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CAPÍTULO CATORCE 

❝¿QUIÉN TE HIZO TANTO DAÑO?❞

La noche floreciente parecía resguardarle un secreto a la luna, pues transcurrió silenciosa y frívola

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La noche floreciente parecía resguardarle un secreto a la luna, pues transcurrió silenciosa y frívola.

Mientras en las lejanías los grillos componían melancólicos sonetos, y las primeras ráfagas de noviembre soplaban heladas, revolviendo el espeso follaje de los pinos del bosque negro.

Muliphein abrió los ojos con lentitud, recostaba una mejilla sobre la tibia base de su escritorio, todo su ser aún adormilado, la quietud y el sosiego envolviendo su cuerpo.

La recibió una oscuridad espesa, precedida por los colores monocromáticos a los que ya estaba acostumbrada.

Sintió alivio cuando reconoció un motorcito en miniatura zumbando cerca su oído, estaba tan acostumbrada a ese melodioso ronronear que no evitó sentirse conmovida.

Estrella se encontraba acurrucada a un lado suyo, envuelta en un ovillo, transmitiéndole calor y compañía.

Liph mantuvo la cabeza recostada por un instante y se tomó su tiempo para contemplar la paz y la tranquilidad que envolvía a su gatita.

Una pequeña sonrisa danzó en sus labios, cuando observó aquellos finos bigotes estremecerse.

¿con qué soñaban los gatitos?

Se deslizó un poco más cerca y con una dulzura infinita selló un pequeño beso sobre su naricita y después en su frente.

—Buenas noches, Stellina Mía (estrellita mía) Gracias por esperarme.

A veces la soledad vencía sobre el corazón de Liph, después de todo, no existía sentimiento más desesperanzador que despertar en soledad tras una siesta.

Aquella sensación de vacío y desconcierto siempre sería más llevadera en compañía de algún animalito.

Amodorrada, Muliphein finalmente irguió su postura, estirando los músculos de su espalda, aunque su mala para dormir le provocó una punzada en la columna y en el cuello.

Quiso estirar los brazos para desperezarse, pero percibió una tibia manta envolviéndole los hombros.

Un cálido y aterciopelado tejido la envolvía, aquel manto le otorgó calor en medio de aquella ártica aula, a lo que agradeció porque la ambientación le había congelado la punta de su nariz.

Hacía tanto frío que ella castañeó los dientes mientras se arrebujaba en el manto de angora.

Conocía muy bien esa manta, se la había prestado al joven Longbottom hace ya casi un mes, y vaya sorpresa, regresó para envolverla.

Quiso indagar un poco más en los motivos por los que aquella manta apareció en su espalda, pero Estrella la distrajo.

En cuanto escuchó la voz de su dueña, sus ojos se abrieron con presteza.

Tears of Stars [Neville Longbottom]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora