4 | No soy del Sur

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Para Azul, que en su corta vida todo se le había dado sin pedirlo, la idea de enseñar al hombre a volar se presentaba como “su misión especial" y bajo esa consigna comenzó a actuar

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Para Azul, que en su corta vida todo se le había dado sin pedirlo, la idea de enseñar al hombre a volar se presentaba como “su misión especial" y bajo esa consigna comenzó a actuar.
Más tarde vería cómo enfrentar el tema de la piedra verde. Primero lo primero, y eso era, acercarse sigilosamente al humano sin que se desatara un combate entre ambos.

No tenía idea de cómo abordarlo pero estaba dispuesto a hacerlo, sin peros y sin excusas.
Con ese plan en vista, él, sistemáticamente, acudió a la roca alta cada noche y se escabulló entre los pastizales quedando a la espera de que el humano llegara minutos antes de que amaneciera.
Cuando sus fosas nasales percibían el olor que le fascinaba, su mente dibujaba la imagen del humano con tanto detalle que le provocaba sensaciones de vértigo.
Era un perfume que no se podía ignorar, que exigía su atención. Era un aroma suave, que le llenaba la boca de un sabor dulce y le hacía cosquillas en la nariz. El ángel aceptó que el color iridiscente de las alas de Timoteo, tenía el olor que lo hacía feliz.
Azul quedaba en éxtasis por varios minutos hasta que el aroma daba paso a la figura del minero y era allí cuando él se escabullía entre las rocas y los arbustos secos esperando el momento preciso para revelar su presencia.

Observó a Timoteo hacer lo que cada mañana hacía. Miraba hacia el horizonte, se descalzaba, se quitaba la camisa, extendía brazos, alas y de pie ante el abismo, daba comienzo a su torpe ritual de entrenamiento de vuelo.

Luego de muchos intentos fallidos Timoteo volvía a vestirse y a camuflar su plumaje dentro de la ropa y fue en ese preciso momento en que azul sintió que esa era una buena oportunidad para presentarse

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Luego de muchos intentos fallidos Timoteo volvía a vestirse y a camuflar su plumaje dentro de la ropa y fue en ese preciso momento en que azul sintió que esa era una buena oportunidad para presentarse.

¿Para qué seguir esperando?
Durante varios días planificó cada acción, él había decidido mostrarse ante el hombre de manera casual y sin levantar sospechas sobre su procedencia aérea.
La noche anterior había robado de un patio del pueblo, un gorro de lana y una camisa de paño con los que pretendía ocultar sus rasgos. La prenda, ocultaría sus alas y el gorro contendría su cabello blanco, poco común entre los úteronautas

Ropas y botas puestas, Timoteo giró con intención de emprender regreso a su hogar cuando se topó cara a cara con un desconocido al que no había visto nunca en su vida. Ni dentro de la mina ni fuera de ella.

El último úteronautaWhere stories live. Discover now