[AÑO 7] La Caja de Cartón

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La vida en Yokohama se puede describir como todo, menos como pacífica. No hay día en el que entre su papeleo no se cruce con un caso más bizarro y aberrante que los del día anterior, hasta el punto en el que está plenamente convencido que dentro de cien años la maldad y el odio será la norma y la minoría serían aquellos que hacen el bien.

Más allá de eso, una sensación de intranquilidad brota en él cuando pasa entre las multitudes. Sumergido en la seguridad de que Syouma viviría dentro del sótano todos los años, por la mente de Ango nunca cruzó la idea de cómo son las personas de la misma edad de su hijo y las que habitarán cuando este haya crecido. Sin embargo, el panorama ha cambiado y la idea de Syouma conviviendo con aquellos que ve por la calle ya no es tan lejana.

Es así que ahora, por donde sea que vaya, Ango se ve aficionado con analizar a los niños que circulan sus alrededores. Todos aquellos crecerán dolidos, sabe eso con certeza. Cuando Syouma crezca, estos supuestamente inofensivos e inocentes infantes que se cruza por la calle se habrán convertido en personas con la capacidad de hacer mal. Serán ellos mismos los que contribuirían al peligro del mundo.

Y como lo pensó antes, los buenos serán la minoría. Syouma sería uno de ellos, claro está. Su hijo nunca se volvería un maleducado, ni mucho menos un criminal. Trabaja a diario para que no sea así, entonces sabe que sus esfuerzos no serán en vano.

"¿Syouma jamás será malo, verdad?" Le pregunta Ango, ahora sentado en el sofá con su computadora en su regazo. Syouma está parado detrás de él en el mismo sillón. Con sus suaves y pequeñas manos, masajea las raíces de su cuero cabelludo como si se tratara de plastilina y después, al notar que se pasó de la raya y ha dejado el cabello de su padre hecho un desastre, lo peinaría con sumo cuidado para volver a arruinarlo.

El niño acerca su nariz al cabello de Ango y lo olfatea, enternecido por el aroma, encoge el rostro a gusto. "No, Oto-san. Tú estarías triste y yo..."

Syouma gira la mirada hacia la mesita en el fondo y mira la hora en el reloj digital que reposa allí y que brilla con números en grande. "Yo no lo quiero ver triste."

Ango queda perplejo unos segundos con la idea de las dulces palabras de su hijo. Luego, baja la mirada y retoma lo que escribe en el ordenador. El niño no vuelve a hablar fuera de los ruidos que emite al jugar con sus juguetes. En el sótano no hubo ningún sonido de fondo a excepción de Syouma, quien pasa de lado a lado.

"¡Syouma-kun, Hiyoko se lastimó la pata, debemos parar!" Exclama el niño dándole voz a un peluche de gato. De allí va hacia el gran peluche y produce sonidos que Ango supone que son lo que Syouma se imagina como el chillido de dolor de un animal y lo arrastra al escenario ficticio en el que toma lugar la película que juega a hacer.

"¡Necesitamos pedir ayuda!"

Se trata de un inocente juego. Nada fuera de lo común. Ango ha presenciado esta escena una y otra vez.

"¡Llamemos a Dazai-san!"

Eso, por el contrario, es algo nuevo. Ango frena en su labor y deja la computadora a un lado suyo y está a punto de levantarse cuando pregunta:

"Syouma ¿Qué has dicho?"

El niño lo detiene al venir este hacia él y trepar a sus piernas. Con manos apretadas en su ropa, Syouma tilda la cabeza como si se tratara de una pregunta peculiar. "¿Dazai-san?"

"Sí."

"Es el señor que vino el otro día."

No encaja en lo más mínimo. Van sus palabras contradiciendo todo lo que Ango siempre ha tenido en mente para su hijo. Este asiente. "¿Cuándo volverá?"

Tu Memoria en sus Ojos [SPIN-OFF]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora