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— ¿Cómo la vamos a llamar? —preguntó Luna.

Su estado anímico había mejorado con el pasar de la noche, y aunque estaba cansada, se la veía más animada.

Todos en la habitación le prestaban atención a la bebé, que Nico sostenía en sus brazos. La mecía muy suavemente, esta estaba completamente tranquila y dormida, con sus manitos hechas un puño.

— Pensé en llamarla Sol —contestó Nico.

— Me gusta, yo no había pensado en ningún nombre de mujer —dijo Luna.

— Yo creo que es hermoso porque tenes al Sol y la Luna —comentó Lucas.

Nico se rio, Lucas había captado su idea. Luna le sonrió, enamorada. Le pareció un nombre muy hermoso.

— ¿Cómo estamos papis? —dijo la doctora de Luna, entrando en la habitación.

— Estoy cansada, pero estoy mejor —contestó Luna.

— Necesitaría que me dejen con ella a solas, ¿puede ser? —dijo la doctora, más o menos echándolos.

Todos asintieron, incluso Nico, dejando a Sol en su cunita.

La doctora se acercó a Luna, con mucho cuidado y empatía, y comenzó a explicarle todo lo que había pasado en el parto. Ella no recordaba nada, de repente había tenido una hija, era como si todo el dolor que había sentido de un momento a otro no tenía sentido, no había existido. Le llaman trauma.

— Tu llanto me preocupo demasiado —comentó la doctora— Siento que de repente te volviste una niña muy rápido...

— Estoy bien, fue solo el shock del momento.

— Sí, pero a veces las mamás pueden sentir cosas... molestas... cuando tienen bebés. Me comentaste un poco que sufrías de ataques de pánico...

— Sí, pero eso fue antes, ahora estoy mejor —contestó Luna, no entendía a que iba todo lo que le estaba diciendo.

— Entiendo, pero si vuelve a pasar, necesito que vengas a verme —la doctora estaba seria— Hay cosas que son normales y otras que no.

Luna asintió, sin entender nada. Pero agradeció la vocación de la doctora, de querer ayudarla.

Sin embargo, con el pasar de los días, algo extraño le pasaba a Luna. No sabía identificar qué era, pero no sentía ganas de ver a su bebé. Intentaba darle de comer, pero la bebé apenas se prendía de sus pechos, lo que provocaba en Luna un dolor terrible, cuyo nombre médico era mastitis.

Nico era quien se despertaba durante las madrugadas a alimentar a Sol, mientras que Luna dormía sin escuchar casi sonidos. Y cuando los escuchaba, cerraba los ojos y volvía a dormir. Si de cualquier manera, no podía alimentarla.

Sol empezaba a notar la falta de su madre, lloraba descontroladamente y Luna la alzaba en sus brazos, calmándola, le cantaba, le hablaba, pero luego de un rato, ella también empezaba a llorar, sin entender el porqué.

Las noches eran muy complicadas, si bien Nico se encargaba de casi todo, Luna sufría en silencio. De vez en cuando se levantaba en la noche, se fijaba si Sol estaba viva, si respiraba, entonces se volvía a dormir. Pero cuando ella lloraba, no la escuchaba. Eso la entristecía.

Con el pasar de los días, Nico y Luna estaban cada vez más alejados. Cuando él llegaba de los entrenamientos se dedicaba a dormir, mientras que Luna se encargaba de Sol y de las cosas de la casa. Y cuando Luna dormía, Nico se encargaba de Sol y de las cosas de la casa.

Casi no compartían tiempo juntos, ni besos ni abrazos. Y eso deprimía tremendamente a Nico. Sentía el corazón roto cada vez que veía que Luna estaba más y más lejos.

𝒰𝓃𝒶 𝒷𝒶𝓁𝒶 | ɴɪᴄᴏ ꜰɪɢᴀʟ | 𝙲𝙰𝙱𝙹 | +18Where stories live. Discover now