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Las semanas siguientes se basaron en nada más que trabajo y entrenamiento. Jimin ya no aparecía en su oficina con vasos de té, no lo molestaba para que vayan a almorzar y mucho menos llenaba su espacio con el potente aroma del café recién hecho. Hace una semana que no tenía noticias del alfa, y en cierta parte lo entendía, había defraudado su confianza y como si eso fuera poco, había huido como una vil rata. Jimin lo estaba evitando y eso lo destrozaba poco a poco.

Grandes círculos violáceos rodeaban sus ojos. Sus pómulos resaltaban filosos debajo de una fina capa de piel amarillenta. Estaba mal y de verdad necesitaba un poco de tranquilidad para poder seguir.

Había tenido que aumentar la dosis de supresores porque dos simples pastillas no estaban ejerciendo el efecto necesario. Su lobo estaba luchando más fuerte que nunca y a la larga terminaría por derrotarlo.

Esa mañana no logró concentrarse, todo a su alrededor daba vueltas y su cabeza lo estaba torturando. Su lobo interior clamaba por la cercanía del lobo de Jimin, anhelaba su aroma envolverlo.

Entre pasos temblorosos decidió que lo mejor sería salir a tomar un poco de aire fresco. Se colocó la chaqueta sobre los hombros, dado que los escalofríos habían vuelto, y abandonó la habitación.

Para su suerte había regresado a ser el fantasma del que nadie se acordaba. El agente Park había captado la atención de todos, como él había previsto, y eso en cierto punto lo enfadaba. Ya no quería que nadie lo mirara, poco le importaba si descubrían su secreto si eso alcanzaba como para que Jimin volviera a darle otra oportunidad.

Odiaba ser un omega y eso no iba a cambiar tan fácilmente pero por lo menos ahora se daba cuenta que nada valía la pena si terminaba autodestruyendose.

El viento golpeó su cara con fuerza, incluso sacudió su flequillo. Estaba más tranquilo ahí fuera, con nada más que alguno automóviles yendo y viniendo. Se recargó en la pared del edificio justo a un lado de la puerta de entrada. En momentos como esos le hubiese gustado nunca haber dejado de fumar, la nicotina tal vez ayudaría a que sus pulmones se concentraran en otra cosa que no fuera el querer volver a sentir el aroma de Jimin ingresando por ellos.

No podían culparlo, su lobo lo había reconocido como destinado y eso solo llevaba a la desgracia. No había tenido bonitas experiencias con las parejas destinadas, no desde que había tenido que presenciar a su madre moribunda por un lazo roto, y lo que menos quería era pasar por algo así. Jimin no se merecía su desconfianza pero al fin y al cabo en el fondo de su mente alguna extraña vocecita le susurraba que no era más que un alfa del montón.

Suspiró a la vez que se abrazaba un poco más fuerte. Necesitaba entrar en calor pero al mismo tiempo frío. Ni el mismo se entendía para ese punto.

Un llamado colectivo desde dentro lo interrumpió. Se dio media vuelta y acudió al mismo, no era común que el jefe Kim realizara ese tipo de reuniones y cuando lo hacía realmente era importante.

Ingresó al recinto en último lugar, tomando así una de las sillas del final. Sus ojos inconscientemente buscaron una larga cabellera rizada y la encontraron en las filas de adelante charlando con una de las pasantes. Eso dolió más de lo que le hubiese gustado admitir.

Se hundió en su lugar con las manos apretando fuerte sobre sus muslos, y escuchó lo más atento que se podía.

—Buenos días, agentes —el jefe empezó enfrente de todos— los hemos reunido para informarles que las pruebas físicas de todos los años comenzarán mañana mismo. Recuerden que todos por igual deben someterse a ellas y en el caso de no pasarlas serán transferidos a un nivel menor en dónde no tendrán posibilidad de participar en operativos que requieran esfuerzo de este tipo.

I know your Secret | JimSuWhere stories live. Discover now