Artemisa es la esposa de Edward, ambos sabían que se amaban y eso lo demostraban todos los días, pero también sabían que algo le faltaba. Algo para llenar el vacío que sentían. Se sentirán completo cuando apenas conozcan aquella torpe y problemática...
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ARTEMISA SALIÓ del baño envuelta en una toalla. Soltó un suspiro, siempre era lo mismo. Si fuera por ella no siquiera iría a la escuela, pero por Carlisle tenía que hacerlo y también porque sabe que las personas son demasiadas chismosa en aquel pueblo. Tenían que mantener la apariencia.
Desde que se había levantado sentía algo en su pecho, como si algo fuera a suceder. Desde hace una semana sentía aquello, pero hoy lo sentía más intenso.
Sabía que Alice sabía, pero por más que le pidió a Edward que indagara en sus pensamientos no logro ver nada, la pequeña vampira comenzaba a cantar canciones para evitar que Edward lea sus pensamientos.
Escucho la puerta de la habitación abrirse, no se giro sabía que era Edward y eso lo confirmo cuando sintió un brazo envolverse en su cintura con fuerza.
— Ambos sentimos lo mismo. — murmuró Edward hundiendo su cabeza en su cuello.
— Sí, pero hoy es más intenso. — respondió soltando un suspiro profundo.
Edward no dijo nada más y solo la giro para besar sus labios. No le gusta verla preocupada y mucho menos afligida. Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello mientras él tenía su brazo alrededor de su cintura.
La toalla que cubría su cuerpo cayó al suelo, pero la puerta de la habitación fue abierta bruscamente. Edward maldijo entre dientes mientras la cubría. Ella sonrío con diversión al escucharlo maldecir, nadie creería que el educado Edward Cullen era capaz de maldecir.
— ¡Dejen sus cosas para luego, se hace tarde para la escuela! — Alice exclamó con el ceño fruncido. Edward rodó los ojos con irritación.
— No es necesario gritar, somos vampiros, ¿sabías?
— Contigo es necesario. — respondió con una gran sonrisa la duendecillo. Emmett apareció detrás de Alice con su típica sonrisa burlona.
— Déjalos, solo quieren estrenar la cama. — dijo el grandullón con diversión.
Artemisa bajo la mirada con timidez a la vez que un sonrojo se extendía por su rostro. La anterior cama se había roto por culpa de una noche algo intensa.
