En las cenizas del sol de medianoche

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Disclaimer: Los personajes de Harry Potter son propiedad de J. K. Rowling. La historia es de Inadaze22.

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Capítulo treinta y cinco: En las cenizas del sol de medianoche

Primera parte: La caja adornada

14 de agosto

El olor a pintura muggle era fuerte en el aire y asaltó su nariz hasta que se encontró en la entrada de la conocida sala de conferencias.

O tal vez ya no le era tan conocida.

Su madre había redecorado, de nuevo, y Draco tuvo dificultades para obligar a su rostro a no fruncir el ceño.

Miró a su alrededor y luego retrocedió para asegurarse de que era la habitación correcta.

De hecho, lo era.

Pero... Draco dio un paso hacia la habitación.

Todo estaba mal. En lugar de las suntuosas paredes y los suelos de mármol, las paredes eran de color crema. Por no mencionar la alfombra en el piso, una alfombra azul, que representaba a un jugador de Quidditch que estaba en constante buscando la snitch, pero nunca la atrapaba. En lugar de retratos con silenciosas expresiones de desdén, había carteles de famosos jugadores de Quidditch y uno de una criatura púrpura con aspecto de ogro saltando.

Y juguetes. Estaban por todas partes.

Algunos estaban organizados a un lado de la gran sala, pero la mayoría no. Draco frunció el ceño con disgusto.

Su ceño fruncido finalmente se transformó en molestia cuando, mientras se adentraba más en la habitación y notaba los cambios, casi tropezó con uno de los pequeños y malvados juguetes. El cartel más cercano, resultó ser de ese imbécil de Gryffindor, Oliver Wood, hizo muy poco para sofocar su risa. Draco lo miro con odio. Wood se rio. Draco blandió su varita. Wood mostró una sonrisa arrogante. Draco reflexionó en voz alta sobre cuál sería el mejor hechizo para prenderle fuego.

Y Wood guardó silencio.

Una vez que envió volando al ofensivo juguete por la habitación, Draco se sacudió los hombros, guardó su varita en el bolsillo y se dio la vuelta para irse. Y fue entonces cuando lo escuchó.

Tic. Tac. Tic. Tac.

Su cabeza se volvió bruscamente, lleno de curiosidad, con ojos increíblemente observadores. Y ahí estaba.

El reloj.

Podría haber jurado que le había dicho a Arcturus que se lo quitara. Y todavía...

Draco pareció gravitar hacia él como un anciano hacia un banco en el parque. Con dedos cautelosos, se acercó y lo tocó. La madera era suave bajo sus dedos, bien trabajada y con acabados de gran habilidad. Era una reliquia Malfoy, pero al mismo tiempo, se veía muy diferente al reloj que se había burlado de él la última vez que estuvo en esta habitación. La madera era de un color más claro y cambiaron la apariencia de la esfera del reloj para que encajara con el aspecto infantil de la habitación.

Infantil.

Draco casi resopló ante la ironía.

No había tenido ni un solo buen recuerdo de lo que sucedió en esta habitación, pero con algo de tiempo, alfombra, juguetes y pintura muggle, su madre había logrado redecorar el pasado. O al menos lo había intentado. Tal cosa no era realmente posible, incluso con los juguetes esparcidos por el piso alfombrado. El pasado acechaba por todas partes: bajo las capas de pintura, en las sombras del pequeño estate con libros, bajo sus pies y haciendo tic-tac justo frente a él. Era inevitable. Draco extendió la mano y tocó el cristal.

DesgarradaWhere stories live. Discover now