Justificar

45 17 20
                                    

─ No sé si me van a alcanzar cinco minutos... ─ me dijo él.

Yo suspiré un poco antes de caminar hacia mi pieza. A juzgar por la hora, de seguro en cualquier momento iba a llegar mi vieja y no tenía interés en que me viera del orto por un pibe. No de nuevo.

─ Tampoco creo que tengas mucho para decir... ─ me reí con un cierto enojo en mi voz. ─ ¿Cómo vas a justificar tu infidelidad? Contame...

─ No voy a justificar nada, Fiorella. ─ noté que su tono de voz se había vuelto más serio, así que me obligué a mi misma a actuar de la misma manera. ─ Me gustaría que hablemos, de verdad... Pero no por llamada.

La idea de juntarnos en persona con Martín no era tan agradable para mí, pero tenía un punto. Hablar las cosas en persona era algo muchísimo más sencillo y correcto para cerrar el tema, pero debía admitir que me daba algo de miedo el tenerlo cara a cara. ¿Miedo de qué? Ni idea. Quizás me daba algo de miedo caer rendida a sus pies, de nuevo.

Me quedé un instante pensándolo antes de aceptar su propuesta.

─ Bueno, dale... ─ me encogí de hombros. ─ Ahora estoy al pedo, sí te parece.

─ Eh, bueno dale. Voy en un rato.

Cuando Martín cortó la llamada, yo me quedé en silencio por un rato antes de empezar a dar muchas vueltas por mi casa totalmente inquieta. ¿Por qué lo había invitado a que venga ahora? Podría haberle dicho que viniera mañana o en un millón de años, pero no. Sos medio pelotudita, la verdad. ─ me dije a mí misma antes de quejarme en voz alta.

Lo hecho, hecho estaba.

Después de un buen rato, en el que me arrepentí más de una vez por lo que hice, abrí la puerta cuando escuché que Martín estaba golpeando. Me arreglé un poco el pelo con ambas manos y abrí después de contar unos tres segundos. En cuanto lo ví, sentí que mi corazón se aceleró un poco. Ambos nos quedamos viéndonos fijo por un momento hasta que me hice a un lado y lo dejé pasar.

Martín llevaba puesta una chaqueta negra sobre una camisa blanca de mangas cortas y unos jeans cargo que... Dios, ¿por qué había venido tan lindo para verme? Me quejé por lo bajo.

─ Hace... Mucho no te veía... ─ dijo, con algo de nerviosismo en su voz. ─ Te ves bien.

─ Gracias... ─ En realidad, no estaba bien, pero eso era un tema aparte. ─ Vos también te ves bien.

Ninguno sabía qué más decir. El ambiente estaba demasiado tenso, pero Martín no había venido específicamente para coquetear conmigo, ni para darme cumplidos. Le hice una seña con la cabeza para que me acompañara hasta mi pieza y los dos entramos en silencio, mirándonos el uno al otro. Yo me senté en la silla de mi escritorio y él se sentó en mi cama, viéndome fijamente a los ojos. Su mirada era suave y tenía un cierto brillo en los ojos que lo hacía ver más atractivo. Me crucé de brazos al reconocer que me estaba dejando cautivar por su belleza e hice un esfuerzo por ponerme seria con él.

─ ¿Entonces? ─ me encogí de hombros ligeramente. ─ ¿Qué tenés para decirme?

Él se llevó una mano a su pelo oscuro y se lo tiró ligeramente hacia atrás mientras suspiraba.

─ Sea lo que diga, no te voy a convencer, así que... ─ ladeó un poco la cabeza. ─ Voy a ser totalmente sincero con vos.

Mis ojos bajaron de su mirada hasta sus manos. Reconocí que Martín estaba totalmente inquieto para hablar y que, incluso, estaba estirando mucho la conversación.

─ Yo sé que no me vas a creer, pero me arrepiento mucho por lo que hice. ─ en cuanto dijo eso, yo volví a levantar la mirada para verlo. ─ Y sé que me equivoqué, que no te valoré ni un poco y que actué como un pelotudo, en todo sentido...

─ Fuiste muy pelotudo, sí. ─ agregué. Él se puso un poco colorado, con algo de vergüenza. ─ ¿Y? Eso no quita el hecho de que te ví. ─ comencé a jugar con mi lengua en el costado de mi cachete. ─ Por lo menos, si me ibas a cagar, podrías haber tenido la decencia de no hacerlo en público.

─ La chica esa del boliche no significó nada para mí... ─ dijo rápidamente, poniéndose de pie. ─ Fue una pelotudez lo que hice, me puse en pedo y me la mandé... Aunque, eso no justifica nada.

─ Hm... ─ dije yo, en un tono suave. Me quedé pensando en silencio todo lo que había dicho.

Él mismo estaba reconociendo, delante mío, que se había equivocado. Y aunque eso no significaba nada, porque tranquilamente podría estar mintiendo, parecía estar funcionando... De alguna forma. Perdonarlo era caer bajo, pero dejarlo ir era algo que no me podía permitir.

Me quedé jugando con mis dedos, viendo fijamente mis manos antes de volver a alzar la vista para verlo. Estaba en duda de si debía escuchar mi corazón o mi cerebro.

─ No te creo nada, Martín... ─ me puse de pie al igual que él y abrí la puerta de mi pieza. Me quedé junto al umbral, esperando que saliera.

─ Sé que me equivoqué, ya lo dije. ─ él se acercó hasta mí y me tomó la mano con suavidad. ─ Pero estoy acá porque aún me siguen pasando cosas con vos.

─ A mí también. ─ admití. Solté su mano rápidamente y salí de la pieza. ─ Pero yo no te hubiera cagado con la primera que me cruzo. Ese es el problema.

─ Fiorella. ─ Martín fue detrás mío y me agarró la muñeca para que no pudiera abrir la puerta. ─ Por favor...

Cuando me giré a verlo, ví que sus ojos me estaban suplicando que me quedara con él. Él sostuvo su agarre por un instante antes de soltarme y acercarse más a mí, poniendo sus manos sobre mis hombros para que pudiera verlo directamente a los ojos.

─ Estoy muy enamorado de vos, Fiorella. Perdón por ser un pelotudo... ─ acarició con suavidad mi pelo, haciendo que un ligero escalofrío me recorriera el cuerpo.

Mi corazón latió con gran intensidad cuando me abrazó y continuó acariciando mi pelo. Me empecé a sentir completamente vulnerable en sus brazos. No quería ceder, no quería dejarme caer, pero al final terminé abrazándolo también.

Quizás Martín no me estaba mintiendo. Quizás sí. Ya no tenía idea de absolutamente nada. En ese momento, sólo me apegué a su cuerpo y dejé que Martín me envolviera por completo en sus brazos.

Autumn's Fading Light: Un drama en Buenos AiresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora