CAPÍTULO: 3

1 0 0
                                    

La alarma de mi reloj en la muñeca comienza a sonar, sacándome bruscamente de mi sueño. Es otro día y miro el reloj: son las 7:30 am. Intento estirar mis brazos y piernas desde el sofá, aunque debo admitir que no es el mejor lugar para dormir sentado. Mientras me estiro, empiezo a recordar todo lo ocurrido ayer. Realmente fue pura suerte. Después de estirarme, me levanto del sofá para abrir las cortinas y contemplar el amanecer. Los rayos del sol inundan la habitación, recordándome que la niña aún está en su cuarto.

Me dirijo hacia su habitación con cautela y abro la puerta suavemente. La veo dormida, así que cierro la puerta con cuidado. Esto me da tiempo para preparar el desayuno. Por suerte, tengo todo lo necesario a mano.

Manos a la obra.

Enciendo la hornalla y coloco la sartén para hacer unos huevos revueltos. Una vez listos, les añado un toque de sal y pimienta, y los sirvo en un plato. Mientras tanto, preparo unos champiñones salteados y corto algunas frutas en rodajas. Después, me ocupo de hacer unos waffles, aunque no salen con formas perfectas. Caliento unas tostadas y las unto con mermelada de frutos secos. En un cuenco hondo, sirvo yogur con granola por encima. Para completar, preparo un delicioso chocolate caliente y lo decoro con crema batida. Quizás toda esta comida sea demasiada, pero quiero que se sienta cómoda en su primer día aquí.

Busco un par de tazas de porcelana delicadamente decoradas en el armario. Con precaución, vierto el chocolate caliente en una de ellas y coloco todo en una bandeja. Con la bandeja en las manos, camino con cuidado hacia su habitación. Abro la puerta suavemente y coloco la bandeja sobre la mesita de noche junto a la cama, pero la niña no está. Supongo que está encerrada en el baño. Me acerco a la puerta y le doy tres pequeños golpes.

— Mi nombre es Zarius, espero qué hayas podido dormír bien y te traje el desayuno. Tranquila, puedes salir. No voy a lastimarte —, menciono, pero no recibo respuesta y recuerdo que olvidé algo muy importante.

Salí de la habitación y voy al living. Abro mi mochila y saco un sobre. Regreso rápidamente a la habitación y me agacho para deslizar el sobre debajo de la puerta del baño.

— Prometo darte tiempo que necesites para procesarlo — informo —. Sé que no es fácil, tampoco lo fue para mí.

Sigo sin respuestas.

Me siento en la cama mientras espero, recordando que le dije que le daría tiempo. Sin embargo, honestamente me preocupa que se tome demasiado tiempo y el desayuno se enfríe. Es irónico, lo sé.

Después de unos minutos, escucho cómo la puerta se abre lentamente, revelando a una niña con los ojos llorosos y aterrada. Sosteniendo el sobre en una de sus manos temblorosas. A pesar de que la puerta está abierta, ella sigue escondida, debatiéndose si salir o no. Soy consciente de que si me muevo de donde estoy, ella cerrará la puerta rápidamente.

Admito que me siento un poco idiota ahora mismo, ya que no había considerado esta parte. Estaba tan concentrado en traerla aquí que no pensé en lo que le diría después. Ahora debo hacer todo lo posible para ganarme su confianza.

La observo detenidamente y puedo ver en sus ojos solo terror, miedo y angustia. Ya no hay ese brillo que solía recordar. Me planteo la idea de salir de la habitación y dejarla sola con el desayuno, parece ser la mejor opción antes de quedarme esperando. Aún así, siento la necesidad de hablar con ella, de explicarle muchas cosas y hacerle saber que estaré aquí para responder todas sus preguntas. Hay tanto que quiero decirle y tanto que quiero que entienda.

Al instante, ella vuelve a cerrar la puerta, lógicamente no saldrá de ahí mientras yo esté presente. Me levanto de la cama y considero salir de la habitación porque sé que no me hablará hasta que esté lista, pero justo cuando estoy a punto de hacerlo, ella comienza a pronunciar sus primeras palabras.

La Decisión Más Difícil Where stories live. Discover now