14 - Obviedades.

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El castaño observó a quien era su amigo, confuso, sorprendido y aún nervioso de haberse dado cuenta de esa manera que estaba durmiendo en su cama. Caminó hacía la cocina, llamando a su mamá apresuradamente.

¿Hola? ¿Que pas— Atendió Margarita, siendo interrumpida.

– Miguel está durmiendo en mi cama...– Susurró, intentando no gritar de la sorpresa.

Ah, si, me olvidé decirte. Me dijo que necesitaba un lugar para quedarse, y que nosotros eramos los únicos más cercanos con los que él podía estar, y bueno, no le iba a decir que no. Es muy buen amigo tuyo y honestamente no me molesta, ¿Pasó algo?– Contestó calmada, explicando lo que había ocurrido.

–No, nada, solo me sorprendió... bueno, eso nada más, adiós.

Bueno, adiós, nos vemos en un rato.

Su llamada finalizó, y el castaño aún necesitaba procesar la situación, y escucharla desde el punto de vista del pelinegro que ahora se encontraba dormido.

Entró nuevamente a su cuarto, observándolo con cuidado, sin poder bien su rostro. Cuando se dió cuenta que no tenía sus anteojos, le dió miedo mirar, ¿Era lo correcto? Sabía que a su amigo le incomodaba ese tema, y genuinamente no estaba seguro si inclinar más la mirada o seguir manteniendo esa privacidad que el deseaba cuando se trataba de sus ojos.

Decidió seguir la segunda opción, manteniendo la distancia, pero aún observándolo con detenimiento. Le gustaba estar cerca de él, por más que sea durmiendo o en clases; también disfrutaba pasar tiempo con él, disfrutaba hablar, escuchar música, le agradaba ser su amigo.

Pero tenía miedo, porque cuando se dió cuenta de que le gustaba, también cayó en cuenta de que todo cambiaría, ¿Cambiará para mal, o para bien? ¿Perderá su amistad cuando se lo diga? Probablemente, si era mutuo se harían pareja, y si no, automáticamente será un chico asqueroso. No quería eso, para nada.

Pensaba y pensaba rápidamente, sin pausas, pero eso no lo detenía de hacer algo. Se encontraba demasiado cerca, viendo su nuca, y parte de su mejilla. No quería ser invasivo, pero se dejó llevar por sus tontas acciones. Comenzó acariciando su cabello negro, suave y lacio, mientras se seguía acercando con cuidado. Pero después escaló hasta el momento en que, cerrando sus ojos avergonzado, le dió un beso en la mejilla. En segundos ya se encontraba totalmente separado de él, esperando que no despierte.

Mientras estaba perdido en sus pensamientos y para su dudosa suerte, se dió cuenta de que el pelinegro se estaba levantando lentamente. Con las mejillas enrojecidas se dió vuelta, mirando al lado contrario en dónde él se encontraba. El pelinegro aún medio despierto se puso los anteojos y se sentó en la cama.

–Hola, Luis... ¿¡Luis!?– Se sorprendió, haciendo que casi caiga de la cama.

–Ay, mierda Miguel, ¿Que te pasó?– Reaccionó igual de asombrado, viendo los moretones de su rostro y cuello.

Ambos se disculparon por aparecer repentinamente, y el más bajo comenzó a explicar todo lo que había ocurrido y por qué estaba ahí, lo que pensaba hacer cuando se resuelva todo y muchas disculpas por haber llegado así.

–No te preocupes, enserio, no me quiero imaginar todo lo que tuviste que pasar para que esto ocurriera, pero no me gustaría que se repita...– Habló el castaño, agarrando con fuerza las manos de quien estaba frente suyo.

–... Me... alegra, que pueda contarte todo esto.– Susurró, avergonzado y aún sin creer que estaba siendo "cariñoso" con alguien, claramente siendo su primera vez siéndolo.

–A mí me alegra que puedas hacerlo.– Comentó, también. Ambos viéndose atontados.

Mientras intentaban buscar las palabras para seguir la conversación, un abrir y cerrar de la puerta principal los hizo darse cuenta que ya había llegado Margarita.

–Hola chicos, ya volví, no tuve que hacer más horas porque me las cubrieron y aproveché para venir temprano, ¿Como andan?– El castaño se apresuró para ir hacia donde estaba su madre, nervioso por toda la situación anterior.

El pelinegro saludó amablemente desde el pasillo, con la misma expresión. Margarita lo volvió a ver levantado una ceja y lo saludó de la misma manera. Él volvio a la habitación con normalidad, mientras que Luis se había quedado con su madre.

–Así que bien, ¿No?– Le sonrío ella a su hijo.

– ¿Que cosa?

–Es un lindo chico, y yo no tengo problema con eso.

El castaño se enrojeció, dándose cuenta de que si, era demasiado obvio, y que se madre lo haya notado no ayudaba en absoluto para su cordura en cuanto a lo que sentía por el chico.

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¿Estarás cerca de mí? [Papulince x Panafresco]Where stories live. Discover now