Capítulo 1: Los negocios pueden volverse peligrosos

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La ciudad de Nueva York respiraba en la penumbra de la noche, sus rascacielos alzándose como gigantes titilantes

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La ciudad de Nueva York respiraba en la penumbra de la noche, sus rascacielos alzándose como gigantes titilantes. En las calles, Mew Suppasit, líder implacable de la mafia tailandesa, se deslizaba entre sombras con la gracia de un depredador. Sus rasgos asiáticos, marcados y enigmáticos, contrastaban con el bullicio de la gran urbe.

Mientras tanto, Tul Pakorn, proveniente de una de las familias más ricas de Tailandia, se embarcaba en sus primeras prácticas en un hospital prestigioso de Nueva York. A pesar de sus raíces aristocráticas, Tul se negaba a ser definido por su linaje. Sus rasgos tailandeses, su mirada audaz, reflejaban la determinación de un joven que buscaba trazar su propio destino en lugar de seguir las líneas predeterminadas.

La familia Pakorn, cuyo nombre resonaba con poder y riqueza en Tailandia, no entendía su elección. Tul, ansioso de independencia, se sumergía en la medicina con la esperanza de hallar un propósito que trascendiera la opulencia de su apellido.

Mientras Mew lidiaba con una escaramuza en las oscuras callejuelas, una bala perdida encontró su objetivo en su hombro.

La razón de la confrontación, un incidente que encendió la ira de Mew, fue más allá de las rivalidades territoriales. En una callejuela sombría, Mew encontró a uno de los miembros de la pandilla contraria violando a una joven indefensa. El rugido de la bestia despertó en Mew una furia fría, una determinación letal. No había lugar para la compasión en su mundo, y aquel acto vil desencadenó la ira de un hombre acostumbrado a imponer su propia justicia.

Las sombras se retorcían mientras Mew avanzaba, sus secuaces siguiendo su estela como fantasmas leales. La oscuridad se cerraba a su alrededor cuando encontró al agresor, una figura grotesca que se mofaba de la vulnerabilidad de su víctima. Mew, sin un ápice de vacilación, desató una tormenta de violencia.

Los disparos resonaron en el callejón, una sinfonía siniestra que marcaba la justicia retorcida de Mew. Cuerpos cayeron en la penumbra mientras la furia se desataba. El líder de la mafia tailandesa se movía con la precisión de un depredador, su mirada helada fijada en aquellos que osaban desafiar su ley.

Fue en medio de este caos que una bala perdida encontró su camino hacia Mew. La llamarada de un disparo rompió el silencio, y el proyectil se incrustó en su hombro. El dolor agudo fue un recordatorio de su propia mortalidad, un precio que pagaba incluso en su papel como el implacable líder de la mafia tailandesa.

A pesar del dolor, Mew no flaqueó. Su mano presionó la herida mientras continuaba la batalla. La venganza ardía en su mirada, y aquellos que se interponían en su camino sentían la ira de un hombre que no temía manchar sus manos con la sangre de sus enemigos.

Simultáneamente, Tul, entusiasmado y nervioso llevaba un mes en aquel hospital, un día como el último mes desde que comenzó a trabajar ahí se preparaba para sumergirse en el mundo de la medicina. Ajeno al hecho de que el hospital que lo acogía estaba vinculado a oscuros designios, Tul se embarcaba en su viaje con la intención de marcar la diferencia y vivir una vida independiente de la sombra de su familia.

Mafia en Nueva York [MEWTUL] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora