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Qué mierda hice.

Los recuerdos de la pavada de la noche anterior con Matías no dejaban de aparecer en mi mente a cada rato, incluso si no pasó realmente a mayores. Estaba completamente avergonzada, ni siquiera recuerdo cómo tuve la cara de despedirlo.

Honestamente no recuerdo con exactitud lo que pasó luego de eso, quizá mi mente me hizo un favor ayudándome a borrarlo para evitar morir de vergüenza. Aunque probablemente las imágenes flotarían en mi cabeza de nuevo apenas vea a Matías.

Eso no pasará.

Desde que llegué a la clase me puse la tarea de evitarlo lo más que pueda, incluso me senté del lado de la ventana dónde usualmente Juan se sentaba, quién obviamente se opuso a morir pero no tuvo otra opción que cederme su lugar.

— ¿Pasó algo?

— Nada.

Juani me miró con los ojos entrecerrados.— Pasó algo. ¿Qué pasó? Contáme, dale.

— Juani, dejá de boludearme.

— Cuándo le bajes dos niveles a tu humor y te sientas con ganas de contarme, sabes que acá voy a estar.— Empezó a desempacar los materiales que tenía en su mochila y colocó su casaca en el asiento mientras se levantaba de la silla y se dirigía a la puerta, saliendo por ella y desapareciendo de mi vista.

Juani era alguien bastante compresivo, tenía mucha paciencia cuando se trataba de los sentimientos de los demás. Era un buen amigo, realmente bueno,.. pero como todos, tenía límites marcados que no dejaba que nadie sobrepasara. No había ninguna excepción, traicionabas su confianza o colmabas su paciencia y no te volvía a hablar más. Hace unos años cuándo tuve mi primer novio, decidí ocultárselo y cuándo se enteró dejó de hablarme por casi un mes.

Exactamente el tiempo que duré con mi ex novio.

Casualmente giré la cabeza hacía la puerta de nuevo y noté que Matías había llegado. O más bien, lo busqué. Odiaba admitirlo pero mis ojos constantemente querían ubicarlo en el panorama para sentir ¿tranquilidad? es como si necesitara saber dónde estaba él en cada momento. Es una sensación que realmente no puedo explicar con palabras directas, pero sabía que no lo hacía de forma voluntaria... simplemente pasaba. Él no me había mirado, simplemente se sentó en su lugar correspondiente sin siquiera voltear a ver nada más. Cómo si fuera otro día más en su vida, cómo si nada hubiera pasado el día anterior.

¿Estaba haciendo mucho drama o lo que ocurrió realmente no era la gran cosa? Claro, estaba al tanto de que existían personas que eran capaces de no sentir absolutamente nada luego de encuentros que la mayoría consideraría significativos, pero no pensé que Matías Recalt sería una de ellas.

Las clases ya habían terminado y Juani -quién aún estaba molesto conmigo- se fué apenas lo anunciaron, así que me encontraba caminando sola hacía mi hogar. No quedaba tan lejos del curso probatorio, así que realmente no caminaba ni más de quince minutos, aunque con el calor de un día normal en Argentina, probablemente terminaría como pollo al spiedo.

Ni siquiera tuve que esforzarme en ignorar a Matías, ya que él hizo todo el trabajo por mí. No me habló ni me miró en todo el día, si bien solamente coincidíamos en dos clases, pensé que al menos en una de ellas me hablaría... o al menos notaría que estaba en el mismo lugar que él. Pero ni siquiera ocurrió eso. Es como si yo me hubiera esfumado de sus recuerdos o como si nunca hubiera existido o sido parte de ellos en primer lugar.

Sin ganas de pensar mucho al respecto, caminé con la mirada fija en el piso debajo de mis pies y los instintos alerta en todo momento, después de todo me encontraba en la gran capital del sur; Buenos Aires, dónde en cualquier momento se te podría acercar algún turro de la esquina y robarte hasta el alma.

Virgen ; Matías Recalt Donde viven las historias. Descúbrelo ahora