Capítulo 2

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The Pierre, A Taj Hotel, Nueva York

23 de diciembre del 2023

- Muy bien Laís -mi padre apretó mis hombros y sonrió -. Cuarenta y cinco victorias invictas. Julio, tienes que seguir practicando -. Mi hermano mellizo se levantó de la mesa malhumorado y se largó del salón. Me acomodé el pelo detrás de las orejas y miré a mi padre sintiendo esa sensación de plenitud que tanto me gustaba contemplar. Otra cosa no, pero orgulloso de mí estaba y eso siempre me llenó de satisfacción. Para mí era muy importante tener su apoyo en todo y ver que mis esfuerzos estaban teniendo sus frutos me hizo sentir muy bien-. Puedes irte a la habitación, por hoy hemos terminado.

- Vale -sonreí -. Igual salgo, os mando un mensaje si llego a cenar -me levanté de la mesa y recogí el ajedrez mientras mi padre bordeada uno de los sofás y caminaba hacia el mini bar.

- Ten cuidado, no me gusta que salgas por ahí sola -agarró un vaso y le puso tres hielos mientras sus ojos se movían de un lado a otro por todas las botellas de alcohol -. ¿Todo bien ayer?

- Sí, fui a patinar y a por un matcha -tragué saliva, temí por mi vida en aquel instante, pero por suerte mi padre desconocía mi encuentro con aquel chico rubio de Huelva -. Hoy lo más seguro es que vaya de compras, necesito matar la ansiedad y ya sabes...los regalos de Navidad... -mi padre esbozó una sonrisa y asintió mientras vertía el contenido de una de las botellas sobre el vaso.

- Viéndolo así -hizo una mueca a modo de aprobación -, de todas formas ten cuidado y no te fíes de nadie. Ante lo más mínimo, llama a Julio.

- Eso haré -dije para su tranquilidad.

Me disculpé y caminé en dirección a la salida. Me llevé la mano al pecho sintiendo como mi corazón latía desbocado, en las últimas semanas conversar con mi padre hacía que mi mundo se volviera más inestable. Nos pasábamos los días jugando al ajedrez, nos obligaba a Julio y a mí a echar al menos cuatro partidas diarias y en todas acababa ganando yo. Siempre destacó mi ingenio, mi habilidad mental, pero lejos de la realidad, Julio no daba para más, y joder, es mi hermano y lo quiero, pero estábamos en puntos vitales muy distintos. Y me dio rabia porque con cada derrota él se frustraba más y se volvía cada día un poco más obseso hasta el punto de no dirigirme la palabra en días. Cuando vi aquellos papeles sobre la mesa del despacho de mi padre me alertó, intuí que algo no iba bien, pero hasta ese momento no me había enterado. Una cantidad indecente de dinero acababa de entrar en su cuenta bancaria y los números no me cuadraban. Sabía que ganábamos dinero con la empresa, pero no tanto y eso fue lo que me hizo empezar a sospechar. Los viajes continuos, las llamadas a escondidas, la supuesta enfermedad de mi madre, los problemas de salud de Dalia, todo comenzó a tener un sentido sospechoso y por miedo a ser descubierta me lo callé y esperé a que alguno de mis hermanos se diera cuenta.

Caminé por el largo y amplio pasillo, retrasé la llegada a la habitación a sabiendas de que mi hermana Violeta estaría dentro, hablando con el tóxico de su exnovio, lo más probable. Acerqué la tarjeta y la puerta se abrió, me sorprendió ver a mi hermana en el baño, arreglada y lista para salir.

- ¿Te vas? -pregunté al entrar, ella asintió con la cabeza sin darme ningún tipo de información más.

Se acercó y depositó un suave beso en mi frente y sin decir nada más, abandonó la habitación. No entendí nada, pero tampoco quería hacerlo. Me dio exactamente igual lo que hiciera con su vida mientras no se metiera en líos. Me senté en la cama y rescaté el portátil, me mordí el labio. Me acomodé en el respaldo con unos cuantos cojines y suspiré al ver que tenía un par de notificaciones de aquella app. Miré hacia la pared, esperando una señal, supongo, que me hiciera ver que Violeta no iba a entrar en la habitación y no me iba a pillar. Por si acaso, agarré los cascos inalámbricos y me metí en la aplicación. No sé en qué momento de mi vida decidí abrirme una cuenta en aquella app italiana y subir vídeos ligera de ropa, desnudándome y tocándome. Tantos años educada en la obediencia y la castidad tuvieron que pasar factura en mi tan perversa y rebelde personalidad. Tragué saliva en cuanto vi que un tío me había escrito un mensaje privado, de normal solía pasar, pero aunque solo saliera la parte inferior de su cara en la foto de perfil, me resultaba familiar. No abrí el mensaje, no era el momento porque que a parte me había enviado un vídeo y no quise darle el play a plena luz del día con mi familia pudiendo entrar en cualquier momento. Me metí en una de las carpetas que gracias a los conocimientos de mi padre, me aseguré de que tuviera clave y me puse a editar un vídeo. Me mordí el labio en cuanto abrí los clips que tenía guardados y negué con la cabeza al recordar la cara que puso mi madre cuando me vio levantarme a mitad del vuelvo al baño, era de noche y casi todo el mundo dormía, al estar en business todo el mundo descansaba plácidamente. Me metí en el aseo y tras apoyar el móvil en el lavabo, me grabé desnudándome y tocándome. Intenté editar, pero el miedo a que apareciera alguien hizo que cerrara los vídeos y dejara el portátil a un lado.

Utopía ▪︎ FERMÍN LÓPEZ Where stories live. Discover now