Parte 1 Wholly

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El clima es frío, nublado y algo lluvioso, él no es supersticioso pero sin duda eso no puede ser buena señal

Hoy será un día pesado, en parte ya lo sabía desde que se enteró, sin embargo, está preocupado, no asustado o nervioso, eso nunca, él no es una pequeña niña, y en parte lo agradece

Ser él...

No obstante... esto no puede ser... normal

Ok. Para que lo entiendas hoy se llevará a cabo una ceremonia, un extraño rito que ha sucedido de generación en generación, algo que aseguran salva y protege a la aldea, sí, un sacrificio humano.

Tal vez no lanzaran a una chica a un ardiente volcán, o la servirán de comer a una enorme bestia, pero para su familia es como si lo perdieran para siempre, de una dolorosa y horrible forma porque sí, él es el sacrificio de hoy

El año pasado se llevó a cabo el ritual de luna roja, por la noche y antes del primer rayo de sol una flecha fue lanzada desde las afueras de la aldea. Debió surcar el bosque dirigida por los dioses, guiada por los ancestros no pararía hasta dar con el elegido, él

En parte agradeció que se haya incrustado en su puerta y no en su pecho o cabeza, como solían bromear los niños al oír la leyenda

Aunque con impactar su casa no podría ser más in-específico, y aun así todos acordaron que debía ser él, el fuerte capitán del ejército, que por primera vez en mucho tiempo visitaba a sus padres. Sí, esa era su casa en la infancia, ya que ahora dormía y pasaba su vida en las barracas del "reino", sin embargo, no podría desviar su destino a ninguno de sus padres

El solo pensar qué habría pasado si él no estuviera ahí esa noche lo preocupaba, toda la situación de hecho.

El sombrío ambiente con aroma a lluvia lo hacía sentir peor, no es que tuviera muchas esperanzas para el futuro o quisiera ver atrás deseando hacer algo diferente, en parte estaba donde quería, donde debía, dando su vida por su pueblo. Ahora sonaba estúpido porque siempre soñó que seria en una batalla, en un acedo campo lleno de enemigos, dejando tras de sí una leyenda pero... no

Dejó sus pesas de lado, el ánimo le fallaba, secó su sudor mirando el solitario cuarto de espera ¿Cuántas jovencitas se habrán despedido de su vida ahí? Con solo pensarlo se incomodó aún más, vamos él no es una chiquilla virgen. Trajo sus pesas para trabajar un poco antes del evento, además ya ha gozado bastante de su libertad, de su vida, no tiene de qué arrepentirse, hoy no perderá nada

La puerta crujió, él volteo al instante, listo a defenderse pero solo eran los sacerdotes y sus ayudantes, tal vez 8 o 10 hombres. Ellos comenzaron a organizarse a su alrededor, llevando mesitas con utensilios, prendas y dorados accesorios de joyería— Los preparativos —dijo el sacerdote mayor, corpulento y de baja estatura el hombre da escalofríos, en especial por la forma en que respira pesadamente mientras trata de sonreír

— Iré a bañarme —él señalo la puerta contigua, apartándose rápidamente

— ¡Ah! pero el ritual — trato de argumentar el sacerdote mayor

Aunque él ya se había encerrado en el baño, no tiene miedo ni nada pero ver todos esos... artilugios lo agito de alguna forma, frente él la enorme tina llena de aromática agua no lo reconforta

Titubeando decide entrar, de nada sirve oponerse ahora

Solo limpia y relaja su cuerpo antes de que todo empiece, y es extraño, pero mientras se llena de ese suave aroma floral no puede evitar compararse de nuevo con esa posible chica que ocuparía su lugar— Que horrible —bufa poniéndose de pie, enfadado al imaginar a alguna mujer de la aldea en su situación

Brusco y decidido sale del baño, encarando al conjunto de religiosos— Estoy listo —aclara caminando al centro del cuarto, desvergonzado exhibe sus 1,90 de altura, 85 kilos de puro músculo bien trabajado, es bien dotado y lo sabe así que ¿Por qué debería encogerse junto esos obesos y debiluchos creyentes?

— Bien —dice el sacerdote mayor, guiando a sus delgaduchos aprendices a sus costados—. Es bueno verlo tan orgulloso —sonríe el viejo, yendo a preparar el mismo los accesorios

Los "monaguillos" despliegan las delicadas prendas apresurándose a vestirle con ellas, brusco él las toma de sus manos, vistiéndose por su cuenta. Las telas son muy finas, ligeras y suaves, nada que ver con el rugoso uniforme de soldado

Capa tras capa parecen querer encerrarlo en ropa, todos los mozos terminan atando y ajustando los diferentes cintos para que el ostentoso traje se ciña a su figura, no hay ni un espejo a la vista así que solo puede confiar en que esos rígidos hombres sepan arreglarlo, su rubio cabello es cubierto por un liviano manto negro, liso y sin un bordado es decorado con los pequeños pendientes de oro

Incómodo mira sus manos, que cualquier otro día serían ásperas y bruscas, excepto para las mujeres, en cambio, ahora las medio cubren unos guantes ceremoniales. El rosario y demás anillos le parecen tan irreales sobre si, tan finos y delicados que únicamente la realeza usaría

Sin embargo, no se engaña, solo son adornos para encandilar, solo ceban al cerdo antes de ser degollado— Listo —sonríe el sacerdote mayor, él cierra los ojos, inhala levemente y exhalando se desprende de todo, a partir de aquí ya no volverá a ser feliz. Chad Dickson está muerto.



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