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Lastimarlo a él había sido el menor problema de esa situación. El arrebatarle a su familia fue lo que desbordó todo.

Se quedó solo, aquello que tanto le había costado forjar fue arrebatado de sus manos en un abrir y cerrar de ojos. Julia y los niños, su única fuente de felicidad se había esfumado.

No hubo cuerpos que vestir ni cajones abiertos en su sepultura, ni siquiera un lugar en el cementerio para su familia, porque él no lo merecía.

Jack Conway no merecía nada.

Y lo supo desde el día en que nació.

No se detiene en aplastar la colilla del último cigarrillo en su paquete, ni de tirar la cajilla en el cesto de basura. El sol entra por su ventana y las canas son más evidentes con la luz del día. Sus ojos escanean los informes sobre sus manos, evaluaciones de los oficiales se agrupan en un costado, recomendaciones de nuevos ingresantes e incluso redacciones sobre los últimos avisos de drogas. No logra prestar atención a mucha de la información que se desborda frente a sus pupilas.

Una foto en especifico es lo que llama su atención.

Cabello rubio, tatuajes y perforaciones son las principales causas de su interés. Los detalles de sus años en la academia son impecables, grandiosos y hasta parecen sacados de una película.

El nombre de aquel muchacho le provoca una risa que no creía capaz de producir a esta altura de su vida. Sus ojos lagrimean de tanto reír y sus pulmones cosquillean por un poco de aire, las últimas carcajadas escapan de sus labios y luego le sigue un suspiro. —La madre que me parió.

Gustabo Holliday Castro.

¿Así que aquel niño finalmente optó por unirse al cuerpo policial?

Muchos habrían creído que se dedicaría a la medicina por el gran amor y respeto que mostraba hacia su madre y su profesión, seguramente que más de uno fue sorprendido por esta información.

Agarro su teléfono y se deslizó por los pocos contactos que habían en ese aparato hasta encontrar el que necesitaba, a su vez abría un nuevo correo electrónico en su computadora y se lo enviaba a la otra persona que debía estar al tanto de esta situación.

—Trucazo. —tras tres intentos de llamada el mencionado finalmente respondió.

—¿Qué pasa hombre? Me has puto jodido el coito.

—Revisa la solicitud de alumno que te envié.

—No tengo tiempo para eso, oposiciónes cerradas neno.

—Revisalo.

Una maldición fue la respuesta que obtuvo de Freddy, un silencio se instalo entre ellos durante unos minutos. Lo siguiente que escucho fue una risa proveniente de la linea telefonica, al parecer ambos habían tenido la misma reacción.

—No me jodas. ¿Ha decidido unirse a la policía?

—Noah parece quererlo en mi comisaría.

—Bueno, es su hijo. Oiste, ¿este no había sido el que encontramos medio muerto por drogas? que iba con un gallego. —Asiente con la cabeza incluso si Freddy no puede verlo, no se preocupa por eso ya que él mismo sabe la respuesta.

—He decidido aceptarlo. —habla tras unos minutos de silencio. Su dedo se dedica a golpear sobre la solicitud de Gustabo, o más bien de Noah, ya que había sido él quien dejo los papeles por la mañana. —Es una forma de controlar a Holliday.

—No intentes involucrarme en esto.

Otro suspiro abandona su organismo y niega con la cabeza, no importa si Freddy no lo apoya en el principio, sabe que tarde o temprano estará metido en el lío.
Cuelga sin dar ninguna respuesta y coge un bolígrafo, su firma se adhiere al final de los papeles de Gustabo.

Oficialmente había sido aceptado en la LSPD.

[...]

El ingreso de nuevos alumnos es la emoción, no verbalizada, de muchos de los superiores. Especialmente de Holliday.

Su hijo finalmente se había graduado de la academia, y no tuvo que rogar mucho para que lo acepten en la misma comisaría.

Además de que había muchos otros alumnos que prometian éxito, entre ellos un tal Horacio que llegaba por un traslado, y otros que ni siquiera se había detenido a recordar sus nombres.

La ceremonia de graduación de Gustabo se había celebrado hace una semana, su niño finalmente volvió a convivir con ellos todos los días y eso llenaba su corazón de felicidad. Poder ser participe de las experiencias de vida de su hijo era algo magnífico, y no puede evitar ponerse melancolico al pensar en lo mucho que ha crecido.

Gustabo, su único hijo.

El niño que llego para iluminar su vida ya no era más un chiquitín que se escondía tras sus piernas, que rogaba por ser cargado en sus brazos o por jugar videojuegos con él. Ya no había noches de construir fuertes con las sábanas y cojines, o presentaciones de clase a las cuales debían de asistir.

—¿Papá?

Noah fue sacado de sus pensamientos por justamente su hijo, quien lo observaba algo avergonzado mientras buscaba las palabras para pedir ayuda.

El uniforme de alumno era la vestimenta que se le había asignado llevar durante su primer día, y el rubio parecía luchar demasiado contra la corbata. Una risita se le escapó de los labios al hombre mayor y se acerco a poder solucionar su problema.

—Estoy muy orgulloso de ti, hijo.

Sus palabras fueron pronunciadas mientras terminaba de acomodar la corbata y el cuello de su camiseta, la placa de policía resaltaba sobre su pecho. Gustajo se encontró en silencio ante las palabras de su padre, no necesitaban decir nada.

El abrazo que sucedió después solo quedará como recuerdo entre ellos, y tal vez escondido en una fotografía del teléfono de Clara.

InaceptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora