Capítulo 2: "Furiosa"

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El reloj del salpicadero marcaba casi las doce cuando por fin se subieron al coche. La visibilidad era tan limitada que su padre tenía que usar las luces largas para iluminar la carretera.
Hacía una noche preciosa, de cielo estrellado y brisa cálida, y Lisa se sentía feliz por el mero hecho de haber dejado atrás su espera aeroportuaria. Ni un mísero bocadillo les habían dado en el vuelo, pero si todo iba según lo previsto en unos minutos estaría en casa, la nevera llena y las ventanas abiertas con la brisa del mar llenando todas las estancias. Este pensamiento tan sencillo le hizo sentir en paz.
—Tienes hambre ? ¿ Has cenado ? -Su madre se dio la vuelta y le dedicó una sonrisa radiante. Cinco abrazos y varios besos después, seguía con ganas de achuchar a su hija.
—Lisa negó con la cabeza. -He cenado algo en el aeropuerto.
—Qué pena, tu padre ha comprado unas piezas de caza exquisitas.
Su padre la miró por el espejo retrovisor y sonrió con orgullo.
—Mamá, ya sabes que no como carne. Y menos de caza.
—Así estás de delgada-le reprochó su progenitora.
—Lisa puso los ojos en blanco. Daba igual cuántas veces repitiera que
era vegetariana, sus padres nunca lo respetarían, ni eso ni otras muchas cosas que atentaban, al parecer, contra su manera de encauzar sus vidas.
—Tu madre tiene razón. Cuando has salido del avión me ha costado reconocerte.
—Papá, no exageres. El médico dice que estoy en mi peso ideal— refunfuñó, cansada de mantener la misma discusión cada vez que los visitaba.
Parecía obvio que estaba fuera del alcance de sus progenitores comprender sus preferencias alimenticias. Pero con veintisiete años sobre los hombros, ya nada le sorprendía. Sus padres no entendían ni su vegetarianismo ni la mayoría de sus elecciones o preferencias. Cinco años de que había partido rumbo a Auckland para buscar trabajo, seguían teniendo la esperanza que algún día regresara a Busan, su ciudad natal ¿ Pero regresar para qué ?
Cada vez que ponía un pie en su antiguo barrio, se topaba con gente de su pasado a la que hacía años que no veía pero que la seguían tratando como si hubieran coincidido el día anterior. Esas mismas personas se consideraban, además, con derecho a opinar sobre su vida, y no eran pocas las miradas curiosas y los comentarios insidiosos los que aguantaba cuando la paraban por la calle. Al menos en Auckland podía ser una ciudadana anónima. Allí no tenía que soportar el constante acecho de sus vecinos, pues la gente directamente no se metía en los asuntos de los demás. Así que no, Lisa no tenía ninguna intención de abandonar su vida en la capital para confinar un barrio en donde hasta el panadero la saludaba como si fueran amigos íntimos.
Cansada de dar explicaciones que no iban a entender, se apresuró a cambiar de tema. Era el mejor de los recursos cuando la conversación circulaba por caminos que no le interesaba tomar:
—¿ Han llegado ya los Kim ?
—Mañana—dijo su madre con manifiesta alegría. A la madre de Lisa siempre le gustaba la compañía de los Kim, sus mejores amigos—Les dijimos que llegaran un día más tarde para que pudieras acomodarte.
—No teníais por qué hacerlo, pero muchas gracias.
—Bueno, es que este año vamos a tener que hacer algún cambio.
Lisa frunció el ceño . ¿ Cambio ? —¿Qué quieres decir?
—Su hija Jennie también viene —le explicó entonces su padre.
—Sí, a ver cómo distribuimos las habitaciones arguyo su madre.
—Lisa sintió que su corazón se detenía. La sangre abandonó su rostro de
pronto, aunque afortunadamente nadie más fue capaz de verlo, oscuro como estaba el asiento del coche . ¿Jennie?¿La hija de los Kim iba a pasar las vacaciones con ellos? Es decir, no solo tenía que arrepentirse de haberse gastado el dinero en un carísimo billete de avión para pasar sus únicos días libres con la familia, sino que ahora podía sumar a esa lista del horror la presencia de una persona a la que directamente detestaba.
—¿ Por qué no me lo dijisteis antes ? —protestó , intentando controlar el mal humor que sentía pero fallando de manera estrepitosa.
—¿Es que no lo sabíamos! Nos lo confirmaron esta tarde. —la madre de Lisa, no estaba mintiendo. Al menos, no del todo. Solo omitió contarle la parte en la que insistió a los Kim para que animaran a su hija Jennie a venir, ahora que estaba atravesando un mal trago personal.
—Bueno, pero podías habérmelo dicho cuando hablamos en el aeropuerto. A lo mejor me habría quedado en Auckland . —Lisa cruzó los brazos sobre el pecho, en señal de rechazo. Estaba enfadadísima. La paz que antes había sentido pensando en la nevera llena se había esfumado por completo. Ahora solo sintió deseos de decirle a su padre que parara el coche, que ella se bajaba allí mismo. Le daba igual si la carretera estaba oscura o que apenas pasaran vehículos por ella. Si hubiese tenido agallas, se habría puesto a hacer autostop para que cualquier extraño la llevara de vuelta al aeropuerto. Una cosa era pasar las vacaciones con sus padres, otra muy diferente pasarlas junto a Jennie Kim.
—Oh, cariño, no me creo que todavía andes con eso-intervino su padre. Lisa pudo ver por el espejo retrovisor que estaba sonriendo y eso empeoró su mal humor.—¿ Cuántos años han pasado desde la última vez que os visteis?
—No los suficientes.
—Lisa, por favor —la llamó al orden su madre. Te estás comportando como una chiquilla. Jennie es una muchacha encantadora que está pasando por un mal momento y debemos recibirla como si fuera un miembro más de la familia.
—Bien, hazlo tú. Yo la recibiré como si fuera la última persona a la que me apetece ver—replicó hundiendo la mejilla en la mano, con la mirada perdida más allá de la carretera.
— Cariño, dile algo.
—Déjala por ahora. Está sorprendida, es normal. Seguro que se le pasará —aseguró su padre.
Lisa sintió ganas de bufar. Por supuesto que no se le iba a pasar. Estaba claro que habían transcurrido muchos años desde la última vez que había visto a Jennie. Si no recordaba mal, habían coincidido unas vacaciones de Navidad en una céntrica calle de Busan. En esa ocasión se saludaron de mala gana, en la distancia, con un leve alzamiento de cejas, antes de proseguir su camino. Por lo tanto, carecía de motivos para pensar que ahora iban a llevarse mejor que durante sus años de colegio. Lo que debía hacer era ignorarla. Sería amable pero distante, eso es todo lo que Jennie Kim podía esperar de ella.

BÉSALA TÚ POR MIWhere stories live. Discover now