Capítulo 8

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Aquellas últimas palabras de Adahí me dejaron congelado, perdido entre mis propias ideas, divagando entre lo que acababa de pasar, la plática que tuve con Lidia y el estado de excitación que cada vez se presentaba con más frecuencia en mi vida, que en ocasiones nublaba mi juicio y sensatez ante la necesidad que experimentaba de satisfacer los deseos que sentía hacia mi hija.

Adahí no dijo nada después de lanzar aquella pregunta, tampoco hizo nada más allá de arreglarse la ropa, tomar sus cosas y salir del auto mientras yo me quedaba congelado como idiota, sentado y con las manos en el volante, sintiendo el sabor del coño de mi hija dispersándose por mi lengua mientras su aroma se apoderaba de mi olfato, provocando ese maldito vacío en el estómago que me motivaba cada vez con más fuerza a usar el cuerpo de Adahí a mi antojo, a concederle lo que tanto me había pedido y con ello sacar de mi cabeza la asfixiante idea de coger con ella.

- ¿Vienes, papi? - preguntó mientras sostenía la puerta abierta, haciendo que volteara a verla antes de salir del auto, echar la alarma y caminar hacia ella, sintiendo cómo fijaba su mirada en mi entrepierna, mordiéndose el labio inferior, expresando un inmenso deseo que no necesitaba de palabras para erizarme la piel y obligarme a suspirar en un intento por controlar lo que ocurría en todo mi cuerpo.

Cada vez era más peligroso estar cerca de mi hija, lo sabía, pero no era tan fuerte como para alejarme, ya que desde que todo empezó y a pesar de la moralidad que trataba de llevarme en una dirección distinta, había una parte de mí que persistía en hacerla mía, que quería que fuera yo quien la convirtiera en mujer.

Entré en la casa, caminando un poco por detrás de Adahí, sin ser capaz de pensar claramente, agotado después de todo lo que había pasado durante ese día, sabiendo que mi decisión de no hacerlo con ella se debilitaba más y más a cada segundo que pasaba, con cada vistazo que le echaba a su cuerpo y con los persistentes e incluso obsesivos recuerdos que no paraban de presentarse una y otra vez en mi pensamiento.

- ¿Y estas maletas? - preguntó Adahí, dando una pequeña patada a un par de petacas enormes que yacían en el suelo, antes de que mi esposa saliera a nuestro encuentro en el pasillo, dirigiendo una fulminante mirada a mi hija.

- Son mías y te agradecería que no patees mis...

- Déjame adivinar, la abuela se puso mal de nuevo ¿No? - dijo mi hija con un tono mordaz y una sonrisa desafiante dirigida a mi mujer, quien se puso de mil colores antes de voltear a verme, haciendo que notara un cierto brillo de culpa en sus ojos.

- Sí, ella...

- Qué curioso que se ponga mal durante los fines de semana, ¿No crees mami? - la desafió Adahí, haciendo que el color en el rostro de Teresa se tornara aún más intenso, antes de que tratara vanamente de hablar, pues mis palabras interrumpieron lo que seguramente sería un desesperado intento por justificar sus visitas a su madre.

- ¿Cuándo te vas? - pregunté, sin el más mínimo intento de entablar una discusión, pero sintiendo nuevamente ese vacío en el estómago ante la eventualidad de quedarme a solas con mi hija en casa durante, al menos, un par de días.

- En unos minutos, solo quería cenar con ustedes y...

- ¿Cuándo regresas? - pregunté con una voz cortante, mientras la mirada de mi hija se encontraba con la mía, dibujando en sus labios una sonrisa apenas disimulada, seguramente debida a la idea de que nuevamente nos quedáramos solos en casa.

- No lo sé, mamá está...

- Bien, espero que se recupere pronto - dije sin dejar de mirar los coquetos ojos de mi hija, a la vez que ambos comenzábamos a avanzar en dirección a las habitaciones - dejaré mis cosas y bajo a cenar - expresé sin darle demasiada importancia a la próxima ausencia de mi esposa, pensando que seguramente Adahí tenía razón y Teresa se había encontrado otro hombre que la hiciera sentir aquello que entre nosotros ya no había.

Adahí: mi nena se ha convertido en mujerWhere stories live. Discover now