El devorador de arte - capítulo final

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—Era un maldito videojuego... tanto rollo por un videojuego... en serio, el mundo se va a la mierda.

—No es un simple videojuego, hermanita: ¡es la madre de todos los videojuegos! ¡El salto definitivo a la realidad virtual que todos esperábamos! Mundos generados de forma aleatoria que se adaptan a las necesidades del jugador, con NPCs controlados por IAs con infinidad de patrones de comportamiento y grandes historias adaptadas a todos los perfiles. Misterio, humor, acción, asesinato, romance... y no creadas por cualquiera, ¿eh? ¡Todas salen de las mentes más privilegiadas del mundo! Los mejores escritores y directores del panorama internacional. Y encima, como si fuera poco, a nivel visual contaban con la composición gráfica de cada uno de los artistas a los que les ha arrebatado la vida... Joder, sé que suena feo decirlo teniendo en cuenta que es un asesino, ¡pero Alejandro Rivas es un auténtico genio!

—Insisto, es un maldito videojuego.

Llevaba tres días en casa cuando al fin la noticia de la detención de Alejandro Rivas había sacudido toda la prensa. Era muy tarde, setenta y dos horas daban para mucho, pero al menos se había hecho pública. Supongo que buscaban la mejor manera de anunciar lo que aquel monstruo había hecho... aunque admito que había llegado a temer que intentasen encubrir lo ocurrido. Más allá de su locura, lo que aquel tipo pretendía conseguir era muy grande.

Enorme.

Durante aquellas jornadas los interrogatorios habían sido continuos, lo que había permitido descubrir que no solo había estado cazando en el sector artístico. A sus espaldas eran ya varias las muertes de novelistas con las que cargaba. Ah, y músicos. De hecho, había estado picoteando por todo el sector audiovisual en busca de nuevas víctimas con las que completar su gran obra maestra. Y todo para crear un maldito videojuego...

Se me revolvían las tripas de solo pensarlo...

Pero a Arturo no. A él, en el fondo, dejando de lado la parte caníbal, le daba pena lo sucedido. Claro que, siendo un friki en mayúsculas, o gamer, como a él le gustaba que le llamasen, no era de sorprender que suspirase al imaginar lo que habría vivido con aquel videojuego. Incluso yo podía ver que las premisas que planteaban eran muy interesantes...

Pero no todo valía.

—A mí tampoco me hubiese importado probarlo —comentó Rodrigo con una sonrisa amarga en los labios. Miraba las noticias con aire pensativo, seguramente recordando lo que habíamos vivido en aquel sótano—. Ha orientado mal la forma de obtener el conocimiento, por supuesto, pero es innegable que lo que plantea es un salto cualitativo.

—Mejor que se hubiese limitado a robar el talento sin comerse a los artistas, ¿no?.

Rodrigo se encogió de hombros. No sabía qué pensar al respecto, o mejor dicho, no se atrevía a compartirlo. El tema de la Inteligencia Artificial era muy sensible, había muchos artistas que se sentían "atracados" al ver sus propios estilos en manos de aquellas máquinas, pero gente como mi hermano o su amigo no podían entenderlo. Estaban demasiado lejos del mundo creativo como para poder incluso plantearse aquella posibilidad. Yo, por mi parte, tenía claro mi mentalidad: nos estaban expoliando. Y usaba el "nos" porque me gustaba formar parte de la comunidad, aunque era plenamente consciente de que a ninguna IA le interesaba lo que yo hacía. No tenía suficiente nivel.

Por suerte, era precisamente aquella mediocridad la que me había permitido seguir con vida y poder descubrir a ese demente, así que, ni tan mal.

—Por cierto, sigo sin entender cómo pudiste descubrir que eran robots —comenté, volviendo a centrar la mirada en la televisión. No dejaban de mostrar distintas imágenes de Alejandro en diferentes etapas de su vida. Por el momento lo consideraban un monstruo, pero no tardaría en salir corrientes favorables a él que le elevasen a la categoría de "genio incomprendido"—. ¿Cómo lo notaste?

—¿Notar? —respondió Rodrigo, mirándome de reojo—. Yo no noté nada.

—¿Entonces? ¿Atacaste sin saber si...?

Preferí no acabar la pregunta. Su cara de culpabilidad lo decía todo.

—¡Ay, Dios! —exclamé, y solté una carcajada—. ¡Pues tienes suerte de haber acertado, de lo contrario ahora mismo estarías entre rejas por agresión!

—La suerte del tonto —se burló Arturo.

Seguimos viendo las noticias. La lista de víctimas de Alejandro y sus IAs era espeluznante, aunque no tanto como saber cuál había sido su funesto final. Por el momento no estaba claro el motivo por el cual había programado a los androides para que devorasen a sus víctimas, pero en los foros de internet había salido un rumor macabro. Al parecer, se había encontrado el libro "Holly" de Stephen King en su biblioteca privada, lo que había inducido a pensar que, quizás, hubiese cogido la idea de la novela.

Fuera cual fuese la respuesta, lo cierto era que Alejandro Rivas iba a pasar una buena temporada entre rejas. Quizás no lo suficientemente larga como para que las familias de los afectados sintiesen su daño reparado, pero sí como para que, al menos yo, pudiese respirar tranquila una buena temporada. Ya nadie iba a volver a intentar asesinarme para robarme mi talento... nótese la ironía.

—Como vuelvas a meterme en una lista de esas en internet te mato, Arturo —le advertí a mi hermano, dedicándole un rápido guiño. Sonó a amenaza, pero en realidad era una broma. En el fondo, había una parte de lo ocurrido que, incluso siendo muy turbia, me gustaba—. La próxima vez asegúrate de que no haya psicópatas detrás.

—Lo intentaré, pero ya sabes cómo es Twitter. Nunca sabes a quién te vas a encontrar. En fin... ¿ponemos una peli?



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