02; Es Mío

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Aún no había pegado el primer rayo de luz cuando Diego se levantó para ir al sanitario. Victoria no demoró más que él para quitar, casi corriendo, el plástico que cubría el colchón.

Sentía como si tuviese resaca, se lo atribuyó a no haber tomado su pastilla del insomnio por primera vez en casi un año.

—Estaba volviéndome loca el sonido, perdón —dijo mientras lanzaba el plástico al suelo y miraba a Diego salir descalzo del sanitario.

—No hay de qué disculparse, también era molesto para mi —se acercó a Victoria y besó su frente—, ¿cómo te sientes?

—Todo está bien.

—¿Quieres volver a la cama?

—No —alejó a Diego de ella— necesito un baño, ¿iremos a hacernos la prueba?

—Claro, prepararé algo de desayunar mientras te duchas. Te espero en la cocina.

Victoria no se molestó en responder, simplemente entró a la ducha. Abrió la llave, y mientras esperaba por el agua caliente comenzó a quitarse la ropa. Miró la pálida piel de sus brazos, después bajó la mirada a sus piernas y pensó que nunca había prestado tanta atención a los lunares que tenía.
Sintió un escalofrío recorriendo sus vértebras cuando tocó su vientre y recordó la pesadilla de anoche —Es asquerosa, vi su cuerpo mientras se cambiaba la ropa. Apesta a perra sucia.

Era tan vívido el recuerdo que quiso llorar otra vez, había tenido parálisis del sueño antes pero nunca nada parecido a lo que experimentó ésta vez.

Está esperando un hijo tuyo, pude olerlo también.

Miró con detenimiento la punta de sus pies, después subió hasta encontrarse con su plano vientre —¿De verdad quiero ser mamá?














—¿Nerviosa?— Preguntó la enfermera.

—Ansiosa más bien.

—Bueno— retiró la jeringa—, puedes volver en 3 horas por tu resultado o esperar a que te lo envíen. ¿Qué prefieres?

—Puedo esperar —bajó la delgada manga de su suéter gris y se levantó del incómodo sillón— ¿3 horas entonces?

—Por favor.

Victoria abrió la puerta y se encontró con un curioso Diego leyendo un panfleto sobre la paternidad y maternidad no deseados. Cuando él decidió subir la mirada se encontró a los ojos de Victoria casi en blanco y el tiempo pareció estar a su favor al poder alcanzar a tomarla en sus brazos antes de que cayera al suelo inconsciente.

A decir verdad, Victoria jamás se había desmayado, tomó por completa sorpresa a Diego. No era la primera vez que se sometía a una prueba de sangre. Y lo que fueron 5 minutos desmayada para ella fueron 10 días. Al despertar estaba totalmente desorientada. La misma enfermera que le había atendido había sido quién le auxilió. Con ayuda de Diego la recostó en una camilla dentro de otra habitación y tomó su presión.

Victoria estaba sudando y no dejaba de preguntar qué había pasado, fue ahí cuándo la enfermera se atrevió a sugerir que fueran a casa a descansar. Diego no objetó. Ayudó a Victoria a bajar de la  camilla y salieron directamente a su auto. No fue más de un minuto cuando Diego cerró la puerta del lado de Victoria y entró a su asiento de piloto cuando notó que ella había caído en un sueño profundo. Y una vez más, aunque sí desconcertado, optó por no preocuparse y atribuir todo ésto a la mala noche que Victoria había pasado.










No había mucho ruido cuando llegaron a casa. Diego no dijo nada cuando abrió la puerta y hasta cierto punto Victoria se sintió apenada. Aún había muchas cajas por desempacar y una mudanza pendiente por llegar pero parecía ser que ninguno de los dos tenía los ánimos ni fuerzas suficientes para hacer algo.

—¿Quieres ver una película? —Preguntó Victoria mientras se quitaba las botas.

—No tengo ganas.

—¿Por qué? Podemos distraernos un rato. En lo que llegan los resultados.

—¿Para qué? ¿Para que te desmayes del miedo? No gracias, prefiero dormir.

Hubo un denso silencio que no le permitió a Victoria procesar esa respuesta y alterada preguntó:
—¿Disculpa?

—¿Sabes la vergüenza que pasé? Escuchándote preguntar cómo estúpida ¿Qué pasó, qué me pasó? —Fingió una voz infantil y le dio la espalda— si así te has puesto por la prueba imagina saber el resultado.

—Estás comportándote como una mierda, el resultado podría ser negativo. ¿Por qué estás hablándome así?

Diego guardó silencio, unos segundos, nunca se giró a mirarla, y Victoria escuchó, de pronto, una respiración densa y agitada provenir de él. Fue entonces que soltó un suspiro que heló sus nervios ya alterados—. Estás embarazada. Pude olerlo desde el momento en que quedó engendrado en tu interior.

Victoria se quedó en silencio y sintió que iba a desmayarse otra vez. Por inercia retrocedió dos pasos y sintió su espalda estrellarse con una superficie fría y húmeda. No quiso voltear, miró hacia los pies de Diego y observó como su entrepierna comenzó a sangrar. La sangre emanó con tanta fuerza que Victoria no supo qué hacer. No podía gritar y Diego tampoco emitía ningún sonido. Ningún grito o llanto de dolor o desesperación. Fue ahí que al intentar dar la vuelta y llamar a emergencias Victoria se encontró con esa cosa. No tenía ojos, tampoco tenía nariz ni orejas, pero tenía boca. Y esa boca comenzó a abrirse de una manera grotesca y descomunal.

Victoria quería gritar pero no podía. Su shock era tan grande que no podía moverse, quería huir pero no sabía cómo. Estaba absorta mirando como la boca de ese ser se abría cada vez más. De pronto escuchó un estruendoso grito provenir de Diego. Un grito lleno de miedo, dolor, desesperación. Y al querer girar a mirarlo se encontró con las manos de esa cosa, adentrándolas a su boca, un gutural sonido comenzó a provenir de la cavidad y al mismo tiempo sacó medio cuerpo de lo que parecía ser un feto, casi un bebé. Era la mitad del vientre hacia abajo. Estaba cubierto y escurría de sangre casi negra.

Esa cosa nunca cerró la boca ni dejo de emitir ese grotesco sonido. Diego nunca dejó de gritar y mientras todos esos sonidos juntos masacraban los oídos y cerebro de Victoria, logró agachar su mirada y notar como la sangre de Diego ya había manchado sus pies. Y al alzar la vista sintió como ese feto partido por la mitad de estrellaba en su rostro, dejándola percibir un aroma fétido y haciéndola mirar cómo caía al suelo y se impregnaba de la sangre de Diego. Después, sin quitar la mirada abajo, vio cómo caía una mano, cómo caía otra, ambas pertenecían al resto del pequeño cuerpo.

Victoria sintió que iba a vomitar. Sintió que su corazón se detenía. Sintió que el pánico estaba jalando cada uno de sus huesos. Y entonces, silencio.

Nunca despegó su mirada del suelo. Nunca pudo cerrar los ojos, seguía contemplando la aberrante vista. Y entonces escuchó la voz de Diego, proviniendo de la garganta de eso:Te voy a comer, y me voy a comer a ese niño aún dentro de ti.

Diego casi se estrella en plena avenida cuando escuchó a Victoria gritar horrorizada. Se detuvo tan rápido que no supo ni cómo lo hizo.
Victoria estaba en pleno ataque de pánico, gritaba desesperada, manoteaba y soltaba patadas alejando a Diego de ella —¡Vini! Tranquilízate, estabas durmiendo. ¡Tranquilizate!

—¡Aléjate! ¡Tú no eres Diego! ¡Tú no eres Diego!— Abrió asustada la puerta del auto y desorientada caminó de espaldas, sin dejar de mirarlo.

—¡Victoria, cálmate! ¡Es peligroso, regresa!

—¡Tú no eres Diego! ¡Tú no vas a comerte a mi bebé! ¡Es mío! ¡MÍO!

Era plena avenida. Todo pasó muy rápido, Diego no pudo hacer nada, ésta vez el tiempo no estuvo a su favor y observó con toda claridad cómo el cuerpo de Victoria era arrollado por una camioneta.

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⏰ Última actualización: Feb 03 ⏰

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