Capítulo 27

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Inés exclamó exasperada—: ¿Qué diablos hice mal? ¿Cómo pasó esto?

Juana ladeó la cabeza, confundida. —Señorita Inés, simplemente no entiendo cuál es su problema —aplicó aceites aromáticos en los pies de Inés y frotó su piel.

Inés tembló ante la sensación. —¡Basta...! Me dan cosquillas ahí —se retorció y retrocedió.

Juana resopló y se puso las manos en las caderas. —Bueno, la Duquesa me dijo que cuidara cada centímetro de su cuerpo.

—Mi madre no te está mirando en este momento.

—Pero Dios está mirando, ya sabe —respondió severamente Juana, persignándose. Luego, volvió a agarrar los pies de Inés.

Inés soltó una risita entrecortada. —Dios no está interesado en la suavidad de mi piel, así que, por favor, ¡detente!

—¿Le dan muchas cosquillas?

—Sí, Juana. Sabes muy bien cuánto detesto que me apliquen aceite en el cuerpo.

—¿Cómo podría saberlo? Es la primera vez que le aplico aceite. Pero estoy segura de que lo recordaré después de hoy.

Inés se dio cuenta de su error y cerró la boca. En su vida antes de retroceder en el tiempo, había cuidado su piel constantemente, pero en su vida actual apenas prestaba atención a las rutinas de belleza. Su madre, la Duquesa Baleztena, creía que una dama debía brillar y oler a flores, no tener manchas de tinta en las manos y sentarse sola en la biblioteca. Sin embargo, para consternación de la Duquesa, una vez Inés tuvo un inmenso ataque cuando la obligó a realizar rituales de embellecimiento.

La Duquesa no tuvo más remedio que ver a su hija caminar luciendo como un cuervo. De vez en cuando, pensaba: Inés debe estar maldita. ¿Por qué de repente empezó a vestirse de negro para agregar morbo a su cabello negro? Parece el director de una funeraria. La Duquesa ya estaba frustrada porque Inés había heredado el cabello negro de su padre. Ahora, sospechaba que Inés secretamente deseaba deshonrarla vistiéndose de negro de pies a cabeza. A pesar de su furia, la Duquesa nunca volvió a desafiar a su hija.

La Duquesa sólo pudo apretar los dientes desde lejos. De vez en cuando, acariciaba tiernamente el rostro de Inés, susurrándole palabras de lástima al oído. —¿Fue esa fiebre de tu niñez la que te hizo de este modo? Debí haberte cuidado mejor y evitar que te volvieras rara... Inés, mi pobre niña... esta maldición debe ser culpa de tu padre. Mira tu cabello negro. ¿Por qué siquiera piensas en vestirte de negro con tu cabello negro...? Debes haberte vuelto loca... ¿Qué hice tan mal...?

Es cierto, la Duquesa tenía razón al decir que la fiebre había sido un punto de inflexión. Inés se había convertido en una persona completamente diferente a partir de ese momento. Inés no podía creer que su madre pensara que la ausencia de vestidos coloridos era una prueba de su maldición. En cualquier caso, se sentía responsable porque el nuevo enfoque en su vida actual afectaba enormemente a su madre. Algunas veces Inés pensó que le había robado a su madre la hija que solía conocer.

De ahí que Inés accediera a esta extravagante rutina de belleza para apaciguar a su madre. Como la futura novia, Inés fue mimada de pies a cabeza.

—Por favor, considere esto su responsabilidad —la persuadió Juana—. Sé que estos rituales le resultan molestos, pero debe darse cuenta de que la Duquesa ya ha cedido bastante. Y no tenemos mucho tiempo.

Inés frunció el ceño y miró fijamente el retrato en la pared. Cárcel, de diez años, le sonreía. De hecho, no tenía mucho tiempo.

Después de años de evadir su ceremonia nupcial con pretextos educados y excusándose en su deber como oficial, Cárcel Escalante finalmente había enviado una misiva a la mansión Baleztena solicitando un matrimonio rápido.

Anillo Roto: Este matrimonio fracasará de todos modosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora