Rama del olivo

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RAMA DEL OLIVO

Sinopsis: la desesperanza se asienta en Gustabo cuando retoma su puesto de subinspector. Conway no ayuda y Gordon parece ser decisivo en su futuro.

O dónde Gordon defiende a García de Conway.

》Gordon y Gustabo; gortabo.

Ha sido un hombre orgulloso desde que tiene uso de razón, fiero en sus ideales y poseedor de un don de gente que le ha permitido llegar a donde está. No se siente orgulloso de muchas cosas que ha hecho, aún así, no se arrepiente de ninguna de ellas, él es un superviviente, ha aceptado el dolor y la resignación como parte del camino. Durante años vivió solo hasta conocer a Horacio, desde ese entonces siempre han estado junto al otro y posteriormente, Jack Conway entró como un añadido inesperado. Ambos tan similares y opuestos a la vez, que su unión solo significaban caos y destrucción, ninguno dispuesto a dejar su brazo a torcer. Sin embargo, según pasó el tiempo, la personalidad y el rango del superintendente hicieron mella en él, viéndose a sí mismo ceder, permitiendo que el cuerpo de policía le cambiara, dejando de ser él, confundido hasta las trancas de todo aquello en lo que una vez creyó. Dudó de Conway, de la policía, de la mafia, de Horacio y hasta de sí mismo. Perdió la cordura y terminó en un centro psiquiátrico durante cuatro años, solo, siendo él el responsable de todo, asumiendo la culpa una vez más.

Toma tiempo, pero consigue salir de aquello, de la angustia, de Pogo. Las pastillas son el principal precursor de esta mejoría, porque ahora al menos es capaz de dormir y sus demonios se mantienen al margen, sin embargo, sin tener demasiadas esperanzas, se reconstruye y vuelve a tener fe; en el futuro. La esperanza es lo único que le permite mantener distancia del cúter más cercano.

Todo lo que construye parece desmoronarse cuando es obligado a mantenerse en el cuerpo policial como subinspector. Desearía desaparecer sin más e impedir hacerle daño a otro pobre diablo que se le cruce por delante. Aún así, Gustabo se levanta todas las mañanas intentando ser mejor: ordena la malla, resuelve denuncias, caza criminales con gran eficiencia junto a Isidoro, un sujeto con el que ha entablado un bonito compañerismo y aunque no lo piensa mucho, le recuerda un poco a Horacio. No se permite demasiado pensar en ello, sabe que si su mente empieza a divagar al respecto, no podrá detener la sucesión de pensamientos negativos que procederán al respecto.

Si bien entrar de nuevo como subinspector fue algo malo, es peor cuando se tiene un superior como Jack Conway, quien parece tener como pasatiempo perturbar la paz del rubio hasta colmar su paciencia.

-Ahora te toca tragar, Gustabín, vas a comer mierda como un hijo de puta -escupe con su rabia tan característica.

La primera semana es llevadera, recién salido de una estancia de cuatro años el rubio rezonga paciencia, sin embargo interactuar con el superintendente desgasta más de lo que parece y al poco tiempo, entonces empieza a notar la presión, el agobio y la frustración. Sobrellevarlo todo es complicado, pero se aferra a los buenos momentos en las patrullas con Amancio e Isidoro, quienes le sacan una sonrisa aunque deseara contenerla, junto a ellos también hace acto de presencia James Gordon. Un sujeto tranquilo pero gracioso, no parece necesitar llamar la atención de toda una habitación con gestos y palabras grandes para animar a la gente a su alrededor, si Gustabo pudiera reconocerlo en voz alta, diría que el inspector Gordon le produce una paz que hacía mucho tiempo no sentía.

-¡Eres la polla, eres la polla! -le exclama animado a Isidoro cuando este hace algo correcto. Gustabo desearía ser más alentador con su alumno, pero nunca es fácil decir algo que jamás ha oído para él. Su cariño solo se extiende intentando ser lo más paciente con él, dentro de lo posible.

Su relación con Gordon es natural y de alguna manera que es incapaz de explicar, sus personalidades se entrelazan. Aún compartiendo rango en la malla, Gustabo no tiende a relacionarse con otros policías, menos aún a esperar una buena relación -no algo simplemente cordial- con ellos. Sin embargo, el agente es una sorpresa bienvenida, no parece juzgar lo más mínimo al rubio y tontean entre bromas, siempre dispuestos a pinchar al otro sin delimitar la zona entre el respeto y las ofensas reales. Es sobrecogedor por decir lo menos, no se buscan, no hablan más allá del trabajo, solo siguen su día a día hasta que estos se superponen; una química natural, a través de un desenlace especial basado en el encuentro improvisado pero siempre añorado. No obstante, su relación no cambia hasta que un percance surge en comisaría. Conway parece estar viviendo uno de los peores días de su vida, porque su ira se desborda por cada uno de sus poros y para sorpresa de nadie, uno de los primeros receptores de su rabia es el subinspector García.

-Eres un puto inútil, como no empieces a espabilar te voy a puto degradar, ¿entiendes? -ladra justo en frente del menor, cerniéndose sobre él y aprovechando sus pocos centímetros de ventaja en su estatura-. Haz algo con tus alumnos de mierda, solo recibo quejas una y otra vez, tanto del planchabragas y del disminuido. Estoy hasta los santísimos cojones, así que ponte a trabajar de una puta vez.

Gustabo ha dejado de responder. Ha perdido la cuenta de todos los insultos y amenazas que lleva recibiendo del superintendente desde hace apenas una hora, discutir con él es una perdida de tiempo y ya lo tiene más que comprobado, intentar defenderse solo prolongará esta tortura. Guarda silencio y espera con ansias el momento de irse a patrullar con Isidoro o el primer agente que encuentre. Para su sorpresa, alguien interrumpe al hombre con el cargo más alto de la ciudad.

-Creo que usted se está pasando ya, jefe.

Parpadea sorprendido y cuando clava sus ojos en el propietario de la voz, su sorpresa inicial disminuye al ver quien ha sido el valiente de cortar la diatriba del superintendente, si alguien es capaz de ello, es definitivamente James Gordon. Contiene una sonrisa que casi deja ver por autoreflejo.

La risa estridente del mayor resuena por toda la sala, como la premisa de la llegada del infierno.

-¿Me acabas de interrumpir? Tan valiente que se podría decir que eres gilipollas, ¿no crees? -su atención se ve atrapada por el nuevo sujeto. El rubio siente alivio casi al instante cuando los ojos cubiertos de ira se apartan de los suyos-. ¿Estás cuestionándome, inspector?

-Sí -afirma con una confianza que produce en Gustabo un revoloteo-. No creo que esté tratando justamente al subinspector García, señor.

"Joder, joder, joder", piensa.

-Quizás debería explicarle unas cositas a usted también, Gordon.

No hay golpes, pero el superintendente se encarga de explicarles con todo tipo de improperios lo mal agente que son, la falta de responsabilidad y la poca eficacia para controlar a los alumnos. Gordon discute y no permite que Conway se sobrepase con Gustabo, produciéndole una sensación cálida en su pecho, perdiendo la desesperanza que había sentido minutos atrás. Una vez que el mayor cesa, vuelven al servicio y salen a la puerta de comisaría.

-No debería hablarte así -dice de repente. La fiereza y confianza en su voz hace parpadear al contrario-. Aunque trata mal a todos, parece que contigo se desquita aún más, no está bien, ¿entiendes?

Parece que quiere hacer entender al rubio que no es un desecho humano, que merece la pena defenderle. Gustabo no sabe si creerle, parece muy seguro de sus palabras y se permite dejarlas en su mente para pensar en ello; no confía en ellas, pero lo intentará, por James Gordon.

-Supongo, él siempre ha sido así -le quita importancia, como siempre hace.

-No hay justificación, Gustabo -lo detiene e intercambian miradas, uno de sus brazos se ha levantado para dejar caer su mano sobre el hombro del subinspector. La mirada que recibe no es de compasión ni pena, solo ve en ellos un ruego para que le escuche.

-Bien -acepta. Gordon es un buen hombre, debe estar en lo cierto aunque a él le cueste creerlo.

Gordon sonríe victorioso y retoma el paso, golpeando sus hombros en un suave vaivén.

-Mira que eres cabezón, eh, García -ríe con cariño-. Y te recuerdo que hoy te toca ordenar la malla.

Su sonrisa es casi instantánea.

-Que ganas de tocarme los huevos siempre, Gordon -se queja con sorna y se dirige hacia un patrulla.

El inspector sigue sus pasos y bromean todo el tiempo, terminan en un binomio juntos y aunque es la primera vez, Gustabo espera que no sea la última. Se siente inusualmente cómodo con el agente y espera no arruinar todo una vez más, no tiene demasiada fe en sí mismo, pero parece ser que Gordon le ofrece toda la fe que necesita; quizás pueda ceder y dejar de escuchar sus autocríticas para oír las verdades de Gordon. Por primera vez, se ofrece la rama de olivo y Gustabo cree tener posibilidades de alcanzar la paz.

Alma voraz; GortaboOù les histoires vivent. Découvrez maintenant