Sentí que alguien me dio un beso en la mejilla y lo miré, ya lo había reconocido por el olor de su perfume. Él me sonrió.
—¿Qué me dijiste? —pregunté, quitándome los audífonos de los oídos.
—Nada, solo te saludé. No me había fijado que los llevabas puestos —dijo, señalando los pequeños aparatos inalámbricos—. ¿Qué haces aquí? —preguntó, sentándose a mi lado.
—Mi compañera está con su novio en el dormitorio. Estoy empezando a odiarla, ya lo ha hecho como cuatro veces en los últimos dos meses —fruncí el ceño y Azael se rió.
—Desventajas de vivir en la facultad.
—Bueno, no es que fuera diferente a cuando vivía con mis padres.
—¿Por qué? —preguntó, haciendo una pompa de chicle.
—Ethan metía sus "amigas" en las noches a escondidas, en ese entonces yo no tenía vida sexual. La situación no es muy diferente ahora, la verdad —expliqué.
—Okey, mucha información.
—Sí, lo siento. Me entró la confianza.
—Ya veo.
Miré al frente y dejé la mirada en una pareja que estaban hablando bajo la sombra de un árbol. Eran un chico y una chica. Me quedé tanto tiempo mirándolos fijamente que cuando me giré, Azael tenía una sonrisa traviesa en los labios.
—Odio esa mirada —mascullé.
—¿Cuál mirada?
—Esa mirada —él amplió su sonrisa—. No es lo que piensas —aclaré.
—¿No?
—No.
—¿Entonces?
—Mira al chico —indiqué, y él lo miró discretamente—. ¿Qué ves?
—Un chico —se encogió de hombros.
—No te hagas el gracioso. Míralo bien. Mira su lenguaje corporal hacia ella.
Pasaron unos minutos en los que Azael se dedicó a analizar al chico.
—A él le gusta ella. No. Es más que eso —habló finalmente.
—Pero a ella yo la vi con otro chico ayer —dije. Azael me miró de golpe—. Iban tomados de la mano y muy cariñosos —agregué.
—¿Cuál es tu punto?
—¿Cómo alguien puede estar con varias personas a la vez? Es lo que no entiendo. A mí me cuesta horrores estar con una sola persona, es más, ni siquiera he tenido algo serio desde hace un buen rato y... hay personas que están con dos o tres y ni se inmutan. Están normales. ¿Soy yo muy rara o esta generación es la rara?
—Yo creo que depende de cada quién, Mia. Por ejemplo, si es un polvo y ya, sabes que a esa persona no la verás de nuevo... a menos que tú quieras y sientas que, bueno, que puede llegar a más. También depende de lo sentimental que sean las personas y todo ese rollo.
—¿Qué quisiste decir con ese último? —inquirí, con el ceño fruncido.
—A ver, que hay personas que sienten con mucha intensidad y otras que...
—...que les cuesta sentir —terminé por él.
—Exacto.
—Como yo, por ejemplo —agregué, distraídamente.
—Bueno, eso no lo sé, Mia —lo miré a la cara y entrecerré los ojos.
—Sí lo sabes.
—No, no lo sé.
—Sí lo sabes, Azael. Sabes que soy una persona despreocupada y desinteresada, que soy un tanto insensible y que siempre suelo ser muy directa sin importarme los sentimientos de los demás. Sabes eso y mucho más. Admítelo —me puse de pie.
—¿De qué hablas, Mia? —cuestionó él, un tanto sorprendido por mi arrebato.
—No me extrañaría que pienses que soy un maldito bloque de hielo —bufé.
—Yo nunca pensaría eso, Mia —él se puso de pie también.
—¿No?
—No —aseguró, poniéndose serio—. ¿Se puede saber a qué viene esto?
—A que... no lo sé, Azael. No lo entiendo, no me entiendo del todo. Quiero... no sé qué es lo que quiero. Pensé que tenía todo claro hace unas semanas, pero me equivoqué —él dio un paso hacia mí y puso sus manos en mis hombros.
—Oye, tranquila. No te atormentes por eso, es normal estar un poco perdido cuando a esta edad. No siempre las cosas son tan claras como el agua, a veces necesitamos aventurarnos para saber qué es lo que queremos y lo que no —me tranquilizó.
—Yo... lo siento. No quise reaccionar así, no... no pensé con claridad.
—No pasa nada, Mia. Lo más importante es que estés bien. ¿Lo estás?
—Ahora sí —afirmé, y lo abracé. Él me rodeó los hombros con sus brazos—. Gracias por... entenderme. Siempre lo haces.
—Hace un rato te tachaste a ti misma como una mala persona, pero ten por seguro que no lo eres, Mia. Yo te he visto hacer cosas buenas por otras personas y estar ahí para ellos. Tal vez mi opinión no importa, pero hay veces que las personas de tu alrededor ven cosas en ti que tú no puedes ver. Y todo lo que yo veo es bueno.
—Hacer cosas buenas no te hacen buena persona —contradije.
—En eso tienes razón, pero ten en cuenta que tampoco te hace mala persona.
Levanté la cara y lo miré a los ojos. Aún seguíamos abrazados.
—Tú opinión me importa mucho, Azael. Es muy importante desde que llegaste de nuevo a mi vida —expresé. Él esbozó una sonrisa ladina.
—Gracias —me separé de él y miré a mi alrededor. Nadie nos observaba, todos estaban pendientes de sus asuntos—. ¿Vamos por algo de comer? —sugirió.
—Sí, gracias.
Ambos salimos del campus y nos metimos en la cafetería. Pedimos algo de comer y nos pusimos a hablar de cualquier cosa.
Una de las cosas que más me gustaba de estar con Azael era que no importa lo que pasara, nuestra comunicación seguía siendo estable. Si peleábamos, hablábamos para poder arreglarlo.
Siempre tuvimos buena comunicación, cosa que para mí fue extraño, puesto que la comunicación con el resto de mis amigos no era muy estable.
Y, sobretodo, sabía que no importaba lo que yo dijera, Azael siempre encontraría la forma de rebatirlo y hacerme ver que estaba equivocada.
Admiraba eso de él. Era persistente y no se rendía ante nada.
Lastima que eso no sirvió de mucho.
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VIENEN Y VAN
Novela JuvenilLas personas vienen y van en nuestras vidas. Algunas vienen y van. Y vuelven a venir. Y se vuelven a ir. Hasta volverse continuo. Supongo que Azael era una de esas.