DAHLIA

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Noruega, Bosque Encantado

"¿Algún día podré conocerte? "

"¿Tendré la dicha de verte algún día? "

Esas fueron las palabras finales que ambas escribieron en sus últimas cartas, había pasado alrededor de tres semanas donde el espíritu del bosque parecía hacer viajes cada vez más frecuentes, ya que la ardiente curiosidad de las mujeres parecía aumentar con los días.

No pasó mucho tiempo hasta que ambas enviaban mensajes al mismo tiempo, haciendo que Gale se llevará una carta apenas dejaba otra. Siendo así la última una representación del deseo del corazón que parecía carcomer a ambas.

La curiosidad de conocerse.

Elsa esa noche se había dedicado a visitar su castillo cerca del bosque Encantado. Se dijo así misma que necesitaba escapar un poco de las responsabilidades que su hermana dejaba para ella cuando se encontraba en Arendelle. De todas maneras no le molestaba hacerlo, pero regularmente necesitaba un descanso.

Durante las últimas semanas pudo conocer un poco más de la mujer que hacía que esperara las cartas con ansias.

Aprendió que su color favorito era el rosa, con variaciones lilas y azuladas, también que su cumpleaños era el 7 de Agosto, y que según los astros babilonios, pertenecía al signo de Leo. Charla que desencadeno un debate sobre lo egocéntrica que era, y terminó en una discusión resuelta con un paquete de chocolates exclusivos del Pueblo de Arendelle. También hablaron de poesía y literatura femenina, y lo poco que se leía sobre mujeres, acordando ambas que en definitiva las pocas que lo hacen, lo hacían mejor que los hombres de la época.

Hablaron de sus intereses y de la música de sus distintos países, de que en Colombia no nieva, y el Encanto es cálido al menos nueve meses al año. De que Arendelle tiene veranos sin que se apague el sol, e inviernos con auroras boreales y nieve que cubre las ciudades.

Hablaron de su infancia, de que Isabela se sentía sola a pesar de tener a mucha gente cerca, siempre desconfiada de fallar. Elsa admitió estar sola hasta que tuvo que volver a enfrentar a Anna, y que el miedo a equivocarse era su diario vivir.

Ambas lloraron desde sus distancias en su amargo desconsuelo, y rieron con bromas secretas que solo ellas entendían. Se regalaron cosas en el proceso, como flores extrañas llamados cactus que Elsa nunca había visto y cuido con esmero. Isabela recibió libros, chocolates de indudable sabor y algunos pequeños objetos de hielo que atesoraba en un pequeño espacio en su habitación.

De la misma manera Elsa terminó enamorada del café"¿Cómo es que he vivido tanto tiempo sin probar un café tan exquisito?" Había escrito esa vez, e Isabela no pudo estar más complacida.

La reina de Arendelle sabía que se estaba enamorando. Quizás nunca había entendido realmente lo que eso significaba, pero se asemejaba mucho a lo que la literatura describía.

Ansiaba conocer a esa mujer, sentir el aroma a flores que imaginaba que desprendía, y observar su tostada piel bronceada a la luz del sol del Encanto. Anhelaba escuchar su voz, y verla sonreír como imaginaba que hacía con sus bromas escritas. En algún punto tuvo el descaro de pedirle a la joven una foto suya, para así poder hacerse de una propia como Isabela tenía una de ella, decía que era algo justo.

Con burla Isabela aceptó, y la joven guardiana atesoraba tal imagen como si de un Santo se tratase. ¿Y qué es el amor si no es el anhelo eterno? Elsa se repetía.

Esa noche ella quería pensar ¿Qué debía hacer para conocer a la dueña de sus suspiros y cartas?

No sabía si un viaje era algo positivo, ya que dejaría a su pueblo desprotegido, y al bosque sin su quinto elemento. También dudaba de la manera en la que lo haría ¿En barco? ¿En Nokk? ¿Congelando el Norskehavet? Las opciones eran infinitas y el miedo lo era aún más.

JACARANDA |Elsa x Isabela|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora