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𝑨𝒎𝒆𝒍𝒊𝒂



8:03 a.m.


Amelia recorría las calles de Avellaneda apresuradamente, su mente preocupada por llegar tarde a su empleo. Avellaneda parecía conspirar en su contra ese día, ya que el tráfico era denso y las calles estaban abarrotadas de gente apurada por comenzar su jornada laboral.

Amelia esquivaba hábilmente la multitud, buscando la manera más rápida de llegar a su destino. Se suponía que debería haber llegado hace media hora, pero por alguna extraña razón su despertador no sonó. Era su primera semana en el trabajo y no podía permitirse llegar tarde.

El corazón de Amelia latía con fuerza mientras corría por las calles, buscando desesperadamente una solución. Hasta que sus pensamientos fueron interrumpidos cuando, por distraída, chocó accidentalmente en el hombro de alguien.

Amelia se detuvo abruptamente y se disculpó apresuradamente. "Lo lamento mucho", balbuceó, sintiéndose avergonzada por su distracción. Sin siquiera voltear a ver a la persona con la que había chocado, decidió no perder más tiempo y continuó corriendo hacia su trabajo. A medida que se alejaba del lugar, sintió una ligera sensación de culpa al no haberse asegurado de que la persona estuviera bien.

















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El resto de la jornada transcurrió igual que cualquier otro día. No obstante, el gerente del establecimiento regañó a Amelia por llegar tarde al trabajo.

Sin embargo, para Mia fue una jornada maravillosa, ya que amaba su empleo. Desde que cruzaba la puerta principal del establecimiento, Mia podía percibir la mezcla de olores que la recibían como una dulce melodía. El aroma a café recién hecho se fundía con el suave perfume de las páginas impresas, creando una combinación irresistible para los amantes de literatura.

Era como si ese mágico perfume envolviese a cada persona que entraba ahí, transportándola a un mundo donde las palabras eran las protagonistas. Mia se sentía afortunada por trabajar rodeada de libros, su pasión desde la infancia. Durante su tiempo libre, disfrutaba sumergirse en historias de amor, aventuras fantásticas o reflexiones filosóficas. Y ahora, como si el destino lo hubiera planeado, estaba rodeada de miles de esas narraciones en su lugar de trabajo.

Cada vez que observaba a un cliente explorando los estantes, buscando obsesivamente el libro perfecto para acompañar sus días, Amelia experimentaba una sensación de satisfacción. Sabía que cada elección era un viaje personal, una decisión que enriquecería la vida del lector y lo sumergiría en una experiencia inigualable. Y ella, en su modesta manera, formaba parte de ese proceso.

𝘈𝘮𝘰𝘳 𝘊𝘰𝘮𝘱𝘭𝘦𝘵𝘰  (𝑬𝒔𝒕𝒆𝒃𝒂𝒏 𝑲𝒖𝒌𝒖𝒓𝒊𝒄𝒛𝒌𝒂)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora