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Sergio "Checo" Pérez

Mi cuerpo prácticamente vibraba de nervios mientras mi cápsula descendía en la atmósferadel planeta.

A través del cristal podía ver las formas redondeadas de los edificios que se agrandaban amedida que bajábamos. Descendimos en lo que parecía un desierto. Unas montañas a lo lejosy una selva tropical de un extraño tono púrpura servían de telón de fondo a la rudimentariaciudad que teníamos más cerca.

El cielo tenía el dramático color dorado del atardecer, y fue un alivio comprobar que elplaneta, como era de esperar, tenía mucho en común con la Tierra.

Aterricé en la arena y el viento sacudió la cápsula al tocar tierra firme.

Las otras cápsulas aterrizaron a mi alrededor. Fue una especie de manta de seguridad verlosy saber que no tenía que hacerlo solo. 

Técnicamente, era mi misión. Yo era el principal especialista en primeros contactos de estamisión. Dependía de mí cómo proceder y decidir si podíamos crear algo parecido a unarelación con la gente de Mukhana. 

Pero tener colegas conmigo, hizo una gran diferencia en mis niveles de confianza. Por nohablar de las armas que podía ver atadas a sus cinturones, por si acaso.

Finalmente, dejé de dar rodeos y salí de la cápsula. A pesar de que podía ver a los demás yafuera, en la atmósfera del planeta, inconscientemente contuve la respiración por un momentomientras la puerta se abría, y luego tuve que poner los ojos en blanco.

Cuando no me morí de inmediato, respiré tímidamente. Y vaya. Era como imaginaba quedebía de ser la Tierra hace milenios. Fresca. Limpia. Impoluta. Sin contaminar. Así era amenudo en los planetas desconocidos, pero la atmósfera de Mukhana parecía adaptarse a mispulmones humanos mejor que la mayoría.

El mero hecho de respirar aire fresco, no filtrado a través de un tanque, era suficiente paracasi hacerme sentir colocado y rejuvenecí

Qué pena que la Tierra ya no pudiera volver a su estado original. Y qué oportunidad deempezar de cero con un nuevo planeta y ayudar a que no siguieran el mismo camino quenosotros.

De repente, lleno de entusiasmo, dirigí mi atención a la ciudad en la distancia. Ya podía vera su gente acercándose.

Desde aquí, sólo distinguía grandes figuras vestidas de blanco. 

Una mano se posó en mi hombro y me dio un ligero apretón.Miré a Fernando. Normalmente, era él quien mandaba. Era mi superior y estaba casi en lo másalto del escalafón de HFC: Human First Contact. Para mi primer proyecto en solitario, para elque me recomendó con éxito, pidió ser mi supervisor.El hombre mayor me sonrió con ánimo. 

- ¿Listo para hablar con los nassa? - me preguntó. 

Asentí, aliviado de que estuviera allí, a mi lado. 

-Hagámoslo. 

***

 Ya sabíamos algo sobre los nassa, la especie autóctona dominante de Mukhana, peronuestros conocimientos eran mínimos.Sabíamos que compartían ciertos aspectos con los humanos, como respirar aire a través delos pulmones y sostenerse sobre dos pies. Sabíamos que eran primitivos, pero feroces. Tanferoces, de hecho, que cuando fueron invadidos el año pasado por una raza de alienígenastecnológicamente avanzados, los derrotaron tan a conciencia que hasta el último de susinvasores huyó.Esa fue la razón por la que nos acercamos inicialmente.

 Podíamos ayudarles en ciertosaspectos, crear una unión entre nuestros pueblos y protegerles de nuevas invasiones, al tiempoque conseguíamos un aliado con el que la gente se lo pensaría dos veces antes de meterse. Erala misma táctica que había ayudado a los humanos a dejar su huella en toda la galaxia.Nos pusimos en contacto hace meses a través de transmisiones y, una vez estuvimos lobastante cerca, pudimos hablar directamente para concertar una reunión con los miembros másaltos de su consejo.Como rostro de la misión, fui yo quien más habló.Los nassa eran extraños a la vista. A medio camino entre reptil y humano, pero habíahablado con suficientes razas alienígenas extrañas a lo largo de los años como para noinmutarme por el intercomunicador.En persona era otra historia.Los nassa sobresalían por encima de nosotros. Con casi dos metros de altura, yo sólo llegabaa la barbilla del más bajo. Sus frías miradas parecían penetrar directamente a través de mí. Incluso su piel parecía antipática: las escamas las hacían frías al tacto, como una serpiente.Tenían afiladas púas en los omóplatos y en las crestas de la espalda. Los dedos de las manosy de los pies terminaban en garras largas y afiladas, y una gruesa cola se extendía detrás deellos.Había insistido en que sólo un puñado de seguridad nos acompañara a Fernando y a mí porqueno quería que los nativos se sintieran amenazados por nosotros, pero cuando los tres nassa sedetuvieron ante nosotros, me di cuenta de lo ridículo que era eso.Los seis probablemente les parecíamos ratoncitos, fáciles de ahuyentar o aplastar bajo susgarras.Con el corazón acelerado, me adelanté.

The Aliens Kidnapped Omega ° Chestappen VersionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora