16. Kissable

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El siguiente sábado los profesores se preparaban para disfrutar de la verbena de fin de fiestas del pueblo. Contaban con hacer un pleno de asistencia, así que mantuvieron a raya a Chiara para que no volviera a lesionarse con sus volteretas.

Violeta entró en los baños para ducharse y se encontró con su compañera de cabaña maquillándose.

- Vaya mierda de eyeliner me acabo de hacer - dijo la morena observándose de cerca en el espejo.

- Eh, te lo iba a hacer yo.

- Soy impulsiva.

- I know.

Chiara siguió mirándose en el espejo y la pelirroja se acercó a ella.

- Feísimos - dijo señalándose los lunares de su cara.

- ¡Qué dices, Kiki! Tienes una cara súper bonita.

- ¿Tú te has visto?

- ¿Yo? Si cualquier día me confunden con una vagabunda.

- Violeta, por favor, que eres la más guapa de todo el campamento. 

Aquel piropo hizo sonreír a la motrileña y, por tanto, que se le marcara el hoyuelo de la mejilla, cosa que le encantaba a la balear. Aún así, quiso quedarse con la última palabra.

- Para guapa, tú - dijo mientras se metía en un cubículo de ducha.

Aunque la verbena no empezaba hasta medianoche, se fueron al pueblo justo después de la cena. Querían disfrutar del ambiente festivo y sentirse libres por unas cuantas horas fuera de los confines del campamento.

Al llegar se encontraron con una pequeña feria y decidieron subirse a los coches de choque. La atracción estaba bastante saturada de público, así que subieron por parejas. 

- Yo conduzco, ¿vale? - propuso Chiara.

Violeta tardó poco en arrepentirse de haber aceptado. Entre que la morena iba embistiendo a todo lo que se le ponía por delante y que tampoco es que se le diera muy bien esquivar golpes, casi había llegado a temer por su vida.

- Ya no sé si me monto contigo para que me enseñes Menorca - le dijo al bajar del coche.

- ¡Vio! Que yo conduzco muy bien.

- Kiki, koala, kamikaze... lo tienes todo con la k - se burló la pelirroja.

Pasearon por la feria y, mientras el resto iba en grupo, Chiara agarró a Violeta para ir del brazo con ella. Aunque el gesto fue de lo más natural, a la profesora de piano no le pasó por alto. La siguiente parada la hicieron en un puesto donde servían tapas y bebidas para tomar la primera ronda de cervezas. Mientras esperaban en la cola para pedir Chiara vio a lo lejos un puesto de algodones de azúcar y se transformó en una niña de cinco años.

- Cotton candy!! Vivi, yo quiero uno.

La motrileña no se lo pensó dos veces para complacer los deseos de la morena.

- Ahora volvemos, chicos.

Se fueron las dos a por el dulce y, tras comprarlo, retomaron lo de pasear agarradas del brazo al tiempo que compartían el algodón. Se perdieron por un rato en su burbuja de complicidades y cualquiera que se cruzara con ellas pensaría que eran una pareja disfrutando de la última noche de las fiestas.

Cuando regresaron con sus compañeros, estos ya iban por la segunda ronda de cervezas. Chiara tuvo tiempo de igualarles y beberse dos tercios, mientras que a Violeta casi no le dio para terminarse el primero antes de marcharse al recinto donde iba a tener lugar la verbena. 

El compás / KIVIOù les histoires vivent. Découvrez maintenant