepúsculo, sumergida en un mutismo inusual, envuelta en un silencio sepulcral. Ningún sonido más que el inquieto taconeo de la afligida maestra sustituta.

Muliphein encontró refugio sobre el taburete de caoba posicionado junto al camastro de su alumno.

¿qué tal si él no despertaba?

La ansiedad comenzó a acrecentarse en su garganta.

Cuando Liph estaba muy nerviosa caía en lo profundo de tics autodestructivos, por ejemplo, agitar de más la pierna derecha, o rascar el dorso de su mano, sus uñas trazando líneas rojizas hasta irritarse la piel.

En un intento por mitigar aquel tic dañino, ella descansó las manos sobre sus rodillas, la frialdad de sus palmas traspasó el delicado telar de su vestido.

Contempló melancólica las cicatrices que ornamentaban la piel de sus manos, solía colocarse guantes de seda a menudo, para no provocarse daños graves, sin embargo, olvidó empacarlos.

Pero en su defensa, el director Dumbledore la había contactado de una forma tan precipitada que no tuvo tiempo para empacar correctamente.

Aún podía recordar cuando fue reclutada.

Ella se encontraba apacible en su silla mecedora, con su portátil sobre el regazo, disfrutando de la quietud que su habitación le otorgaba a su corazón.

Trabajaba con ahínco en lo que esperaba sería su manuscrito definitivo; aquel que la sacaría de vivir con su padre, coronándola como económicamente independiente.

Tears of Stars [Neville Longbottom]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora