Capítulo 7. Probar

6.6K 664 244
                                    

7: Probar

Aleksi se mojó los labios, sin quitarme los ojos de encima, como si estuviera saboreando unas cuántas locas ideas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Aleksi se mojó los labios, sin quitarme los ojos de encima, como si estuviera saboreando unas cuántas locas ideas. Me mantuve alejada de su mente, no quise saberlo antes de que pudiera decírmelo, expresármelo con todas las palabras.

—¿Vas a cumplir mis deseos? —musitó.

Sonreí, coqueta, peligrosa. Le tomé el mentón con la mano, clavándole ligeramente las uñas en la piel. Lo atraje, lo obligué a inclinarse todavía más hacia mí, para ponerse a mi altura. Él gimió, ansioso. Le encantaba cuando lo obligaba a algo, así como a mi me encantaba cuando jugaba a ser mortal, una bestia, conmigo.

—Por supuesto que sí.

—La otra vez, no me dejaste pedir nada —susurró. Estábamos muy cerca, nuestros labios rozándose, al igual que nuestros cuerpos calientes y húmedos—. Ni suplicar.

—Bueno, hoy sí quiero que supliques. Quiero que me pidas lo que quieras y que digas "por favor" —Estuvo a punto de besarme, de agarrarme la boca con los dientes y de reclamarme, pero yo me alejé un paso, como de puro instinto. Le costaba resistirse a mis encantos, así como a mi me costó resistirme a él la primera vez que estuvimos juntos. Adoraba saber que era mutuo, que estábamos hechos el uno para el otro, que éramos la perdición del otro—. Dímelo.

Hubo un momento de silencio en donde solo se oyeron nuestras respiraciones. Se podía palpar nuestra ansiedad en el aire, vibrando entre nosotros mientras esperaba su respuesta.

Aleksi se mojó los labios. Sus ojos parecían oscuros como un océano profundo.

—Quiero que me cabalgues —murmuró, saboreando las palabras con la punta de la lengua—. Que te sientes sobre mí —Sonreí. Eso era algo que me gustaba muchísimo. En esa posición, podía frotarme contra él y el placer aumentaba—. Pero...

Ladeé la cabeza, curiosa. Le sostenía la cara aún, así que bajé su mentón hacia mi boca.

—¿Pero? —susurré.

—Pero quiero que me des la espalda.

Alcé las cejas. Entendía lo que me decía. Nunca lo había hecho, pero la imagen mental que se estaba formando en su cabeza, la de mi culo golpeando a gran velocidad contra su abdomen, me entusiasmo. Sus pensamientos degenerados eran tan intensos que, aunque quise ignorarlos, no pude.

—Suplica —le dije, dando otro paso hacia atrás, trayendo su rostro conmigo. Lo obligué a seguirme y él, tan ensimismado conmigo, con sus ojos clavados en mí, su boca hambrienta de besos, trastabilló. Me costó muchísimo no reírme.

—Te lo ruego —dijo, con tono de quien llevaba necesitado no años, sino décadas—. Por favor...

Fue casi imposible, pero su voz bajó más el tono. Se volvió más sedosa, profunda. Dejé de retroceder y dejé que su pecho se pegara al mío. Su erección se apretó contra mi abdomen, caliente. Sus manos rozaron mis caderas, mi cintura, pero no me tocaron en realidad.

Hodeskalle [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora