Bajón de madrugada

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Revolvió una vez más los fideos en la olla, echándole un poco más de leche y otra lámina de queso mantecoso. Se restregó un ojo mientras bostezaba, quería dormir pero a la vez quería comer algo delicioso. Volteó la cabeza y miró sobre su hombro, en silencio.

— ¿Querés vino? —le preguntó su novio detrás de él, sosteniendo una botella ya abierta en una mano y dos copas en la otra.

— Dale —accedió sonriéndole.

El de cabellos medianamente rubios sirvió aquel rojizo líquido en ambas copas, dejando la botella a un lado y las copas en el mesón. Luego caminó hacia su novio y lo abrazó por la espalda, besádole la nuca.

— ¿Cansado?

— No quiero volver a salir de fiesta —dijo en voz baja.— Me duelen los pies.

— ¿Te doy un masaje después? —sugirió, también hablando en voz baja.— Y luego te meto a la cama y dormimos abrazaditos.

— Yo cuchara grande.

— Como gustes.

Se quedaron en esa posición durante unos minutos hasta que parecía estar listo el bajón de madrugada. Comieron de la misma olla y con tenedores de plástico, tratando de ensuciar lo menos posible, charlando un poco de la fiesta.

— Parecía que se iban a arrancar la boca —contó Esteban recordando el beso, o besote, que Enzo y Valentino se dieron.— Eran como animales en celo.

— Qué asco —murmuró Francisco.— No entiendo por qué son así en público... soné homofóbico... no me refería a eso...

— Sé que no —se rió.— Y sé a qué te referís, pero asumo que todos expresan su cariño diferente a nosotros en público.

Esteban y Francisco eran muy reservados. Literalmente sus amigos y familiares se habían dado cuenta de que estaban juntos al año, a través de una historia en Instagram donde sólo estaban agarrados de las manos.

Ellos se burlaban del resto en privado, preguntándose por qué todos tenían la necesidad de compartir sus vidas en redes sociales, como si al resto les importase.

Cuando terminaron de comer, rellenaron las copas y se sentaron en la sala, donde Esteban le dio el preciado masaje a su novio en los pies, siguiendo hablando del tema. Y no es que les pareciera insólito, y tampoco lo veían como un pecado, simplemente no lo entendían.

— ¿Te imaginas nosotros fuésemos así? —bromeó Esteban.

— Ay, no —dramatizó Fran.— No podría hacerlo seguido, me gusta subir una foto tuya de vez en cuando, pero jamás todos los días. La gente no necesita ver qué hago a cada rato.

— A vos te gusta tenerme bien guardadito.

— Claro, sos mío, nadie debe verte —le siguió la broma y le acarició la mejilla.— Aparte sé que odias que te saquen fotos.

— No lo odio cuando sos vos. Y sé que tenés una carpeta con fotos y videos míos.

— Esas son para mí —le guiñó el ojo. Bostezó y se terminó el vino de su copa.— Dale, vamos a dormir.

— Te sigo —Esteban le sonrió.

Ya metidos en la cama, Francisco rodeó a su novio con sus brazos, metiendo una de las manos bajo su camiseta para acariciarle la piel como acostumbraba a hacerlo. Le besó la nuca reiteradas veces, embriagándose con el olor de su champú y colonia.

— Te amo tanto, Kuku —le susurró asegurando su agarre en él.— No lo digo mucho, pero realmente lo hago.

— Sé que me amas —él agarró la mano que estaba bajo su camiseta y la apretó.— Y yo también te amo.

[♥︎]

ᴋᴇᴇᴘ ᴛᴏᴜᴄʜɪɴɢ ᴍᴇ // ᴇꜱᴛᴇʙᴀɴ x ꜰʀᴀɴᴄɪꜱᴄᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora