Then you came and saved me
Baby, right on time
Like an 80s movie
With the classic lines
80's Movies, Nick Carter.
Comenzó a llover cerca de las siete. Stear había vuelto al departamento y había decidido quedarse tirado en el sillón, con las luces apagadas y su disco de Air Supply sonando de fondo. La cabeza no paraba darle vueltas, en un desenfrenado carrusel de pensamientos. Las palabras de su abuelo sobre él, sobre su madre, las palabras de Chuck sobre Belinda, sobre él, sobre su salud mental.
Ojalá nunca se hubiera enterado de que Belinda y Chuck habían estado juntos, de que Chuck pensaba aquellas cosas. Podría haber tenido una agradable cena con Belinda, pero eso había quedado en el olvido. A veces realmente deseaba no ser Alistear Lancaster, deseaba ser cualquier otra persona o solo no ser, no estar...
"No de nuevo" pensó, pero la idea de "no estar" se comenzó a abrir paso en sus pensamientos.
Su madre también un día había decidido "no estar más" y ¿Podría culparla? Bueno, un poco sí, porque Diana y él habían quedado a la deriva pero ¿Realmente podía culparla? Había llevado una vida de mierda que la había dejado en el más profundo pozo y luego le habían asestado el golpe final. Le había sacado por completo la custodia de sus hijos.
La imagen de su madre, en su último cumpleaños era algo que le iba a atormentar por siempre. Aún así, viendo en lo que la habían convertido, los Lancaster se negaban a pronunciar su nombre y después de todo, quizás fuera lo mejor ¿No? No merecían decir el nombre de Rosemary.
Bud ladró en dirección a la puerta, un instante después sonó el timbre.
Stear se levantó del sillón cuando el timbre sonó por tercera vez, debía ser algo importante porque no creía que nadie lo molestara. A menos, claro, que a Chuck se le hubiera olvidado decirle algo más hiriente o que quisiera devolverle el puñetazo. Abrió la puerta y la luz blanca del pasillo le lastimó un poco la vista, acostumbrada ya a la oscuridad en la que estaba sumido el departamento.
—¿Belinda?
—Hola —dijo ella, parecía cohibida.
—¿Qué haces aquí?
—Quería hablar contigo.
Él se movió, para que pasara al departamento. Bud comenzó a saltar, saludando a la chica. Ella se agachó, dejó que el cachorro la saludara y le acarició suavemente la cabeza. Stear encendió la lámpara y la habitación se iluminó con una agradable luz cálida e indirecta.
—Tienes mala cara —dijo Belinda—. ¿Pasa algo?
—¿Además de lo que ya sabemos? —una vez que habló con ese tono frío, se dió cuenta de que Belinda tampoco tenía la culpa de lo que pasaba—. Lo siento, no quise...
—Yo no sabía que eran familia —explicó ella, a la defensiva—. Te juro que no tenía idea, ni siquiera tienen el mismo apellido. Cuando te conocí no sabía que eras dueño de ese hotel, pensé que solo eras un huésped y jamás creí... ¡No tenía idea de nada!
—No soy dueño del hotel —se defendió Stear, que en ese momento no quería ni recordar su apellido—. Mi abuelo es dueño del hotel, en todo caso, soy heredero de manera parcial, pero la verdad es que...
—Me da igual el título que tengas —le interrumpió Belinda—. No tenía idea de que eras primo de Chuck, no lo hice a sabiendas. Jamás te habría involucrado de haber sabido que eran familia.
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Un lugar en Cornelia St.
RomanceBelinda, una joven de la Nueva York de fines de los años noventa, vive atrapada en una vida agitada entre múltiples trabajos, una relación complicada con su jefe y la responsabilidad de cuidar de sus hermanas, mientras ve su sueño de cantar relegado...