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El mayor salía de la habitación después de haber ido a ver a Felix quien dormía plácidamente

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El mayor salía de la habitación después de haber ido a ver a Felix quien dormía plácidamente. Eran las 6 de la tarde, pero eso no le importaba, solo quería que el menor durmiera lo que necesitaba. Su móvil sonó, era uno de sus empleados, camino por la sala y se recargo en la gran ventana que dejaba ver la ciudad, con un tinte naranja, era obvio que el sol se estaba metiendo.

—Dime.— Contestó mientras prendía un cigarro.

—Si.— Respondieron del otro lado de la línea. —La palabra que me envió en latín, significa: "Los juguetes de Dios", base a los datos que investigue hasta esta hora, encontré que es una organización benéfica para niños de la calle, creada por 3 grandes empresas Kim, Lee y...— Hizo una pausa. — Lee osea su familia.—

Los ojos de Minho se abrieron al escuchar su apellido, quiso conectar todo pero no recordaba si su padre le haya hablado de alguna organización, mucho menos que lo recordara que asistiera en alguno de esos eventos, además era claro que su padre es una persona difícil, soberbio y arrogante, pero no era un pervertido como aquellos que dañaron a Felix, se negaba a eso, pero aun así. En ese momento su mente era un caos.

—¿Señor?, ¿Señor me escucha?— Pronunció el empleado.

—Sí, lo siento, prosigue.— Cuando por fin salió del trance.

—Bien, esas tres casas, como las llaman, hacen eventos para personas de una posición muy buena, comienza como una subasta de objetos historias o arte, luego se hace de tierras y por ultimo de algo que no sale a la luz, le dicen: "El gran evento", nadie sabe de que se trata y necesitas una invitación que al parecer muchas personas pelean por eso, por años, pero ellos quienes eligen, no sé en qué consiste su elección, pero al parecer necesitas poder, mucho, para así lograr ser elegido.— Finalizó. —Eso es lo que pude recolectar con el tiempo que me dio, ¿Quiere que siga investigando?—

—Si esta bien, espero que tengas claro que esto en la discreción de lo mas posible.— Indicó con voz fuerte.

—Claro señor.— Finalizó la llamada.

Minho no supo cuando su cigarro se apagó, era mucha información, jamás pensó que buscar alguien por una promesa lo llevara a un callejón oscuro y frio, sin salida, donde su mente comenzaba hacer estragos, realmente todo estaría en calma, si jamás se hubiera cruzado con el menor, y es que solo hizo falta menos de un mes para que este estuviera en su mente cada minuto del día, donde su arrogancia y su sonrisa lo hacia temblar, se odiaba por sentir algo, creyó que todo estaba enterrado en su corazón desde la vez que lo traicionaron, se obligó a sí mismo jamás sentir algo, obligándose a solo tener amantes de una noche y olvidarse de todo, pero ahora ni siquiera podía tocar alguien sin mirar la cara de aquel de piel blanca. Era claro que su primer objetivo era doblegarlo para ver como esa sonrisa arrogante desaparecía frente a él, quería verlo humillado, pero todo salió mal en ese estúpido juego.

El sonido de la puerta abriéndose lo saco de aquel transe, se giro y lo vio, ahí con una sonrisa, si una sonrisa rota, única, dolía, pero también le gustaba.

—Gracias por todo, pero tengo que irme, mi padre anunciara su compromiso hoy, no puedo faltar.— Hizo una reverencia de 90 grados, algo que jamás lo vio hacer. —Realmente te agradezco por dejarme dormir, por traerme aquí y por todo, espero poder pagarte.—

El mayor lo miro, no era eso lo quería, que el menor dejara de verlo con arrogancia y lo viera con respeto, ahora lo tenía en frente, haciendo la mayor reverencia de respeto, también agradeciéndole, pero, entonces, ¿Por qué sentía un vacío?

—Me voy.— Volvió a decir el menor. —Le prometo devolver su hermoso pijama de seda azul.—

—Espera.— Tomó su muñeca y lo miro. —Yo también fui invitado, ¿Por qué tu y yo?...

El menor solo negó, tomando su mano y mirándolo, para él, el mayor deseo era que lo vieran con un hombre como Minho, no, mejor dicho quería que lo vieran con él, con un hombre el cual siempre decían que nadie podía caminar a su lado en ningún evento, era el estándar deseado de la alta sociedad, joven, atractivo y poderoso en todos los sentidos, claro que si todo fuera distinto, no duraría en decir que si, pero esta vez, no podía, claro que no, puesto no dejaría que su padre lo usara para sus planes, además estaba aquello que debería averiguar. Solo.

—Lo siento, pero ya tengo con quien ir, además, ¿No quedamos que solo éramos compañeros de cama?, solo eso.— La boca se le seco con cada palabra. Dolía.

Minho ahora más que nunca odiaba ese maldito contrato, odiaba que el menor se lo echara en cara, si, que le recalcara que solo eran sexo y que no podía pensar que podían ser más, era como si marcara una línea que no podía cruzar. Pero que ya había cruzado, desde el momento que su corazón dolió dentro de su pecho al verlo tan frágil y roto.

—De acuerdo, entonces nos vemos en el evento, modelito de cuarta.— Había un sabor amargo en su boca en ese momento.

—Ja, ja.— Su risa, su pequeña risa hizo eco en el cerebro de Minho y su corazón se acelero. —De acuerdo señor inepto Lee.—

Volvió hacer una pequeña reverencia y se fue, su cuerpo lo empujaba para detenerlo, pero no lo haría, no.

Cuando lo vio salir comenzó a romper todo en aquel departamento, quería destruirlo todo, si quería destruir aquel sentimiento en su pecho, era una idiotez.

Ya queriendo a alguien o sintiendo ese maldito deseo de protegerlo sin importar nada, si eso era una maldita y estúpida broma.

Lee Felix no amaba, solo destruía. Si, solo sabía destruir.

Se dijo a sí mismo que, solo averiguaría lo que necesitaba, le entregaría las cartas que su madre dejo para él y se iría de ese maldito país, porque ese lugar lo estaba volviendo loco.

Lee Felix lo estaba volviendo loco.

Lee Felix lo estaba volviendo loco

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Línea peligrosa [Minlix]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora