Capítulo 1

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Mientras cruzaba el salón, Serena Tsukino se preguntó cómo se las había arreglado para conseguir un empleo en Pandora Productions

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Mientras cruzaba el salón, Serena Tsukino se preguntó cómo se las había arreglado para conseguir un empleo en Pandora Productions. Las personas que la rodeaban eran tan altas, elegantes y atractivas que parecían salidas de una pasarela de modelos. Incluso su traje negro palidecía y resultaba conservador en comparación con aquel despliegue de colores.

Se resistió a la tentación de mirarlos con cara de boba y alzó una mano para echarse un mechón de cabello por detrás de la oreja. Fue un error, porque las carpetas que llevaba pesaban demasiado y estuvieron a punto de caerse; sin embargo, reaccionó a tiempo y no sufrió más percance que el de las gafas, que se le bajaron hasta la punta de la nariz. Incluso en eso tenía mala suerte; normalmente usaba lentillas, pero había perdido una.

Cambió las carpetas de posición para evitarse más problemas y chocó con lo que parecía ser una pared.

Esta vez, las gafas se le cayeron al suelo. Y cuando se giró para mirar la supuesta pared, descubrió que era un hombre.

—¿Se encuentra bien? Permítame que la ayude —dijo una voz ronca.

El desconocido le quitó las carpetas y ella entrecerró los ojos, intentando distinguir su cara.

—Sí, estoy bien —respondió—. Pero las gafas se me han caído...

—Son cosas que pasan.

El hombre rió, se inclinó para recoger las gafas y se las dio. Serena sintió una punzada en el estómago; su voz le resultaba extraordinariamente familiar. Cuando por fin pudo verlo, se quedó asombrada.

Era Darien Chiba, en carne y hueso. Con su cabello negro, sus ojos de color azul zafiro y una cara que habría despertado la envidia de un ángel. Por suerte, ella no era una adolescente impresionable, capaz de empezar a chillar al verse ante un actor famoso. Era una mujer adulta; pero desgraciadamente, también era una mujer apasionada que se estremeció al sentir el roce de su mano en la mejilla, mientras él le ajustaba las gafas.

—Gracias, señor Chiba—acertó a decir—. Lamento haber tropezado con usted. Espero no haberle hecho daño...

—No se preocupe. Pero deje que le lleve las carpetas.

—No, no es necesario.

—Insisto.

Serena pensó que con esa cara y ese cuerpo podía insistir siempre que quisiera y salirse con la suya en todos los casos.

—¿Dónde quiere que las deje? —preguntó él.

Sus miradas se cruzaron y ella estuvo a punto de suspirar.

—En el departamento de contabilidad, si no es mucha molestia. Mi mesa está junto a la del señor Morrison.

—Veo que es nueva en Pandora Productions.
Darien lo dijo con tono de afirmación, de modo que Serena no se sintió obligada a responder nada. Lo siguió por el pasillo e intentó apartar la vista de sus espaldas anchas y de su legendario trasero, que había tenido ocasión de admirar en su última película.

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