Capítulo 10

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(Martin)

Lo de la otra noche fue increíble. Si alguien me dice al inicio del día que acabaría liándome con Juanjo en el baño de una discoteca, no me lo hubiese creído. Al volver con el grupo, él se puso a hablar y bailar con gente que yo no conocía, así que me quedé con Denna, Chiara y Rus. Hice algunos acercamientos con Juanjo, pero no lo vi tan predispuesto como para seguir avanzando, y lo dejé estar. Con él siempre había sido un medir la intensidad milimétricamente para continuar acercándome, pero sin espantarlo.

Veía que Nil, el bailarín, me miraba a lo lejos. Estaba en el grupito con el que Juanjo bailaba, y de vez en cuando bailaban juntos, pero el maño ponía distancia. Me sabía mal por él. Aunque Juanjo me hubiese dicho que no era nada serio, yo sabía lo que es encoñarse por esa misma persona, y que él no estuviese emocionalmente disponible. En este caso, su falta de disponibilidad emocional era culpa mía, pero es que no era capaz de dejarlo ir, menos aún después de lo ocurrido en el baño.

Si bien unos días atrás me había asegurado a mí mismo que si Juanjo no quería volver conmigo, al menos le ayudaría a cerrar la herida, en ese momento, con su sabor en mi boca y el tacto de sus manos aún en mi cuerpo, era incapaz de mantenerme fiel a mis palabras.

La noche había terminado con cada uno yéndose a su propia casa. Chiara, Rus y yo cogimos un taxi juntos. Alex y Denna compartieron otro con Nil y una chica, y Juanjo cogió uno solo. No voy a decir que no estuve pendiente de que no se fueran juntos.

Estos días he estado sumergido en el guión de la película. Empezamos los ensayos en unos cuantos días, y quiero poder no sólo memorizar el texto, sino también hacer mía la historia y el personaje. Es algo que exige mucha concentración y técnica, que con el paso del tiempo he sido capaz de mejorar, pudiendo dejar de lado rayadas de cabeza y problemas varios, para enfocarme sola y exclusivamente en la interpretación.

Este fin de semana celebra su cumpleaños Ruslana. Cumple 20 años y, claro, quiere celebrarlo como se merece. Pero de una manera diferente a la fiesta que ya nos montamos de normal. Una de las propuestas había sido irnos el trío marruski de viaje a Berlín, Londres o Estambul, que ya teníamos ganas de hacer un viaje juntos, allá donde no nos reconociesen y pudiésemos disfrutar. Lo único, que eso significaba no poder compartir con ciertas personas también importantes para ella, y tampoco era plan.

La otra propuesta venía de una colaboración publicitaria que había hecho la pelirroja en TikTok,  y a cambio le ofrecían un caserón enorme, con jardín y piscina, en la sierra de Madrid por un fin de semana. La elección estaba hecha.

Por temas de espacio e intimidad, éramos sólo unas 15 personas, entre las que estaban algunas amigas y amigos suyos con los que habíamos coincidido antes, Chiara y yo, por supuesto, Omar —otro por supuesto—, Álex y Denna, Violeta, Paul, Álvaro y Bea. Y Juanjo.

Cuando Ruslana me dijo que lo invitaría, con una expresión que estaba entre la culpa y la sospecha, no pude ocultar mi emoción, lo que sólo me valió para dar pie a la metralleta de preguntas que Rus tenía guardadas desde la otra noche, que tuve que responderle a regañadientes. Mentira, a quién quiero engañar, esperaba el momento de poder compartir con ella todo lo que había ocurrido en esa discoteca. Además de la bromita de "Ay, pues yo quería invitar a Nil a mi cumple, no te molestaría, ¿no?", está contenta por el fogoso avance, que sabemos los dos que en sí mismo puede no significar nada. De todas formas, me vuelve a advertir contra cagarla de nuevo con Juanjo y hacerle daño.

Nos organizamos la logística del viaje, la comida, la bebida y los coches. Las amigas y amigos de Ruslana irán en un coche. Con Chiara iremos Rus, Omar y yo. Álex y Violeta en el coche de Denna, y Paul, Bea y Álvaro con Juanjo.

Estoy nervioso, vamos a estar 2 días juntos bajo un mismo techo. Desde el pasado sábado no hemos hablado, más que de temas del cumpleaños por el grupo de WhatsApp, y yo le envié un canción por privado que me había recordado a él, que me respondió con un corazón rojo.

El sábado después de comer emprendemos viaje a la casa, que no está a más de 45 minutos de la ciudad. Al ser el Comité Impulsor, llegamos los primeros. La casa era una pasada, todas las estancias eran enormes, el salón, la cocina, las habitaciones, las camas hechas que daban ganas de tirarse ya a echar una siesta. El jardín era increíble, con un piscina que llamaba a ser probada. Estando a finales de septiembre, aún podríamos disfrutarla aunque fuese durante el día, que por la noche sí refrescaba.

Poco después llegaron las amistades de Rus, dos amigas del instituto, y una amiga y un amigo que había conocido después de OT vinculados a Universal. Nos pusimos a organizar las cosas a la que llegaba el resto. Denna y compañía hicieron aparición, diciendo que se habían perdido en algún punto de la montaña, echándole la culpa a Álex por negarse a poner el GPS. Y a los minutos llegaron Juanjo y el resto.

Yo estaba en la cocina, metiendo en la nevera las cosas que Violeta había dejado en la encimera cuando él entró, también cargado de cosas. Con las gafas de sol en la cabeza, que seguramente había necesitado mientras conducía, y las mejillas sonrosadas del peso que cargaba.

—Espera, espera, te ayudo.—Le digo cuando veo que va a descargar todo de golpe en la mesa y oigo unas cuantas botellas tintinear. Le cojo un par de bolsas y las dejo con cuidado en la encimera.
—Gracias, estos se han ido directos a cotillear la casa y me han dejado con todas las bolsas, vaya morro.
—Luego te enseño yo la casa, no te preocupes.
—Ya, seguro. Vamos a guardar todo esto antes de que se ponga algo malo, y la cerveza a la nevera rápido.

Nos ponemos a guardar la compra, de manera natural nos vamos pasando las cosas, como hacíamos cuando vivíamos juntos. De la misma manera que huí de la domesticidad en ese entonces, veo este momento como algo tan cotidiano e íntimo, que no puedo evitar echar de menos. Me quedo mirando fijamente sus gestos, el movimiento de sus brazos, la meticulosidad con que ordena las cosas en el frigorífico. No me doy cuenta hasta que me toca el brazo que lleva unos segundos pidiéndome los aguacates que tengo en la mano.

—Sigues quedándote empanado a la mínima, eh, tú no cambias.—Me dice con una sonrisilla.

Me suele pasar que a la gente le molesta cuando me pierdo en mis pensamientos, creyendo que no me interesan o no les presto atención. Juanjo es de las pocas personas que se lo toma con calma o incluso humor, sin recriminarme o enfadarse. También es verdad que Juanjo rara vez se enfadaba conmigo, por más que yo le picase. Que haya estado tan receptivo conmigo desde que nos reencontramos lo demuestra.

Cuando acabamos de ordenar todo, salimos al salón, que ya está todo el mundo allá, charlando y flipando con la casa.

—Bueno, bueno, Rosana, vaya nivel te gastas para celebrar tu cumpleaños, no?—Salta Juanjo con su desparpajo habitual.
—Agradezcámosle a mis patrocinadores, y a mí misma, qué hostias, que soy toda una tiktoker ya. Bueno, amores, antes de empezar con el eating y el drinking, repartámosnos en las habitaciones, que nos veo borrachas como cubas durmiendo unas encima de otras en el sofá. Tenemos 8 habitaciones para 15 personas, está fácil el cálculo. ¡Mi propuesta! Si no os gusta os jodéis, o en su defecto os cambiáis y hacéis lo que os dé la gana: Omar y yo, uno. Chiara y Violeta, dos. Laura y Elena, tres. Marta y Jorge, cuatro. Bea y Álvaro, cinco. Denna y Álex, seis. Juanjo y Paul, siete. Y Martin, tú tan a gusto en la 8.

Todo el mundo está de acuerdo en la distribución, para no estarlo también, Rus a veces da miedo. Yo feliz de la vida de dormir solo de todas formas, que me pusiera con Juanjo sería forzar la máquina.

Vamos a dejar nuestras cosas en las habitaciones, y a comenzar a preparar la cena.

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Espero que os esté gustando, gracias por pasar por aquí!

La cuadratura del círculo Where stories live. Discover now