𝘀𝗲𝘃𝗲𝗻. date

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(N) vio incrédula la situación que tenía en frente, ¿Podía odiar de más a su mamá? Oh, claro que podía

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(N) vio incrédula la situación que tenía en frente, ¿Podía odiar de más a su mamá? Oh, claro que podía. Esa había sido la gota que derramó el vaso.

El hecho de tener a Zenji casi pegada y a escasos centímetros de sí, le causaba escalofríos. Podía sentir como la respiración de ambas se mezclaban, seguido de aplausos y silbidos que alentaban a la escena final, a un posible beso que ambas NO querían que suceda. Esto ni siquiera formaba parte de la actuación que habían llevado a cabo, pero como ni siquiera se habían preparado, su madre lo hacía parecer demasiado natural, ¡Qué maldita!

-Juro que voy a matarla -gruñó por lo bajo la de hebras (c/c). Era la primera vez que sus ojos denotaban demasiada frialdad, tanto que pudo notar como la contraria temió por su vida.

Después de todo, ella la había arrastrado a esa situación.

Cerró sus ojos esperando el dichoso final que todos los malditos fetichistas anhelaban, más el grito de su madre la hizo suspirar con alivio. Los parlantes habían comenzado a fallar y las luces dejaron de funcionar; se sentía aliviada. Sin embargo, su cuerpo comenzó a desvanecerse hasta finalmente aparecer en otro lugar, específicamente, en el Hazbin Hotel, en su habitación.

-Hola, cariño. Es bueno verte otra vez -oyó aquella voz detrás de sus espaldas. Se giró lentamente con una sonrisa que disimulaba los nerviosa y disgusto de que su prometido la haya encontrado en tal situación-, ¿Te divertiste?

-Sí, como no tienes idea -rodó sus ojos con fastidio al recordar la situación. Alastor solo mantuvo su sonrisa. Hubiera disfrutado de su desgracia si fuera otra persona pero, últimamente había sido muy posesivo con (N).

La idea de que cualquier persona estuviera tan de cerca de ella, que se le insinuaran, o que la mirasen de otra forma que no fuera suya, era suficiente razón para darles una pequeña advertencia de lo que les pasaría si se les cruzaba la mínima idea de siquiera hablarle; digamos que, aquel beso de la última vez intensificó lo que temía y con orgullo, odiaba admitir: le gustaba o, mas bien, le atraía una humana.

-Creo que alguien necesitará recordar que no puede tocar lo que es del demonio de la radio -la fémina alzó una de sus cejas, colocando sus manos en sus caderas.

𝐏𝐑𝐎𝐌𝐄𝐓𝐈𝐃𝐀            Alastor x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora