CAPITULO 1

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Era el siglo XX, en pleno invierno y las calles estaban cubiertas de nieve, los ricos vestían trajes caros y abrigos de pieles exóticas, por otro lado, los pobres morían en las calles, de frio o de hambre, y en medio de la bulliciosa ciudad, Alastor acechaba las sombras, cada noche salía a cazar, el invierno era su estación favorita para matar, y el no descrinaba a sus víctimas, daba igual si era rico o pobre, a fin de cuentas una persona adinerada se veía igual que una persona pobre a la hora de cortar y abrir sus cuerpos.

Con su elegante traje a rayas y su característico sombrero de copa, pasaba desapercibido entre la multitud, ocultando su verdadera naturaleza detrás de una sonrisa encantadora y una voz melodiosa. Nadie sospechaba que tras esa fachada de caballero se escondía un asesino despiadado, un ser retorcido que encontraba placer en ver sangre fresca y cuerpos muertos.

Alastor disfrutaba del juego de gato y ratón con las autoridades, burlándose de ellos con cada crimen que cometía. Pero lo que más le gustaba era el momento en que regresaba a su estudio de radio, encendía los micrófonos y comenzaba a narrar sus hazañas como si fueran simples anécdotas, pero lo que lo hacía destacar era el nivel falso de mentiras y empatía que manejaba. Su voz resonaba y la gente escuchaba, tejiendo una red de mentiras y medias verdades que mantenía a sus oyentes cautivados hasta el último segundo.

-Y bienvenidos de vuelta a la hora del crepúsculo, mis queridos radioyentes!-, comenzaba Alastor, su tono jovial y animado. -Hoy les tengo una primicia muy especial: ¡un nuevo caso de asesinato que ha conmocionado a nuestra querida ciudad, parece que el asesino "Unknow" (como lo había apodado la policía) ha vuelto a atacar-.

Con cada palabra, Alastor tejía una narrativa cuidadosamente elaborada, presentando cada detalle del crimen con una precisión escalofriante, obviamente luego del informe de la policía. Describía los cuerpos mutilados y las escenas del crimen con un detalle macabro, mientras sus oyentes escuchaban con una mezcla de temor y horror, pero hipnotizados por la voz de Alastor.

-Pero no se preocupen, mis amigos-, continuaba Alastor, su voz llena de falsa compasión. -Estoy seguro de que las autoridades pronto atraparán al monstruo responsable de estos terribles actos. Mientras tanto, les enviaré mis más sinceras condolencias a las familias de las víctimas. Que encuentren consuelo en estos tiempos difíciles-.

Y así, noche tras noche, Alastor continuaba su macabra farsa, manteniendo a la ciudad en vilo con sus crímenes y sus relatos en la radio. Pero mientras el mundo exterior veía a un locutor carismático y encantador, en realidad, Alastor era mucho más que eso. Era un depredador astuto y despiadado, un ser que encontraba placer en la caza y la matanza, y que disfrutaba cada grito de dolor y suplicas en los últimos momentos de sus víctimas.

Pasaban los días, y Alastor se sumergía cada vez más en su sed insaciable de poder, que solo ahogaba matando gente. Aunque sus crímenes y su programa de radio le habían otorgado cierta notoriedad en el mundo, él ansiaba algo más, algo que lo elevara por encima de los demás y lo convirtiera en una verdadera estrella, con poder, riqueza y reconocimiento, él ya lo tenía prácticamente todo, pero quería más.

Entonces, una noche mientras leía un libro sobre cocina en su basta biblioteca le llamo la atención un libro encuadernado de piel oscura ¿Quizás piel de animal?, también le llamo la atención un extraño brillo que emitía de él y una especie de letras, o mejor dicho símbolos. Al abrirlo Alastor lo leyó, hasta que llego a la sección de "pactos", donde se explicaba el paso a paso de realizar un pacto con un demonio y así obtener lo que uno más desea.

La idea de hacer un pacto demoníaco había estado rondando en su mente durante semanas.

Con cada día que pasaba, la idea se volvía más irresistible. Alastor imaginaba el poder y la influencia que obtendría si lo hacia. Sería invencible, imparable, un verdadero rey. Pero sabía que hacer un pacto con un demonio no sería fácil, y mucho menos gratis.

Decidido a llevar a cabo su plan, Alastor comenzó a prepararse para el ritual. Y siguiendo al pie de la letra las instrucciones de aquel extraño libro reunió los ingredientes necesarios, trazó los círculos con tizas negras y encendió las velas negras alrededor de los circulos y luego derramó la sangre de un inocente en medio para concretar el ritual.

Entonces pronuncio las palabras "Septum Stacius". Las velas empezaron a parpadear como locas, proyectando sombras inquietantes en las paredes, mientras que la sangre se trasnformaba en humo llenaba el aire con su aroma dulce y embriagador. Alastor cerró los ojos con fuerza, concentrándose en su deseo más profundo: poder, riqueza y la muerte de su mayor rival, Richard Weaber, otro locutor de radio.

Y entonces, como si respondiera a su llamado, una figura se materializó frente a él. Pero no era cualquier demonio; era alguien mucho más poderoso, alguien cuya presencia irradiaba un aura de majestuosidad y oscuridad absoluta. Era Lucifer, el soberano supremo del Infierno, aunque Alastor aún no lo sabía.

El demonio se manifestó con una apariencia sorprendentemente humana, con cabello rubio y ojos amarillos que brillaban con una luz ominosa. Su piel pálida estaba marcada por una belleza sobrenatural que contrastaba con la oscuridad de su ser interior. Lucifer sonrió con malicia al ver a Alastor, reconociendo en él un alma ansiosa por ser tentada. Alastor no tenía idea de que el demonio frente a el había estado siguiéndolo y observándolo durante demasiado tiempo, estudiando cada uno de sus actos y asesinatos con un interés que dejaba a la palabra obsesivo corta.

Alastor, ajeno a la verdadera identidad de su interlocutor, se dirigió al demonio con una mezcla de curiosidad y expectación.

—¿Qué deseas a cambio de concederme mis deseos?—, preguntó, su voz resonando en la oscuridad del sótano.

Lucifer se acercó dejando solo uno centímetros de distancia entre la cara de Alstor y la suya, lo miró con intensidad, sus ojos brillando con una luz inquietante.

—Quiero tu cuerpo—, respondió con una sonrisa maliciosa.

Alastor frunció el ceño, desconcertado por la respuesta.

—¿Mi cuerpo?—, repitió, sin comprender del todo las palabras del demonio.

Lucifer asintió lentamente, su sonrisa ampliándose.

—Sí, tu alma. Pero no te preocupes, no la quiero ahora. Tampoco te mataré. Solo que cuando mueras, me pertenecerás. A cambio de eso, te concederé todo lo que deseas. Serás lo que siempre has deseado ser—.

Alastor se quedó en silencio por un momento, contemplando la oferta tentadora del demonio. Por un lado, estaba cegado por el deseo de poder y riqueza, dispuesto a hacer cualquier cosa para alcanzar sus metas. Pero por otro lado, algo en la mirada de Lucifer lo inquietaba, despertando una sensación de inquietud en lo más profundo de su ser.

Finalmente, después de una breve pausa, Alastor asintió con determinación.

—Está bien—, dijo con firmeza. —Acepto tu trato—.

Y así, ambos se dieron la mano sellando su destino con un pacto, sin darse cuenta del precio que tendría que pagar en el futuro por sus ambiciones desmedidas.

—Nos veremos pronto—, dijo Lucifer con una sonrisa, antes de desaparecer repetinamente de en medio de los circuitos.






OBSESIÓN [Appleradio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora