DEMONIOS

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No hay otra justificación que valga detrás de un crimen que el amor. El amor. Enigma para los filósofos y el pan de cada día para quienes se atreven a devorarlo.

- No creo que esté mal revelar tus sentimientos aunque se vayan contra todo lazo moral. Despues de todo, la vida es una y la moral seguirá existiendo en los libros.

- ¿Cómo dices eso si lees tanto?

- Porque leo tanto lo digo. La moral existirá para los que sean capaces de entenderla, llevarla a cabo, etcétera, etcétera. Los demás avanzarán hacia nuevas formas de moralidad, jajaja, a través de la misma inmoralidad. Lo bueno hoy será malo mañana.

- El arrepentimiento puede ser terrible. Digo, puedes hacer hoy lo que mañana será malo; pero eso no dejará de hacerte sentir hoy un remordimiento terrible por tus actos. Despues de todo, vivimos en el hoy, ¿no?

- Bueno, es cierto. Pero eso es más... no sé, psicológico, en vez de histórico. Y yo... bueno, eh.

Leonardo fumó. Fumó hondamente. La hierba se consumió lentamente. Esteban, devorado por una visión espectral del más allá, observaba semejante combustión cual astro radiante en el cielo reducido a una llama, la hierba quemándose, y el cosmos en ella como un Aleph. La pipa entonces pasó hacia sus manos. El portal hacia las hondas cavernas del ser. La psique en una hierba y la hierba en una psique. Armonía y realidad. Fumó. Hondamente fumó. De las entrañas de la sala, desde los cuartos, desde el baño, desde el exterior y las ventanas ingresaron pequeños demonios azules, verdes, multicolores, horribles como la enfermedad y altisonantes como una tormenta y huracanes desaforados alterándolo todo. Sólo él podía verlos. Leonardo veía sus propios demonios... o ángeles. Cada quien a su propia naturaleza.

- ¿Cómo van las cosas con Elena?

- No... eh, bien. Bastante bien, de hecho. Tenemos nuestros problemas. Como todos. Pero vamos bien.

- Es una buena mujer.

- Sí, sí. Lo es. Pero... no sé, a veces creo que su espíritu me rebasa. ¿Entiendes?

- Bueno... con esas palabras, difícil.

- Es sólo que a veces ella quiere vivir cosas que a mí simplemente me resultan indiferentes. El otro día le dio por salir a escalar una montaña. Fuimos, y ¡Dios mío! La lluvia que nos cayó. Se hizo un maldito lodazal del que tenías que salir o bien patinando o bien nadando. Llegamos a la puta ciudad como si nos hubiéramos perdido en una isla. Ningun maldito bus quiso llevarnos, y encima, por tener que caminar hasta la casa, nos robaron todo, hasta esos palitos de montaña, eh...

- ¿Bastones?

- Esos. Pero fíjate que aún con esa maldita experiencia, a mi querida mujer le dio por ahora querer ir a acampar a esa misma montaña. Hasta la fecha salimos. Le doy vueltas y vueltas. Que el trabajo, que mis clases, que esto, que el otro. Simplemente, no me da la gana de hacerlo. Soy más de estar en mi ambiente, ¿sabes? Despues de esa experiencia, ¿para qué más? ¿No lo crees?

- Claro, te entiendo. Siempre has sido un hombre de habitos fuertes.

- Como Kant –e instintivamente, aquel animal filosófico regresó a observar su "Critica de la Razón Pura".

Libro que, por cierto, era lascivamente montado y manoseado por los demonios de Esteban, quien en su horrida visión no entendía si reír o entristecerse. Eran sus demonios cagandose sobre su pasado, sus decisiones, sus vínculos... su familia.

Si tan sólo el hombre pudiera mandar a dormir a estos demonios, ¿desearía hacerlo realmente? ¿Es que acaso el mismo Yo no son tales demonios que motivan y que conforman? ¿Quiénes somos sin el mal que hacemos, y qué es el bien en que creemos sin el mal que tememos y deseamos?

"No puedo ser distinto, a veces lo desearía, pero poco importa mi voluntad cuando esta es mi situación. No puedo borrar el pasado. No puedo cambiar lo que alguna vez fue. Estoy marcado por lo que me ha sucedido. Maldito sea el futuro. Sólo veo el pasado en él."

- ¿Cómo vas tú con tu nuevo libro?

Esteban observó a su hermano con tristeza e indignación.

- No he podido escribir nada. Estoy estancando.

- Eso es porque no tienes una musa.

- No es eso. No...

- ¿Qué es entonces?

- Pues no lo sé. Si lo supiera, no estaría así.

- Quizá lo sabes, pero no te atreves a conseguirlo -Esteban desvío la mirada de su hermano. Mordió su labio con furia.

- No siempre el atrevimiento es bueno -respondió taciturno.

- Eso creo que se comprueba después. Anda, hombre, pareces enamorado. No veo ningún problema a tu enamoramiento, jajaja.

- No, creo que no.

- ¿Cómo es ella?

- Eh, pues... la conocí en la universidad. No es de mi facultad, pero fue amor a primera vista. Desde que la vi. Te juro. Agonicé, jajaja.

- Ya lo imagino, que te trae así.

- En verdad, es una mujer extraordinaria.

- Me alegro por ti, hermano. 

INMORALWhere stories live. Discover now