Nanami Kento estaba seguro de que amaba a Haibara Yu.
En realidad, las personas pueden tender a malinterpretar lo que él quiere decir la mayoría del tiempo; Gojo Satoru dijo una vez que sus sentimientos podrían ser como los suyos hacia Suguru, pero Nanami no puede estar seguro de la existencia de un punto de comparación.
Nanami no necesita a Haibara de la misma forma que Satoru necesita a Suguru. En su pequeña existencia no puede comprender la soledad en la forma que lo hace el más fuerte de todos los tiempos, junto a Kento cualquier persona quedaría a su misma altura y semejanza. Él es ordinario, nada fuera de lo común y, con una descripción muy favorecedora puede ser considerado un tando hábil como hechicero. Por otra parte... Para Satoru Gojo no existe alguien cercano a él, excepto —tal vez— Suguru Geto.
No obstante, algo que ambos pueden tener en común, es que, al final, ambos aman a sus amigos. Y si, la palabra amar suena mal en voz alta, excepto cuando Haibara lo dice, pero Kento se conforma con saber que su mejor amigo sabe lo que piensa de todos modos.
Nanami habla con sus acciones primero, luego sus palabras. Yu primero habla y luego actúa.
—Me gusta pensar que somos buenas personas por hacer lo que hacemos, ¿tú qué crees?
Kento parpadeo ante la pregunta de Haibara, volviendo a aquel verano caluroso de su juventud con una lata de soda en la mano y el sonido de las cigarras acompañado por sus respiraciones temblorosas por toda una tarde de entrenamiento. Entre los dos, aunque Nanami fuera más hábil, Haibara fue quien se levantó más cantidad de veces.
En el futuro, él vería esa perseverancia en otra persona.
—No sé —respondió encogiéndose de hombros—, ganamos mucho dinero con esto. Me gusta eso.
Haibara se rió con ganas, a diferencia de Kento, él venía de una familia más estable económicamente; Yu era una buena persona, quién parecía amar a todo el mundo y no esperar nada a cambio.
—Eres un mentiroso —dijo Haibara, casi como si señalará una obviedad, dando un codazo en las costillas a su amigo—. Debes dejar de ser tan humilde, está bien reconocer que somos buenos.
