Capítulo 4

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Jade

Los farolillos le daban un ambiente de lo más interesante a aquella especie de discoteca. Estábamos en FINNS beach club, cercano al resort de mi hermana. Era un sitio muy bonito, demasiado. No esperaba encontrar un lugar así en Bali, a decir verdad. Bueno, en general, solo había visto la típica foto en el columpio y en los templos de Bali. No sabía mucho más de esta isla. Pero Nekane prometió enseñarme hasta el último rincón con su moto amarilla chillón.

–¿Qué te parece? – preguntó mi hermana mayor, viniendo con unas bebidas. Me tendió un vaso y no dudé en aceptarlo.

–Me encanta. ¿Qué es esto exactamente? – pregunté, porque solo sabía el nombre y porque estaba escrito en un cartel enorme.

Tomé un sorbo de la bebida. No llevaba alcohol y sabía a mango. Estaba muy buena.

–Es un batido de mango, maracuyá y zumo de naranja. Quería que probaras el Teh Botol Sosro, es un té negro que últimamente se ha puesto muy de moda – informó –. Pero no tenían más. Justo unos chicos que estaban delante de mí pidieron los últimos. Creo que eran españoles. Al menos tenían toda la pinta.

Españoles en Bali. Que coincidencia, pensé. Tomé un poco más de mi batido y miré el ambiente. Parecía empezar a animarse la cosa. Eran las once de la noche y ya era totalmente de noche. Una pequeña parte de mi quería conectarse al directo de YouTube de OT, ya que a las cuatro iría de visita Abraham Mateo, un cantante del que ya no era tan fanática como años atrás, pero al que le tenía un gran cariño. Cuando fui a abrir mi pequeño bolso para sacar el teléfono, mi hermana ahogó un grito de emoción al oír los acordes de una canción que le gustaba. No conocía cual era, pero ella parecía sumamente emocionada.

–¿Qué canción es? – pregunté a la de pelo negro. Esta me miró un poquito mal porque parecía ser una de las canciones que más adoraba. Aun así, contestó.

Good Days, de SZA. Es mi canción favorita, amo a esa artista.

Presté atención a la canción mientras bebía un poco del batido. Ya me iba quedando menos. Mi hermana se terminó su bebida y me miro.

–Este es un viaje para conocernos mejor nosotras y que tu conozcas más de mamá. Yo te he hablado de mamá y de mí, pero ¿qué hay de mi hermana pequeña favorita? – preguntó con curiosidad.

No tenía nada especial, quería decirle. Pero no quise ser así de seca después de que me abriese las puertas de su país y se mostrase siempre como una hermana a pesar de no conocerme de nada.

–Pues estudio bachillerato. A distancia, el instituto no es mi sitio desde que me detectaron la enfermedad.

Nekane asintió. Yo no se lo conté, pero mi padre si lo hizo. Sobre todo, por si me pasase algo aquí en la isla y tuviera que ir a un centro médico para que ella supiera que medicaciones podían administrarme y cuales no. Y todos esos rollos médicos de los que prefería no hablar en ese resort de Bali.

–¿Qué tipo de bachillerato?

–Humanidades, los de ciencias eran demasiado raros para mí.

Vaya si eran raros. Leía una formula científica y me entraban dolores de cabeza. Aunque leyendo el alfabeto griego y las declinaciones latinas también me pasaba, pero no era el mismo dolor.

Ella soltó una carcajada que terminó contagiándome en pocos segundos.

–Yo siempre fui de ciencias en el instituto. No se me daban del todo mal la verdad.

–Te tengo envidia. Suspendo matemáticas desde tercero de primaria.

Me miró algo confusa. Claro, allí los cursos iban de forma diferente. En España era educación primaria, educación secundaria obligatoria y luego estudios postobligatorios, bachillerato o ciclos formativos. Pero supuse que en Bali sería todo totalmente distinto.

–Desde los ocho años más o menos – añadí para contextualizar, ya que dudaba que hubiera entendido mis palabras.

–Uf, media vida entonces.

Asentí y tomé otro sorbo.

–¿Mamá te enseñó español? – tras mi pregunta, Nekane se limitó a asentir levemente.

–Desde muy pequeña, quería tener algo especial conmigo y fue el español. Ya que con mi padre siempre hacía surf y submarinismo. Mamá lo odiaba y no le gustaba que hiciera esas actividades, pero cedió cuando gané un campeonato infantil de surf. Un día de estos te enseñaré a surfear.

Si no sabía ni ir del todo bien en bicicleta, el surf sin duda iba a ser un completo cuadro.

–No sé si yo estoy hecha para ese tipo de adrenalina – dije, no muy convencida.

El deporte acuático no era mi fuerte. Bueno, el deporte en general. Si que hacía yoga con Viv, pero porque era la mejor excusa para pasar tiempo juntas. Ya que cuando tenía mucho trabajo apenas la veía.

–No tiene tanta adrenalina, ya verás.

Pasamos un rato charlando de nuestras vidas mientras la música sonaba a todo volumen.

El lugar estaba dividido en dos partes. La zona de la piscina, donde la barra y los farolillos de colores iluminados y la zona de asientos y bancos, donde las hermanas Bari – es decir, Nekane y yo – nos encontrábamos.

Cuando nos acabamos las bebidas, bueno, yo me acabé la bebida, fui a pedir yo esa vez. La anterior fue Nekane y esa vez me tocaba a mí. Me levanté y fui hacia la caseta con barra donde te servían las bebidas. Yo no tenía ni idea de indonesio o bahasa indonesia, el idioma oficial de la isla. Pero en la mayoría de los establecimientos como los resorts la gente hablaba inglés. Y de esa lengua si que tenía un mejor dominio.

–Hola – saludé, ganándome la atención del camarero –, ¿me pones dos batidos de mango?

El chico, de piel morena, pelo oscuro, ojos del mismo calibre y una gran sonrisa, no dudó en ir a por los batidos. Enseguida vino con los dos vasos llenos de una bebida naranja.

–¡Aquí tiene! – dijo con alegría. Sonreí, pagué y le murmuré un gracias.

Cuando me giré, una de las dos bebidas chocó contra el torso de un chico.

–¡Joder! – maldijo en un perfecto español.

Seguramente este sería uno de los chicos españoles que Nekane mencionó. Era algo más alto que yo, con el pelo rapado y teñido de un rubio pollo horroroso. Lo que sin duda no era horroroso era su torso, que debido a la enorme mancha naranja se dejaba ver un definido abdomen.

–Dios lo siento muchísimo, perdona – dije en mi lengua materna, al ver el percal en la camisa del chico.

Él esbozó una sonrisa y negó.

–Tranquila, no pasa nada. ¿Eres española?

Tras su pregunta asentí levemente y sonreí sin mostrar los dientes.

–De Barcelona – añadí.

Su rostro cambió por completo. Pasó de una sonrisa a una gran emoción.

–¡Pero que me dices! ¡Yo también soy de Barna! Ay que felicidad, de Barna hasta Bali.

Asentí, todavía con una sonrisa en mis labios. Analicé un poco más al chico, que era guapo a rabiar.

–Pues sí, que casualidad.

–Soy Marc, encantado – tendió su mano para que la estrechase.

–Jade, lo mismo digo. Y siento lo de tu camisa. Puedo lavártela y – me cortó de inmediato.

–Ni se te ocurra. Una barcelonesa por aquí ya me ha alegrado el día. Aunque podrías darme tu número y compensarlo – eso último lo dijo en un tono más pícaro.

Sonreí y rodé los ojos. Como se notaba que era español, me dije en mis adentros.

Intercambiamos números con la excusa de quedar durante nuestras estancias en el paraíso. Cuando volví con Nekane, con una sonrisa, no dudó en preguntarme porque solo traje un batido y no dos. Se lo conté mientras se bebía el batido y no dijo gran cosa, excepto:

–Dile de ir a las cascadas un día de estos. 

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⏰ Last updated: Mar 26 ⏰

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EN EL CIELO | Héctor FortWhere stories live. Discover now