12. Ridícula

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Un par de días más tarde otro tipo de tormenta estaba a punto de desatarse en la cabaña de Ruslana y Chiara.

- Pero, tía, ¿a ti no te molesta ver las cosas así? Yo así no puedo, y si vamos a convivir juntas, porque, vamos, yo no lo he elegido... Así que vamos a hablarlo, vamos a solucionarlo porque así no puede ser.

El desorden reinante en la habitación había terminado por sacar de quicio a Ruslana.

- Puede que esta mañana no haya guardado mis cosas, pero tú tienes tu armario y yo el mío. En el mío están mis cosas y el tuyo puedes tenerlo como tú quieras - ofreció Chiara.

- Si yo entiendo que tu lado sea el tuyo y el mío sea el mío, pero es que, tía, entro en la cabaña y me entra una ansiedad de ver todas tus cosas tiradas... todo el armario por fuera, las perchas, que si la sudadera... Tía, no es normal. Yo lo mío lo tengo ordenado y quiero venir aquí a descansar.

- Pues tápate los ojos.

- ¿Que me tape los ojos?

- Mira para otro lado. En mi lado de la habitación están mis cosas, pero nada cruza a tu lado.

- Hombre que no cruzan, ¡que tengo tus bragas en mi cama, Chiara! ¿Te parece normal eso? Joder, tía, es que es un asco, te lo digo en serio.

- ¿Estás segura de que son mis bragas?

- ¿Y de quién van a ser?

- No sé - respondió levantando ambos brazos en el aire.

- De Omar fijo que no son. A ver si van a ser de Violeta.

Aquella insinuación hizo que las mejillas de la menorquina se encendieran.

Los recién mencionados al escuchar los gritos provenientes de la cabaña de las chicas se habían acercado para ver qué ocurría. Se quedaron en el umbral de la puerta, sin atreverse a entrar y tanto Ruslana como Chiara estaban tan enzarzadas en la discusión que no se dieron cuenta de que ya no estaban solas.

- Es que esta también es mi cabaña, yo puedo hacer lo que quiera - contraatacó la menorquina.

- Pues por eso mismo te digo, tía.

- Por eso, tú haces lo que quieras, yo hago lo que yo quiero.

La ucraniana, pese a adorar a Chiara, notaba que la balear estaba llevando su paciencia al límite.

- No, tía, convivimos juntas y tenemos que convivir en un orden. Estás siendo una ridícula total diciéndome todo el rato que yo tengo mi lado y tú tienes el tuyo, sinceramente.

- ¿Ridícula yo?

- Sí, ridícula tú.

- ¿Ridícula yo? Ridícula tú, tucutú, tucutú. 

Ruslana no pudo evitar reírse por el comentario tan infantil, lo que enervó más a Chiara.

- Es que eres tan precisa, tía, déjate ir, ¡suéltate el pelo! - le recriminó la morena.

- Nena, por lo menos yo lo llevo limpio.

Aquella descalificación personal fue lo que hizo que Omar y Violeta reaccionaran, adentrándose en la estancia e interponiéndose entre las dos chicas.

- Rus, vamos a dar una vuelta - propuso el profesor de saxofón.

La ucraniana aceptó y salieron los dos juntos de la cabaña.

Violeta se quedó observando a Chiara, que se había quedado inmóvil y con la mirada fija en el suelo.

- ¿Quieres que te ayude a ordenar el armario? - se ofreció.

El compás / KIVIHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin