CAPÍTULO 14: Segundo paso, recuerda que todos son dispensables

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En una sala de reuniones amplia, cinco sillas ergonómicas de oficina ocupaban un solo lado de una larga mesa colocada de forma horizontal, con vista directa hacia la puerta que está al frente. Un par de metros delante de la entrada, dando cara a la mesa, había un sillón muy cómodo con una mesa alta donde un café, un vaso con agua y un plato con pequeños dulces reposaban tranquilamente. La oficina era elegante, sofisticada, pero sobria, los colores entre grises y azules en tonalidades mate hacían una combinación muy moderna. Algunos cuadros enormes en las paredes, adornos, premiaciones y pocos muebles; además de un bar, le daban armonía a la habitación. 

Las paredes eran de vidrio acústico, y tenían una especie de cubierta difuminada, porque desde adentro podías ver hacia afuera, pero no a la inversa. Esa era una forma siniestra de ejercer control. En ese momento, en el hermoso mueble que estaba casi al centro del salón, un hombre pulcramente vestido miraba su reloj de oro por tercera vez y con el zapato daba golpecitos al suelo. Entonces, una puerta lateral se abrió y cinco personas, entre hombres y mujeres, entraron tomando asiento en las sillas dispuestas a la mesa.

 —Creí que se cancelaría la reunión —mencionó con algo de suficiencia y notoria incomodidad.

—¡Lamentamos la espera! Aunque no nos guste el tono que estás utilizando… Nosotros tenemos asuntos más importantes que atender—. Indicó uno de los hombres que entró, está vestido con un elegante traje azul marino y una camisa celeste de la que solo se puede ver el cuello color celeste pastel, pues solo se tiene la vista desde el respaldar de las cómodas sillas hacia el hombre sentado en mitad de la sala.

—¿Más importantes que lo que está a punto de gestarse en la “Zona Uno”? —preguntó con cierta ironía.

—Esa es una hormiga en el centro del universo… No es la primera vez que lidiamos con unos seudo sublevados—. Enfatizó otro hombre de rostro anguloso y delgado.

—Si piensas que ellos podrán lograr alguno de sus fines, significa que no has hecho un buen estudio sobre nosotros—. Comentó una mujer, vestía de Alta Costura y llevaba un moño bajo.

—Bueno…,  eso quiere decir que ya tienen todo bajo control ¿Es lo que debo entender? —preguntó el hombre del sillón.

—Aquí nos llega hasta la más mínima información sobre lo que hacen todos los habitantes de ambas Zonas, no hay nada que escape a nuestro control —. Le dijo la otra mujer de vestimenta sofisticada.

—¡Entonces mi presencia no es necesaria! —culminó haciendo ademán de pararse del cómodo sillón.

—¡Guarda silencio! —espetó con autoridad el hombre que estaba sentado al centro de todos, su cabello castaño corto y bien peinado, iba pulcramente vestido con un sastre a medida color gris oscuro y una camisa hueso. Había hecho un movimiento con la mano y el gemelo de oro engarzado con un diamante se movió, ligeramente.

Entró una asistente llevando una bandeja pequeña y en el centro había un cubito transparente del tamaño de un dije, en su interior resplandecían muchas lucecitas diminutas golpeando hacia todas las paredes a elevada velocidad. Era un rastreador térmico, la persona o artículo que lo tuviera podría ser encontrada en zonas sin acceso a la red, en oscuridad y frío. El joven lo toma y lo acerca para observar a detalle, luego lo coloca nuevamente en la bandeja.

—Ese dispositivo es para que te lo lleves a casa, lo coloques en un bonito reloj, pulsera o lo que creas que es el mejor regalo y lo pongas en una elegante caja…

—¿De qué se trata?¿Por qué quieren que lo regale?

—¡No interrumpas! Escucha con atención, para variar… Ya hiciste bastante con el estupido error de la última vez—. Mencionó el hombre elegante del centro, el que parecía Jefe, mientras se acomodaba el fino reloj de oro.

—¡Lo arregle al instante! —respondió el joven con voz quejosa, como niño regañado.

—¡Eso no debió ser necesario, en primera instancia! —elevó la voz el Jefe y dio un golpe a la mesa. El joven lo miró con ferocidad, pero relajó los hombros para tomar nuevamente su postura tranquila—. Como decía, lo envuelves y lo tienes listo para regalarlo.

—Entendido…, señor—, dijo alargando el señor en señal de incomodidad— ¿se activará el aviso en cuanto traten de acceder a la Hive, como lo planeamos?

—No…, tenemos un cambio de plan —el joven mira expectante, con curiosidad y se remueve en su sitio—. No es necesario que tú lo sepas —hizo énfasis, como antes lo había hecho él.

—¡Bien, como gusten!¿La reunión terminó? —dijo poniéndose de pie sin esperar respuesta.

—¡Sí! —el Jefe hace un movimiento con la mano y entra la chica nuevamente, pero esta vez hay una cajita en la bandeja—. No olvides el regalo, y no cometas más indiscreciones. ¡Usar y tirar! Haz lo que quieras por ahora, pero cuando llegue el momento no dudes ni un segundo, ¿entendido? 

—¡Entendido! Lo he dicho muchas veces ya… Ella no me interesa realmente —dijo bajando un poco la voz al final.

—¡Ya veremos! Porque te aseguro que nosotros no dudaremos ni un segundo Gale—. Finalizó, se puso de pie y abotonó el saco. Salió sin mirar a ninguno ni al joven, los demás le dieron un asentimiento de cabeza y salieron también. El muchacho tomó la caja con evidente molestia y le lanzó una mirada soberbia a la chica mientras lo observaba embobada. 

Salió sin darle importancia, una vez en su auto se puso el audífono adhesivo diminuto detrás de la oreja y se quedó como mirando la nada.

—Pryor…, sí, ya estoy en camino. Han hecho un cambio de planes, maldición, no me quieren decir de qué se trata…¡Exacto! Se debe tratar de algo grande… ¡Sí Pryor! Averigua de qué se trata…, usa los comandos de infiltración, llego en poco tiempo para continuar desde ahí.

Desconexión ForzadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora