Capítulo IX (0.5)

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El encuentro con Charles fue distinto a lo que Max hubiese catalogado como la primera impresión ideal. Al principio estaba agradecido por cuán cooperativo había resultado ser Leclerc, aunque fueran objetivos personales los que lo impulsaban había aceptado la invitación contra todo pronóstico; el holandés nunca pensó que aparecería. Mientras más avanzaba la conversación dio cuenta de que el joven tenía cero interés en él como persona particular, sino lo importante era su conocimiento sobre Stroll, los negocios y, este punto fue el peor, el pasado de Carlos. A él poco le interesa el presente o futuro de Sainz, pero con tal de tener al interlocutor atento se fue de boca contando la amistad pasada a voz ligera a pesar de la carga emocional. Hacia el final fue cuando todo empezó a ir en dirrección sur, él dijo cosas que no pensaba ¿Amenazar a Charles? No fue su intención, lo hizo al verse arrinconado, al enfrentarse a la posibilidad de perder la atención del monegasco, en conclusión: un impulso estúpido. La mente lo consolaba haciéndole creer que ahora la cabeza de Charles estaba llena de él y si era así quizás no se arrepentía tanto.

No ocultaba para sí mismo las ganas de pasar la noche con el muchacho de ojos verdes, sin embargo ahora no tenía posibilidades, era necesario esperar pacientemente antes de dar ese paso, Leclerc era como un ciervo, un movimiento brusco y desaparecería entre los árboles, obligándolo a empezar de cero. Por lo tanto, a modo de premio consuelo, encaró en dirección este, paró un taxi y le brindó las indicaciones para llegar a su tumba en forma de mansión recatada ubicada en el sureste de New Canterbury, al barrio parecido a la Canterbury inglesa.

Luego de la primera llegada de los ingleses, un sacerdote, destacado por su devoción al Señor, decidió replicar la sagrada ciudad a imagen y semejanza en la parte, a su consideración, bendecida. Al sureste las aguas del Atlántico, por medio del estuario de Long Island, daban vida a pequeños ríos rocosos, no muy largos y angostos. Allí era la zona perfecta para empezar a construir una catedral de modesta elegancia, en consecuencia, debido al centro religioso, se instalaron las primeras familias pudientes (todos ingleses), varios ocupaban las edificaciones solo en vacaciones o cuando buscaban acercarse al Señor. Avanzando a la década de 1950 no quedaba ninguna familia propietaria del siglo XVIII más que la de Stroll - no heredero por línea directa -.

El taxi frenó frente a una mansión blanca, con una estructura no tan antigua. La arquitectura correspondía a la famosa Belle Epoque Parisina, tomando lo que fue vanguardia a finales de 1800 y principios del siglo XX. El frente era de un color crema ya oxidado, con balcones limitados por finas balustradas trabajadas. La puerta principal era de madera oscura y antes de llegar a ella se atravesaba el patio delantero, protegido por rejas negras con detalles dorados. Max le pagó al chófer y con mucho valor de adentró en la propiedad haciendo uso de las llaves regaladas por el propietario.

- ¿Qué haces aquí a esta hora? No te estaba esperando -un hombre bronceado, con barba corta, rulos negros desordenados y cara y voz de dormido apareció asomándose desde el segundo. El interior, al igual que el exterior, no era tan amplio, no existía un recibidor pomposo, sino que casi directamente se cruzaba la puerta al salón principal donde uno hallaba la escalera al segundo piso.

- Yo tampoco esperaba venir -Verstappen pasó con total normalidad después de haber dejado el gabán barato en el perchero de la entrada- ¿Debería irme? -tal como si fuera su casa enfiló para los estantes que exhibían una reserva de fino alcohol, de ahí tomó una botella de vino rosado bajo la etiqueta "Château Minuty".

- Apareces solo para vaciar mis reservas ¿Acaso sabes el precio de esa botella? -el dueño bajaba la escalera a paso lento, todavía estaba despertándose

- No lo sé, por eso tomo ¿Gustas, Daniel? -agarró dos copas que estaban colgadas cerca del mismo estante y tiró el cuerpo sobre el sillón rojo. En la mesa pequeña y petiza frente a él apoyó la cristalería y la botella.

El Hombre de la Ventana || (Lestappen) (Charles Leclerc/Carlos Sainz)Where stories live. Discover now