•CAPÍTULO 1•

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El giro de la manilla me alertó de su llegada

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El giro de la manilla me alertó de su llegada. Tomé aire y apreté los puños.

Una cosa era segura.

Moriría antes que cederle ni siquiera un minuto de mi programa.

-Lirot, apaga la música.

La mirada en los ojos de Sasha reflejaba cansancio y estrés, justo como nos sentíamos la mayoría de nosotros. Y aún así, ponérselo más difícil no me generaba ningún remordimiento. Esto se trataba de mi zona de trabajo y el ambiente que podría crearse debido al choque que supondría juntarnos en una misma cabina. Compartir algunos minutos de mi Show con un incrédulo del amor me parecía inaudito. ¿Qué era lo que pasaba por sus cabezas?

-Lirot...

Detuve la melodía que ponía en cada descanso. Una balada o alguna sinfonía de Beethoven; siempre me daban inspiración para adoptar a mi gusto personal los guiones que Dan, el redactor del estudio, preparaba previamente como borrador.

Me giré en la silla y aparté los auriculares sin sonido que solo estaba usando como escudo para que no me molestaran. Obviamente, Sasha me conocía mejor.

El color gris en sus ojos sabios me dieron una idea de lo que estaba por decirme, no obstante, decidí adelantarme con un rotundo:

-No lo haré.

Sasha se sentó pacientemente en la silla a mi lado y desvió la mirada.

-Cariño, entiendo que quieras tener tu propio espacio. Pero...

-Sasha, no se trata de alguien invadiendo mi área. Se trata de él -lo interrumpí- ¿Por qué no lo juntas con Janet? Ella se centra en dar consejos de estilo y cuidado personal. Un poco de humor negro y sarcasmo le vendría bien a sus oyentes -mis dientes rechinaron cuando comencé a escuchar voces intrusas. Murmuré-. Después de todo, el sarcasmo es un tipo de arma cuando se quiere sacar de un enredo.

Ante mi diatriba, Sasha me miró con cansancio.

-Sabes que esto no es obra mía. El dueño incluso estaba considerando cerrar el estudio. "Un sitio tan grande debería generar mayores ingresos", sus palabras. Y ellos tienen el dinero pero no el espacio; es un trato justo.

Cuando me sentía tensionada o nerviosa, tenía la mala costumbre de morderme los bordes de las uñas. Y dependiendo de la intensidad, a veces lograba hacerme sangrar. Así que instintivamente me lleve la mano izquierda a la boca, mordiendo mientras hacía brincar mi pie de arriba hacia abajo. Sasha observó mi tic nervioso, pero decidió no intervenir. Verme distraída logró que pudiera seguir hablándome.

-... Además. El poder absoluto ya no es todo mío. Recuerda que los puestos cambiaron...

Gruñí, liberando mi dedo índice.

-Esa es otra cosa. ¡Cómo pudieron despedir a Peter y cambiarlo por esa mujer!

-Era Peter o yo, Lirot. El señor Belousov* pidió tener en los altos mandos personas que también fueran de su entera confianza.

-Ese viejo bigote blanco, exigiendo y exigiendo. ¿Fue él quién también decidió que el susodicho trabajara en mi bloque? -Tan pronto terminé de nombrarlo regresé el dedo ya lastimado a mi boca, mordiendo más profundo.

Sasha suspiró. Creía que era el quinto que soltaba desde que entró.

-No. Fue Fedora.

Pasé al siguiente dedo con la indignación rugiendo dentro de mí.

-¿Y quién se cree ella? -Bajé mi mano-. Tú eres el jefe aquí.

-Es la Productora, linda. Y es mejor que no se te olvide.

-Dam' it.

Sasha sonrió con tristeza.

-Lo sé.

Un golpe contra la puerta me llevó ociosamente al siguiente dedo, el meñique. Janet asomó sus despeinados rizos color caoba. Llevaba una expresión comprimida, ocasionado que sus pecas también se arrugaran comicamente.

-La señora Fedora quiere hablar con usted, señor. Todos han llegado.

Sasha asintió-. Voy, cariño. Gracias.

Janet cabeceó en afirmativa y recia a irse, me miró con ojos implorosos. Quería que también estuviera en la reunión. La culpabilidad me inundó al recordar que le había mentido a Sasha para alejarme de la dichosa "bienvenida", así que aparté la mirada e hice más presión con mis dientes. Mordiendo. Mordiendo. Janet se retiró tras soltar un resoplido.

Había dicho que mi abuelo paterno estaba en su cumpleaños número noventa y que quería ir personalmente a llevarle mi regalo antes del anochecer porque luego regresaría a Düseldorf, donde vivía. Sin embargo, a mi abuelo paterno le importaba bien poco que yo estuviera porque era senil y ya no recordaba a nadie, y mientras estuvo en sus cinco sentidos, nunca me quiso por ser la nieta adoptada. Un hombre criado a la vieja usanza con la creencia de que si no se engendraban hijos propias, no se dejaban entrar extraños a la familia. Incluso si ese extraño fuese una niña de nueve años con amnesia disociativa'.

Sin duda, me iría al infierno por mentirle a Sasha. Pero incluso así..., creo que le daría la bienvenida, con tal de no verle la cara aún a los nuevos. Especialmente a esa Fedora y a él... Para verlo a él necesitaba prepararme más.

Anton Relish me intimidaba bastante, pese a no querer aceptarselo a nadie. No lo conocía en persona -tuve mucha suerte de nunca ser presentados-, pero su forma de expresarse a través del segmento que dirigía y la forma en como aplastaba tan duramente a aquellos que intentaban meterse con él, junto a ese público tan devoto que poseía... si, le tenía miedo. Especialmente a lo que le haría a mi programa. Él era un amargado y un incrédulo, ¿cómo encajaríamos? No había manera.

Además, me horrorizaba pensar en que me cambiaran completamente por él.

-Lirot, linda. Estas sangrado.

Parpadeé, dándome cuenta por primera vez que lo que entraba a mi boca ya no era la piel muerta de mis dedos, sino sangre tibia. Observé atentamente mi dedo meñique herido y murmuré muy bajo.

-No dejes que me quiten esto, Sasha. El programa es... lo único por lo que he luchado tanto.

Lo escuché moverse y luego su mano se apoyó sobre mi cabeza en un gesto paternal. Le dio unas cuantas palmaditas.

-No olvides que he sido yo el que te ha cumplido sueños, querida. Y las hadas madrinas jamás dañamos a nuestras cenicientas.

Levanté la mirada con una sonrisa en mis labios que se le contagió.

-Nos vemos mañana.

Su figura alta y delgada vestida con sus pantalones jean ajustados y su acostumbrada camisa manga larga, se alejó pacientemente hasta apoyarse en la puerta. Y guiñandome un ojo, abrió y cerró tras de sí.

El silencio envolvió la cabina y mi mirada no se apartó de la herida aún sangrante en mi dedo.

Las cosas estaban a punto de cambiar drásticamente y no estaba para nada preparada para afrontarlas.

Belousov: Bigote blanco, en Ruso.

Lirot #ONC2024Where stories live. Discover now