Acto de Graduación

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Esta Historia de verdad me había causado mucha melancolía, tanto que no me había dado de cuenta que Jennifer estaba llorando a moco suelto. Así que para no reprimir mis emociones, lloramos los dos un buen rato en la biblioteca. El tiempo había pasado volando y no nos habíamos dado de cuenta de que la biblioteca estaba a punto de cerrar. Ya en las afueras antes de despedirnos Jennifer me mira los ojos como si quisiera confrontarme y me dice con algo de autoridad la frase que estaba vedada de mi vocabulario y que no quería escuchar Nunca jamás.

—Me voy a morir Santiago; y no podrás hacer nada para evitarlo.

Mi primera reacción fue sujetarla de los brazos y sacudirla; estaba molesto porque estuviera invocando a la muerte... ¡No tenía derecho de dañar mis ilusiones con ella! Así que empecé a hablarle de manera fuerte, le subí el tono de voz y sentí que en ese momento el doctor era yo y ella la estudiante.

—Mírame ¡Mírame! Jennifer, no vuelvas a decir esa estupidez. ¡Prométeme que no lo volverás a decir! Tú vas a vivir, tienes una vida por delante, y si me lo permites Yo quiero acompañarte en tu caminar...

—¡No lo entiendes! Por momentos Te Amo, pero a veces me causas repulsión, y no lo entiendo... A veces pienso que soy una Loca, y lo último que quiero es dañarte, porque eres un excelente muchacho, y te mereces mucho más que una pobre chica enferma que tarde o temprano va a cruzar las puertas de la muerte — y echó a correr entre las oscuras calles hasta perderse la niebla.

Me sentí como un estúpido, le estamos confeccionando castillos de oro, y ella pensaba que eran de arena... Le estaba ofreciendo una vida repleta de amor, y ella confundía el amor con El engaño, simplemente quería hacerle muchos regalos, pero ella sentía que en cada regalo venía una desgracia... Quería que sonriera siempre, pero por cada sonrisa caía una lágrima, de verdad que estaba entre la espada y la pared. ¡No sabía qué hacer con ella ni cómo ayudarla! Así que decidí irme a mi casa para seguir escribiendo:

Según los periódicos, era el verano más caluroso y seco desde el 2012, y el último viernes de vacaciones, vísperas del primer día del regreso a Clases; hasta las varas de oro de los árboles estaban resecas y sedientas. Y el reloj de la Biblioteca Pública se había detenido, por lo cual las personas sentían la pesadez infinita de un engañoso viaje por el Calendario.

Llevaba un año haciendo cosas raras, y después de una última atrocidad, celebraron una pequeña reunión donde los pasapalos tenían nueces, lo que más preocupaba del asunto es que el tercio de las personas presentes eran alérgicas a eso y terminaron en el Hospital General.

Las personas por el Calor estaban completamente chifladas. Al final se corrieron los riesgos más absurdos
que se pudieran imaginar y consiguieron salir indemnes de ellos. Lo más increíble era que las personas corrían delante de las carreteras repletas de autos, a escasos milímetros a veces. Sabe Dios los infartos que provocaría, y se reían mientras el golpe del viento al camión agitaba la ropa al pasar.

Nosotros nos asustábamos mucho, Creíamos que era solo cuestión de tiempo el que uno de aquellos camiones atropellara a algún maldito de esos. Y había que tener sumo
cuidado a la hora de desafiar a ese grupo de personas atolondradas a algo, porque no se le oponía el sentido común ni nada por delante para cometer la peor desfachatez conocida.

Ya no podía seguir escribiendo, y era por la misma razón de este relato algo confuso: El Calor era insoportable.

En ese momento mi madre imaginaria Me dice que alguien andaba buscándome en la puerta, (tal vez era Evelia la que me anunció, pero no lo recuerdo) yo no sabía quién podía ser, ya que era casi medianoche. Con la incertidumbre invadiéndome los tuétanos y sudando como un puerco salí de la habitación a averiguar sobre la enigmática visita.

El Azul CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora