| Capítulo 22 |

2.7K 110 112
                                    


Edward

El líquido quema mi garganta mientras una chica en traje de conejo se me acerca.

-Hola, guapo -dijo poniendo la mano en mi pierna.

-Tengo novia -dije.

¡Ja! Novia, la oportunidad de tener una la cagué ayer.

-¿Enserió? -se rió -, yo no la veo por ningún lado.

-¿Eres ciega? -puse mi mano en mi pecho del lado izquierdo -, está aquí.

Sí, estoy ebrio.

La chica se rió, pero a mí no me causó nada de gracia.

Estoy jodido.

-¿De qué carajos te ríes? -pregunté enpinandome otro trago.

-Si ella no está aquí -señaló a nuestro alrededor -, ¿cómo puede estar aquí? -tocó mi pecho.

«También quiero saber eso»

Llevaba dos días sin verla, pasándomela de bar en bar, embriagandome tanto, que no sé en dónde he dormido los últimos días.

La cagué. La cagué. La cagué.

Y bien cagada.

Diosss, es que... ¿con qué cara hiba a plantearme una relación con ella? Yo, que soy un puto desatre andante.

No, no, no, y mil veces no.

No está a discusión.

Me largaré, no sé a dónde, pero no volverá a saber nada de mí.

¡Maldita sea!

¿Porqué la idea de que me olvide me enfurece tanto?

¿Porqué tenerla lejos de mí me asfixia?

¿Porqué ver sus ojos llorosos aquel día me partió el alma?

¿Porqué imaginarla rehaciendo su vida sin mí me abruma?

¿Porqué... porqué no puedo darle lo que quiere?

Una relación feliz, estable, sin problemas, solo ella y yo.

También... también quiero eso.

Pero es imposible, y mi emposible tiene nombre y apellido. Arnol Hoffmann.

Mi padre, el magnate que usa como fachada la línea de restaurantes más prestigiosa de todo el puto mundo para tapar el sol con un dedo.

Aquel hombre, que sin importarle si quería o no, me ofreció a la mafia cuando tenía dieciocho años de edad.

El día que alcances la mayoría de edad, te voy a dar algo que jamás podrás olvidar»

Fueron sus palabras.

De haber sabido, que uno de mis regalos era un papel con mi firma ya estampada, básicamente vendiendo mi alma a la mafia más cargada y peligrosa de todas, hubiera preferido nunca llegar a mis dieciocho.

Maldito Mario.

También él, ese maldito, por andar de polla alegre, nuestra competencia contraria nos anda pizando los talones.

Lástima para ti -me rodeó el cuello con las manos -, que prefiero mil veces a los villanos»

Eso era yo, un villano que no haría más que lastimarla y arrastrarla al mierdero que llamo vida.

-Siente cosas por mí... -repetí como un idiota ganándome la mirada confusa de la chica que ni puta idea de porqué seguía aquí.

-¿De qué mierda hablas?

Secreto: Oscuro Y PerversoWhere stories live. Discover now