Capítulo #11 Los suicidas no tienen finales felices.

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*NARRA MELANIE*

¿Qué voy a hacer ahora? Prometí cuidar de ella. Dejé morir a mi mejor amiga, ¿cómo voy a lidiar con eso?

Me asomé por el borde, el cual sostenía fragilmente a Sheila segundos atrás.

Ahí la vi; un cuerpo inerte, desfigurado y rodeado de sangre.

Observé a la multitud acercarse alterada.

Me quité del borde. ¿Qué pensarían si me ven aquí arriba?

Joder, me tengo que ir. No sin antes desplomarme en el suelo a llorar locamente y sin control. Estaba triste, y molesta. La rabia brotaba por mis venas.

Me jalé el cabello bruscamente, fuera de juicio. Grité y maldije para mis adentros.

Soy una pésima amiga, yo soy quién merece morir.

Ahora estoy confundida, perdida, y sola.

*NARRA SAMMY*

Joder, joder, joder. Esto no está bien. Esto no va nada bien. Esto no estaba en mis planes.

Divisé a nuestro fiel amigo: La Muerte, acercándose al cuerpo vegetal de Sheila. Vestía una manta negra, sucia y desgastada. Y llevaba un ramo de flores en sus esqueléticas manos.

"Cuando las flores son colocadas sobre el cadáver y éstas se avivan y conservan el color, indica que la persona murió de manera natural o imprevista, ha de consedérsele la paz eterna; el cielo. Por el contrario, si dichas flores marchitan, indica que la persona cometió el pecado de atentar contra la vida, ya sea de alguien más, o inclusive la de ella misma. Acabar con una vida, sea cual sea, por la razón que fuese, es digno de merecer castigo eterno; el infierno."

Apenas colocadas las flores en el pecho de Sheila, se marchitaron de inmediato.

Las flores se desvanecieron, y consigo, mis esperanzas.

La Muerte, extrajo el alma de Sheila. Tenía un aspecto terrible. Gracias a mí.

Sentí un dolor intenso, pues después de tanto tiempo, compartíamos almas, ya que, indudablemente, mi intención era que su alma fuese solo mía, y no hubiese necesidad de compartir.

Me quejé de dolor.

La Muerte se fijó con detalle en su alma, y entonces lo notó. Supo que alguien le había dado razones para querer morirse.

Yo.

Al cabo de unos largos segundos, ellos llegaron. Rugían furiosos, y soltaban alaridos de tortura inentendibles.

Los arcángeles del infierno. Mis viejos amigos.

Me tomaron brutalmente del cuello y me dirigieron hasta La Muerte, literalmente.

-Explíquenme -ordenó La Muerte.

-Fue este inútil -me arrojaron a sus pies.

Yo no pronuncié palabra alguna, pues no iba a impedir lo obvio.

-¿Por qué la consumías, pequeño?- me miró, estaba seguro de que me miró a los ojos, aunque yo no pudiese ver los suyos.

-Hice un trato con ellos...- señalé a los arcángeles.

Iba a continuar explicando, pero me interrumpió.

-Ya sé lo que has hecho. Solo quería ver si intentabas mentirme, más veo en tu mirada, que ésa no es tu intención -caminaba al rededor del cuerpo de Sheila con tranquilidad-. Sin embargo, veo algo más en tus ojos, ¿sabes qué veo?

Permanecí callado.

-Veo que sabes lo que sucederá ahora, ¿o me equivoco?

-No, señor.

-Espero que no pienses que quiero hacerte algún mal. Yo sólo estoy cumpliendo con mi deber de Ángel de La Muerte.

-Entiendo, entonces, ¿volveré al infierno, no?

-Sí, y como ya sabrás, te reencontrarás con ella -señaló a Sheila-. Buena suerte, ha de andar buscándote.

Sin nada más qué decir; nuestras almas fueron enviadas a uno de los 7 círculos del infierno, donde todos los suicidas vamos a morir, donde estamos condenados a ser castigados.

Por el simple hecho de acabar con nuestras vidas, puesto que a Dios no le importa si la vida que nos dio fue justa, o grata, si atentas contra ella, serás castigado con la prohibición de la paz eterna.

Genial.

¿Jugamos?Where stories live. Discover now