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TW: uso de sustancias

Malena abrió lentamente los ojos, sintiendo un dolor pulsante en su cabeza que la hizo jadear. Parpadeó varias veces, tratando de acostumbrarse a la luz que se filtraba a través de las cortinas entreabiertas. No reconocía la habitación en la que se encontraba, y eso solo aumentó su confusión.

Con cuidado, se incorporó un poco, sintiendo un mareo repentino que la obligó a recostarse de nuevo en la cama. Una oleada de náuseas la golpeó, haciéndola cerrar los ojos y respirar profundamente para controlarse.

Con mayor cautela, se sentó de nuevo, sintiendo el dolor punzante en su cabeza intensificarse con cada movimiento. De un momento a otro, sintió un cosquilleo agudo atacar su nariz que le hizo llevar su mano a su rostro con molestia. Sus dedos tocaron algo húmedo debajo de su nariz y cuando vio la gota roja de sangre en la punta de su dedo, todos los recuerdos de la noche anterior inundaron su cabeza.

Recordaba con detalle la cena con su hermano y su novia; el enojo que le causaba la precensia de Danilo a su lado y la amenaza de Cochi. Recordaba la caminata a la plaza donde se había sentido más liviana, y luego recordaba correr, el viento azotando su rostro y haciendo que sus ojos lagrimearan. Recordó la mano de Danilo en su muñeca, su cercanía luego de haberse sentado en su cama.

Miró a su alrededor y efectivamente estaba en la cama de Danilo, al lado de la pared. Sus ojos se percataron de la bolsita blanca abierta y fue como si un auto hubiese chocado con su cerebro al recordar lo que habían hecho con esa bolsita. No podía evocar todos los eventos de la noche, pero sí sabía y de eso estaba segura que la sensación de haber estado drogada había sido una de las mejores experiencias de la vida que con anhelo quería volver a experimentar. Jamás en su vida se había sentido así de libre y feliz y quería volver a vivir esas emociones.

Un movimiento capto su atención, que estaba solemnemente puesta en la bolsita. Al lado suyo, en el otro costado de la cama una piel blanca brillante resaltaba de las sábanas oscurecidas por las manchas. Danilo se encontraba profundamente dormido, su rostro completamente pacifico que hacian que el chico se viera mucho más joven de lo que era. Estaba durmiendo apoyado en su panza sin su remera. Malena tuvo frente a sus ojos la imagen de su espalda, los contornos de los huesos y los músculos se insinuaban bajo la superficie, creando una elegancia natural en cada curva y pliegue.

La respiración quedó atascada en su garganta y un sentimiento de pavor atacó su cuerpo. Miró para abajo y pudo ver que ella tampoco tenía puesta la remera. Su corpiño negro de encaje contrastaba con su piel blanquecina llena de pecas y Malena sintió las náuseas escalar por su garganta.

Se fijo al instante si todavía tenía puestos los pantalones y estuvo muy aliviada al descubrir que sí. Hizo lo mismo con el castaño que seguía en el mundo de los sueños. Corrió la sabana que tapaba de su cadera para abajo y vio que todavía tenía los pantalones puestos.

El alivio en su interior fue interrumpido rápidamente por un sentimiento de aprensión al recordar el fantasma de labios que dejaba un camino de calor cada vez que se posaba en su piel. No podía creer lo que había hecho estando tan fuera de si y de inmediato se sintió avergonzada.

No dudó ni un segundo, palpando sus alrededores con cuidado para no despertar a Danilo en busca de su remera. Se puso lo primero que encontró, y por el aroma que invadió su olfato sabía que esa prenda de ropa no era suya. Pero no le importó.

Se levantó con cuidado y paso por encima del castaño, agarrando la cajetilla de cigarrillos y las tres bolsitas de polvo blanco. Trató de evitarlo, pero miró por encima de su hombro una última vez y la imagen de la inocencia de Danilo en su sueño quedó impregnada en su cerebro para siempre.

LA DAMA Y EL VAGABUNDO|| danilo sanchez/ matias recaltDonde viven las historias. Descúbrelo ahora